SEMANA: Usted quiere ser de nuevo presidente del Perú. Pero recordemos las cifras: por ejemplo, en su gobierno aprista la inflación fue de 2.158 por ciento, entre julio del 85 y julio del 90 el PIB decreció 7,4 por ciento. Son cifras que hacen que se diga que usted fue el peor presidente del siglo XX en el Perú. ¿Qué le hace pensar que lo van a volver a elegir? Alan García: Todas las cifras son relativas porque cuando usted compara los índices de mi gobierno con los de Fujimori de empleo, la producción agraria, la importación de alimentos per cápita, la producción de petróleo, el endeudamiento, usted comprenderá que las cifras son arbitrarias o usadas de manera caprichosa o al menos relativa. Y es eso lo que me hace pensar que, explicando los temas, la gente comprenderá que cuando una dictadura se toma, como Fujimori, no sólo el Parlamento y el Poder Judicial sino los medios, cualquier mentira puede convertirse en verdad. Y lo desfavorable puede ser favorable cuando la gente se pregunte, muy bien ¿y a éste por qué lo persiguieron 10 años y dejaron a todos los demás alegres, adulando al dictador de turno? Mi experiencia desde Bogotá, hablando al Perú, enfrentando a los oyentes de la radio y la TV, que en directo pueden hacer sus preguntas y se expresan en encuestas, y la reacción de algunos candidatos, me comprueba que no es tan difícil. SEMANA: ¿Qué corregiría el segundo gobierno de Alan García del primero? A.G.: Cuando llegamos al gobierno con el Apra, una ideología que data del año 30 que no había podido experimentar lo que es la administración, teníamos una idea más bien ideológica y voluntarista de lo que puede hacer un político. Después de la experiencia y de lo que ha ocurrido desde 1989 es claro que hay que matizar eso con mucho pragmatismo. Mi generación entendía que era necesario el Estado empresario para orientar la economía. Con el mundo de hoy, hay que dar a la justicia social otros instrumentos y contenidos. SEMANA: ¿Cuáles fueron sus errores? A.G.: Es cierto que al final de mi gobierno había una inflación de 2.000 por ciento. Esta inflación fue la que desacreditó mi gobierno. Y es cierto que contribuimos con una serie de errores o inexperiencias, o con un exceso de voluntad. Se otorgó más crédito a la agricultura y al agro, se pusieron en marcha obras que se habían prometido a lo largo de 60 años, pero significaron un costo que obligó a la emisión de dinero. Quizás aumentar los salarios del sector público en demasía. Sin embargo ningún peruano duda hoy que había más trabajo, que había más comida y Perú producía más, como lo demuestran todos los índices. Y usted no podrá dejar de aceptar, por otro lado, que la inflación de ese tiempo fue un fenómeno continental. SEMANA: ¿Qué tanto le atribuye a su negativa a pagar la deuda externa? A.G.: Cuando llegué al gobierno en 1985 los economistas y el ministro anterior me dijeron usted debe este año 1.500 millones de dólares a pagar de julio a diciembre y 1.200 millones de dólares retrasados del año anterior. Debía pagar 2.700 millones en el año 85 en cinco meses y la exportación de Perú era de 3.200 millones anuales. Ante esa realidad no tuve opción distinta a reducir el pago y, al hacerlo, pudimos tomar medidas que no hubieran sido posibles de seguir con la reprogramación de deudas eternas con nuevos créditos. Pero ello no tiene nada que ver con la inflación. SEMANA: Sobre la corrupción hay varios temas: el tren eléctrico de Lima, el Banco Bcci, los Mirage, se ha dicho que usted era de clase media y que se convirtió en un hombre rico. A.G.: No tengo nada más que lo que tenía antes del gobierno. Mi casa la compré antes de ser presidente. Sin embargo me enjuiciaron por el precio porque dijeron que había evadido impuestos. El