CON EL LOABLE PROPOSITO DE REgenerar la Policía, el presidente Gaviria acaba de nombrar una comisión para estudiar el tema. Ya era hora. Uno de los síntomas más elocuentes de la descomposición general del país es la degeneración profunda a que ha llegado la institución de la Policía. Militarizada hace casi 40 años con el propósito de "despolitizarla", y repolitizada de inmediato dentro del nuevo concepto de política (no ya el parroquial de conservadores y liberales, sino el occidental de capitalistas y subversivos), lo que no ha sido nunca la Policía en Colombia estivilizada, ni civil. Ha sido incivilizada, bárbara, y cada vez más violenta, corrupta y criminal. Ya se notaba demasiado. Lo dijo el Ministro de Defensa: no se puede seguir tapando el sol con las manos.Tenemos, en efecto, una Policía espantosa (al margen del heroísmo ocasional de muchos de sus miembros, y del atenuante que puedan constituir sus casi infrahumanas condiciones de trabajo: mal pagados, peor tratados, y siempre amenazados).Una guía para turistas extranjeros recientemente publicada decía que no necesariamente la Policía colombiana debe inspirar temor. Falso: lo inspira siempre. Tanto sus múltiples servicios secretos y especiales, sus Dijines y Unases, que secuestran, torturan, extorsionan, arrojan cadáveres en los basureros, como sus más inofensivos policías de esquina o de tráfico, que atracan, roban o se hacen sobornar a la fuerza para cobrar una multa.El caso de la niñita violada en una estación de policía, tan llamativo por atroz, no es habitual. Pero sí significativo: demuestra que en una estación de policía puede pasar cualquier cosa. En suma: que la Policía, cuya función es proteger a la ciudadanía, es un peligro para los ciudadanos.Como en todas partes, sí. Como siempre. La Policía mexicana es célebre por su corrupción. La francesa, por su brutalidad, que acaba de probar una vez más en estos días apaleando a muerte a varios inmigrantes. La norteamericana no necesita presentación en estos días está otra vez bajo escrutinio la de la ciudad de Los Angeles. La Policía japonesa es temida por todos, inclusive por los delincuentes. Los torturadores de la Policía española que siguen torturando como en los tiempos de la dictadura franquista, son ascendidos y condecorados. La Policía es temida y temible en todas partes, desde que la Policía existe.Pero eso es así porque los poderes establecidos no están interesados en moderar sus excesos, y muchos menos en castigarlos. Forman parte de una política general de amedrantamiento de la población. Eso es claramente visible en el caso colombiano. Si nuestra Policía se ha desmadrado hasta el punto en que lo está hoy es porque se ha tolerado ese desmadre, e incluso se lo ha alentado. Lo han tolerado y alentado los sucesivos gobiernos y la acción constante y permanente de los medios de comunicación, que han tendido siempre un púdico manto de protección sobre los abusos policiales, para hacerlos impunes. Sobre las campañas de limpieza de "desechables", por ejemplo, que a nadie escandalizan; pero también sobre las torturas y desapariciones en las comisarías y sobre las complicidades policiales con el narcotráfico o el secuestro. Cuando por casualidad la prensa aventura una crítica "constructiva", por supuesto contra la actuación de algún policía, se apresura siempre a asegurar que se trata de un episodio aislado, que sin duda será debidamente castigado por la superioridad, y que en ningún caso mancha a la institución en su conjunto. Cuando algún alto oficial es destituido por narcotráfico, el más alto gobierno se precipita a afirmar que las acusaciones sobre narcotráfico que se le han hecho son infundadas, como ocurrió en el caso del general Medina. Y cuando otro es acusado de fabricar pruebas contra un inocente, como en el caso del general Peláez y el presunto asesino de Galán, la propia Procuraduría archiva la investigación correspondiente alegando que la custodia del preso le correspondía a un juez.Tenemos una Policía corrupta y criminal. Pero es la que hemos querido tener. Y la que seguiremos teniendo. Porque para reformarla el presidente Gaviria acaba de nombrar una comisión. Y dice un sabio aforismo: "Cuando se quiere reformar algo, se lo reforma; cuando no, se nombra una comisión". -