Los norteamericanos cumplen y en Bagdad pasan saliva. Después de siete años, de 4.400 soldados estadounidenses muertos y de una espiral de violencia en Irak, Washington retiró de ese país a 14.000 soldados de su misión de combate. El portavoz del Departamento de Estado, P. J. Crowley, dijo que se trata de "un momento histórico", pero advirtió que la salida de estas brigadas, que culminará este 31 de agosto, no supone el fin del trabajo estadounidense en este país. "Estamos acabando la guerra, pero no estamos acabando nuestro trabajo", dijo, ya que 50.000 soldados permanecerán hasta 2011 para realizar un empalme con las fuerzas de seguridad locales en una "misión diplomática". Pero mientras que el Partido Demócrata saca réditos ante las elecciones de noviembre, en las calles de Bagdad están asustados. Aún no existe un gobierno consolidado en Irak, y se teme un rebrote de violencia ahora que la responsabilidad de contener la feroz amenaza insurgente queda en manos de las fuerzas locales. El comandante de las fuerzas militares iraquíes calificó de "prematura" la retirada de los 'marines'.