tema de los aviones es una estupidez. Cuando yo llegué al gobierno me encontré con que Belaúnde había comprado 26 Mirage 2000 a 30 millones cada uno; habían pagado 150 millones de cuota inicial y se habían endeudado en 800 millones. A mí me pareció una atrocidad y anulé la compra. Francia respondió que se quedaba con la cuota inicial. Tuve que valerme de Mitterrand y de Willy Brandt, presidente de la Internacional Socialista, para una renegociación según la cual con la cifra pagada el número de aviones se reducía a 12. SEMANA: Y la reventa a Irak… A.G.: Si yo estoy dirigiéndome al Estado francés diciéndole que ya no quiero los 26 sino 12, ¿cómo puedo revender lo que no ha sido fabricado ni vendido? Esa es la acusación de los que se quedaron sin las coimas que faltaban. Dijeron que habíamos cedido el turno de fabricación a Irak y vino el Golfo y se demostró que nunca tuvo un Mirage, pero el juicio está abierto. SEMANA: ¿Y el Bcci? A.G.: El Banco Central coloca parte de sus divisas en el Bcci, un banco de un paquistaní. Se comienza a rumorar después una comisión para los directivos. Los dos señores que aparentemente cobraron esa comisión fueron extorsionados por el procurador Melo para que dijeran que yo tenía que ver con eso, lo negaron a la prensa y cumplieron su condena. Y el Poder Judicial me exoneró de todo. Un mes después se produjo el golpe de Estado y a los 23 vocales los cambiaron. Ahí se reabrió mi proceso, yo fui en queja ante la Corte Interamericana, ésta ordenó al Perú cerrar el proceso, nadie le hizo caso. Tres años más adelante dijeron: este hombre ha recibido dinero del tren eléctrico. Tomaron una persona que dijo: “Yo le entregué a García 800.000 dólares en unas cuentas en Gran Caimán”. Resultaron a nombre de un señor Zanatti, propietario de un canal de televisión. Este es el videocasete en el que Zanatti señala que él jamás tuvo que ver conmigo y denuncia que en febrero de 1995 estaba viviendo en Costa Rica cuando fue secuestrado, conducido en el avión presidencial, con obvia anuencia de Fujimori, para recluirlo ilegalmente hasta que dijera que el dinero era mío y que me lo había dado. Yo soy el hombre más investigado de América. Dos mil quinientos bancos informaron que yo no tenía una cuenta. Jamás me encontraron ni tuve una cuenta. ¿Dónde están los palacios, las cuentas, los carros? ¿Dónde están los guardaespaldas y las camionetas blindadas? A la hora del escándalo todos se prestan, pero a la hora de la rectificación nadie publica esto. SEMANA: ¿Y qué actitud va a tomar frente al Plan Colombia? A.G.: Apoyarlo. Yo no entiendo por qué Fujimori y otro presidente han visto en el Plan Colombia una amenaza. Además yo dije cuando me enteré que con Montesinos al lado Fujimori había denunciado un tráfico de armas para las Farc, que traer 180.000 kilos de acero en 12 aviones rusos a echarlos sobre Colombia no es un negocio. Un millón quinientos mil dólares usted los manda con 50 kilos de droga. Yo dije que era un operativo de inteligencia para desestabilizar un modelo alternativo al que ellos les gusta. El 5 ó 6 de septiembre otra pequeña noticia del Perú me alarmó y decía que se habían perdido en cuarteles unas granadas. Entonces yo le dije a altos funcionarios aquí, ya no busquen los fusiles, busquen granadas. Y el domingo siguiente en Villavicencio fue capturado un camión con 300 granadas. SEMANA: ¿Qué deja en Colombia? A.G.: Gran parte del corazón. Yo he leído lo que escribió Haya de la Torre en el 54 cuando salió de la embajada de Colombia después de cinco años encerrado. Dijo que tenía una admiración rendida por Colombia porque en tres gobiernos distintos, inclusive el de Rojas Pinilla, nadie dio un paso atrás con el asilo. Soy una prueba viviente de eso. n