El negocio del microtráfico no solo crece sistemáticamente en Colombia, sino que refleja una problemática social de grandes dimensiones. La semana pasada en Ipiales, Nariño, una mujer con el alias de Mary, que se dedicaba a vender estupefacientes, al verse descubierta por la Policía, se metió en la boca el bazuco que tenía y, simulando que lo besaba en la boca, le pasó el alcaloide a su hijo de once años. Los dos fueron conducidos a un centro hospitalario, entre otras cosas, porque el bazuco podía haber matado al menor. ¿Hasta dónde puede llegar una persona para salvarse de la ley?