El impresionante espectáculo se repitió en por lo menos 25 ciudades de Europa. Trepándose por las tapias, luchando con la policía, tomando 21 embajadas griegas con sus rehenes, lanzando piedras y arengas y, en cinco casos, prendiéndose fuego, centenares de kurdos parecieron perder la cabeza con una sincronización sorpren-dente. Uno solo era el motivo: la detención en Kenya y el traslado a Turquía del líder del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) Abdallah Ocalan. La confusa captura de Ocalan, quien estaba refugiado en la embajada griega en Nairobi y pensaba trasladarse a Holanda, puso en el primer plano la tragedia de los kurdos, un pueblo de 25 millones de personas que ha sido descrito como la mayor nación sin Estado del planeta. Se trata de una tragedia que tiene que ver no sólo con la indiferencia del mundo hacia sus aspiraciones, ni con la tendencia de los propios kurdos a pelear entre sí, sino con la presencia del sanguinario Ocalan al frente del grupo que reúne la mayor adhesión de los kurdos.Porque lo cierto es que, como dijo a SEMANA Mike Amitay, director del Washington Kurdish Institute, una ONG de derechos humanos, "mucha gente se pregunta hoy en día por qué los países occidentales están dispuestos a embarcarse en acciones militares para proteger a los albaneses de Kosovo, que son dos millones, mientras cierran un ojo ante las operaciones de tierra arrasada con las que el ejército turco ha podido dominar la insurrección del PKK y ante la represión que sufren constantemente sus paisanos de Irak, Irán y Siria".Los kurdos no tienen audiencia internacional para sus aspiraciones nacionalistas porque, en primer lugar, no cuadran en la organización geopolítica de un área que separa a los amigos de Occidente de sus peores enemigos. Al fin y al cabo el principal represor de los kurdos, que es Turquía, es el mejor aliado de Estados Unidos y Europa no solamente de cara a Irak, sino a Irán, que sigue siendo la mayor amenaza. Como dice Amitay, "Estados Unidos y Europa se han inventado los kurdos buenos y los kurdos malos. Los buenos son los que luchan por tener un Estado contra Saddam Hussein y los malos son los que combaten contra Turquía". Una cosa y otra llevan a que la posibilidad de que consigan un Estado sea utópica.El segundo aspecto de la tragedia kurda es su propia incapacidad para ponerse de acuerdo, lo que los ha hecho fácilmente manipulables. Para la muestra, Irán y Siria han respaldado grupos en Irak y Turquía, Irak ha favorecido grupos kurdos de su enemigo Irán, al igual que Estados Unidos, y éste ha financiado a los kurdos de Irak para tratar de tumbar a Saddam Hussein. Semejante maraña de intereses encontrados ha terminado frecuentemente en combates entre los propios kurdos. Y la última tragedia es tener como máximo líder a un personaje como Ocalan, que aunque no es el único responsable de las 30.000 personas que han muerto en la guerra que lanzó desde 1984, carece de escrúpulos y ha mandado asesinar hasta a sus propios compañeros cuando siente la existencia de divisiones. Ocalan trató de aparecer conciliador en el periplo que inició por Europa desde octubre, cuando fue expulsado por su antiguo mentor, el presidente de Siria, Hafez Assad. Pero aunque renunció a su reclamo de independencia absoluta y proclamó su amor por Turquía, el gobierno de ésta, encabezado por un reconocido halcón como Bulent Ecevit, tuvo todas las razones del mundo para justificar su negativa a siquiera conversar con el "asesino de niños". La captura de Ocalan abre la expectativa sobre la actitud de Turquía, que sabe que su récord de derechos humanos con los kurdos le ha hecho perder puntos para ingresar a la Unión Europea. Si lo ejecutan, Ecevit podría ganar las cercanas elecciones pero su país quedaría de último en la fila europea. Entre tanto lo único cierto es que las aspiraciones kurdas, tan meritorias como las de los kosovares o los palestinos, quedaron desde la semana pasada inscritas indeleblemente en la agenda internacional. Pueblo solitarioLos milenarios kurdos suelen decir que "no tienen más amigos que las montañas". Y su escasa identidad cultural no les ayuda. Sus dialectos principales, el sorani en el norte y el kurmanji en el sur, son ininteligibles entre sí y no son los únicos que hablan. Muchos son musulmanes sunitas pero hay muchos en Turquía que pertenecen a la secta Alevi. Por eso no es raro que ese heterogéneo grupo humano que vive en las montañas nunca haya tenido un Estado. Estuvieron cerca en 1918, cuando tras la Primera Guerra Mundial se distribuyó el territorio del imperio otomano. Pero el líder turco Mustafá Kemal Atatürk lo impidió. Desde entonces la mayoría (unos 20 millones) quedó en territorio turco, donde se prohíbe toda manifestación política, incluidos el uso y la enseñanza de sus lenguas. Esa represión fue lo que favoreció el nacimiento y la popularidad del PKK de Ocalan. Pero éste, con su viejo marxismo y sus tácticas sanguinarias, no ha sido el vehículo adecuado para la búsqueda del apoyo internacional.