Hace tiempos me apunte detras de la frente, con un alfilercito, una frase que dijo Fabio Echeverri, el consejero presidencial: "Uno en esta vida sólo puede hacer dos cosas: obedecer o mandar". A mí no me cabe duda de que él le obedezca al Presidente, pero no por esto se puede hacer la ilusión de que todos le vamos a obedecer a él. La idea de que en una sociedad (o si vamos a eso, también en un colegio o una familia) sólo se manda o se obedece es una idea típicamente autoritaria y patriarcal. Lo civilizado es discutir argumentos, sopesar intereses y llegar a un acuerdo. Puede que en la milicia sea indispensable, en el fragor de una batalla, que uno mande y los demás obedezcan. Sin embargo, una nación no funciona como un cuartel ni puede dirigirse como un campo de batalla.Pero el consejero no repitió esta vez lo de la obediencia. Dijo que va a impulsar un movimiento para cambiar la Constitución y permitir desde ahora la reelección. Yo creo que la Constitución no se debe cambiar como quien cambia de yegua en una chaca de polo (en Bogotá dicen chukker). A pesar de esto, creo que esta reforma constitucional, en concreto permitir la reelección, es conveniente, y voy a explicar por qué. Es cierto, para empezar, que por nuestra tendencia cultural al caudillismo (Porfirio Díaz, Trujillo, Perón, Castro.), en América Latina ha existido un rechazo visceral a la reelección. Tenemos motivos para temerles a los "salvadores de la patria", porque en esta porción del continente han sido más bien enterradores. Pero ya es hora de dejar atrás ciertos atavismos culturales. Ojalá dejáramos de ser tan provincianos, tan ideológicamente trogloditas, y fuéramos capaces de soportar una reelección bien diseñada, democrática y moderna. Una reelección que no se pueda reducir, por supuesto, al mandato de "obedecer al caudillo". Afortunadamente, aquí no todo el mundo traga entero ni va a esperar a que el consejero presidencial ordene por quién votar. Si se le ponen límites al gobernante para que no pueda manipular las elecciones, bienvenida la reelección. ¿Que sería mucho más elegante y ético proponerla desde el período sucesivo? Sí, pero de aprobarse ahora, tampoco es como para mojarse del susto. Uribe puede perder.A mí me da grima ver a tantos políticos y comentaristas aculillados por el tema, como si nuestro caudillo en cierne fuera infalible, imposible de criticar o derrotar. Algunos políticos, los más mezquinos, temen que se esfumen o se posterguen sus ansias de elección personal; otros le tienen pánico al lobo feroz y se sienten capaces de aguantárselo cuatro años, pero ocho no. Por el miedo al prestigio de Uribe no se puede impedir una reforma que, en cierto sentido, moderniza el país. Aquí hay fuerzas e ideas distintas al uribismo y no por el hecho de que ahora las encuestas favorezcan al Presidente esto quiere decir necesariamente que dentro de dos años las mayorías vayan a seguir apoyando sus políticas, que han sido exitosas en seguridad y lamentables en lo social. Este no es un país en el que uno manda y todos los demás obedecen. ¿O ya se les olvidó que el referendo, pese a todas las órdenes de arriba, no pasó?Karl Popper, que le dedicó al tema de la democracia reflexiones muy equilibradas, dijo dos cosas que considero importantes. Primera: "El día de las elecciones debe ser un día de juicio popular sobre la actividad del gobierno". Y segunda: "La pregunta importante no es ¿quién debe gobernar?, sino ¿cómo podemos hacer una Constitución de manera que podamos desembarazarnos del gobierno sin derramamientos de sangre?". Un tirano no se deja sacar del poder; hay que tumbarlo a la brava. Un líder demócrata se somete al veredicto popular: se lo reelige o se lo sustituye sin violencia. Si se ponen reglas claras para que el gobernante no pueda hipotecar las elecciones; si se le pone un límite desde ya al número de períodos que puede gobernar, creo que habría un avance en nuestra precaria democracia. Es natural que a los antagonistas de Uribe se les ocurran muchos argumentos contra la reelección. Si Lucho fuera en este momento presidente, si se hubiera tomado por las armas el Nudo del Paramillo, si hubieran bajado los índices de homicidios y estuviera en camino de firmar la paz con las Farc, estarían pidiendo a gritos la reelección. Y el uribismo en contra. Así somos los humanos, sesgados. La oposición a este gobierno no se puede acobardar ante la idea de reelección. Si se va a hacer la reforma constitucional, que se la haga bien para que el gobernante no pueda manipular las elecciones desde el poder. Pero no hay que temerle al "juicio popular" que son las elecciones. Si Uribe, los alcaldes y los gobernadores lo hacen bien, que los reelijan. Si Uribe no se preocupa por el empobrecimiento que causan algunas de sus políticas, que el Presidente sea sustituido pacíficamente. Uribe podría perder, dentro de dos años, y los reeleccionistas serían los arrepentidos. Los colombianos son difíciles de gobernar; este no es un país de mandones y obedientes. No a todos nos gusta mandar. Y menos obedecer.