Las dificultades de trabajar y ser madre a la vez

Esta semana la senadora Paloma Valencia, en medio de las sesiones virtuales del Congreso, tuvo que lidiar con una pataleta de su hija Amapola. La escena es una muestra de las dificultades que enfrentan las mujeres colombianas de todas las condiciones económicas a la hora de asumir simultáneamente el trabajo con el papel de madres. Natalia Moreno, vocera de la Secretaría de la Mujer y magíster en Estudios de Género, explica que en Colombia 9 de cada 10 mujeres realizan trabajos de cuidado y que, dentro del hogar, esas labores recaen desproporcionadamente en ellas “porque hay una cultura patriarcal y no tenemos políticas que permiten cerrar esa brecha”. Esa situación se ha exacerbado con el confinamiento y es más crítica en los estratos económicos más bajos, donde las mujeres no pueden pagar por el cuidado de sus hijos.

Defensores de la tierra, en peligro

El reciente informe de la ONG Global Witness revela que Colombia ocupa el vergonzoso primer puesto entre los países con más asesinatos de defensores de la tierra y el medioambiente. De las 214 muertes violentas ocurridas en 2019 en el mundo, 64 ocurrieron en el país, una tercera parte. A esa preocupación se suma que el incremento en Colombia fue de más del doble con respecto a 2018, cuando hubo 24 asesinatos. En esta deshonrosa lista siguen Filipinas, con 43 casos; Brasil, con 24; México, con 18; Honduras, con 14, y Guatemala, con 12. En otras palabras, las tres cuartas partes de los casos ocurrieron en América Latina.

Retroceso a la vista

Poco a poco, Colombia ha avanzado en promover una legislación de corte progresista en asuntos como el aborto, en el que hoy se permite la interrupción del embarazo en tres causales fijadas por la Corte Constitucional. Por ese motivo, sorprendió el anuncio de la llamada bancada “provida” del Congreso, que va a presentar un proyecto de ley que implica establecer nuevos límites en esta materia. Por ejemplo, contempla que el Estado les brinde un subsidio económico a las mujeres que resulten embarazadas luego de sufrir una violación. Este mínimo vital, dicen los promotores, serviría para que la mujer mantuviera al bebé y no acudiera al aborto. De ser aprobada, sería un serio retroceso en los derechos que ha ganado la mujer en los últimos años, aunque siempre sometidos a todo tipo de discusiones jurídicas, éticas y médicas.

Después de la pandemia

El exviceprocurador y ahora aspirante a ocupar el cargo de procurador general, Juan Carlos Cortés, acaba de lanzar Después de la pandemia, una nueva democracia, su nuevo libro que dará mucho de qué hablar. Entre otras cosas, señala, imperativamente, que tras la pandemia habrá que replantear la política social del Estado para evitar su colapso. Además, plantea el reto de las instituciones de acomodarse a la realidad virtual, pues se ha visto que, en ocasiones, vale más un trino que una decisión administrativa.

“Cuando todo esto termine...

nos preguntaremos cuántas vidas se hubiesen podido salvar en el mundo si sus habitantes no hubiesen estado dispuestos a aguantar gobiernos tan nocivos. Entenderemos que las sociedades que retornaron a un semblante de normalidad, mientras nosotros seguíamos en el infierno, le apostaron, como proyecto de nación, a la construcción de capacidades estatales, capital social y liderazgos efectivos. Nos preguntaremos por qué fueron las mujeres gobernantes las primeras en sacar a sus países adelante. Pensaremos que de nada sirve ocupar el primer renglón económico y científico del globo si allí, en Estados Unidos, tampoco se pudo atender a todos los enfermos. Lamentaremos cómo, de la mano de su presidente, la ciencia cayó presa del debate ideológico y nos diremos que nunca nosotros llegaremos a ese punto.

Miraremos a China y razonaremos que los regalos de tapabocas, ventiladores y medicamentos sirvieron para tapar la represión hacia adentro de un régimen que se quiere mostrar benevolente hacia afuera. Nos voltearemos hacia los vecinos, compararemos cifras de muertos y no nos veremos tan diferentes a ellos. Y nos detendremos a vernos a nosotros mismos más polarizados, más tristes, más pobres e igual de arrogantes. Cuando todo esto termine, y después de que muchos soñáramos con la empatía y la generosidad, volveremos a nuestras mezquindades para concentrarnos en nuestras peleas por el Nobel de Santos y por el pasado de Uribe y así seguir siendo ese país en el que la vida no vale nada.”