La salida del Ministro de Justicia y el inmediato encargo de sus funciones al Ministro del Interior ha arrojado, por una parte una evidencia, y por la otra una sospecha. La evidencia es que el Ministerio de Justicia hace tiempo que había dejado de existir. La sospecha es que algunos otros ministerios pueden estar en la misma situación, y no nos hemos dado cuenta. Aunque algunas personas le echan la culpa al bajo perfil de Parmenio Cuéllar, la verdad es que sobre esta última circunstancia prevaleció en todo momento el hecho de que se habían juntado en una misma situación, un hombre carente de liderazgo, con un cargo que ya no tenía razón de ser. La prueba es que ya hace 15 días que Néstor Humberto Martínez, alias 'El Moñonero', asumió las funciones de Cuéllar, y aunque nada ha mejorado, nada ha empeorado. Por lo menos existe un hombre de carácter tomando decisiones coyunturales, así algunas sean bien discutibles, y la dinámica estatal no ha disminuido por el hecho de que el Ministerio de Justicia, aún no de manera oficial pero sí creo que de manera definitiva, haya dejado de existir en Colombia. Pero decíamos que ha nacido la sospecha, con la prueba ácida de Parmenio, de que haya otros ministerios existentes que puedan estar en vías de extinción. En cualquier caso, ya se sabe que el gobierno está en ello. O sea, estudiando sesudamente una reforma a fondo del Estado, que no pretenda solamente, sin que este sea un objetivo deleznable, reducir sus gastos de funcionamiento, sino reorganizarlo para que esté más a tono con lo que es hoy: de un Estado proteccionista, ha pasado a ser un stado interventor y ejecutor. De pronto el carácter de sus actuales titulares pudiera revelarnos su destino, como la palma de la mano ante una gitana premonitoria: ¿Qué llegará a ser el Ministerio de Hacienda, en cuyo titular parecen converger la mayoría de los problemas estructurales del país, a pesar de lo cual ha logrado mantener incólume su prestigio? ¿Qué será del Ministerio de Agricultura, reducido a impotente interlocutor de su sector, encabezado por quien muy seguramente saldrá de esa cartera sin que muchos en Colombia hubiéramos podido averiguar quién era? ¿Que será del Ministerio de Educación, sitiado por las redes de Fecode, frente a las necesidades públicamente defendidas por su actual titular de modernizar urgentemente el esquema educativo colombiano? ¿Qué será del Ministerio de Obras Públicas, antiguo monstruo que ya casi no ejecuta nada porque casi todo lo delega en concesión o licitación, pero asediado por la politiquería de la que ojalá salga incólume su titular? ¿Qué será del Ministerio del Medio Ambiente, cuyas funciones están cada vez más ligadas a un proyecto coherente de desarrollo, liderado por un hombre poco distinguible entre las marañas del Estado? ¿Qué será del de Relaciones, que se pisa cada día más en sus funciones con el de Comercio Exterior? ¿Qué será del de Defensa, que enfrenta la secesión de la Policía Nacional, que aspira a convertirse realmente en una fuerza civil? ¿Qué será del de Trabajo, auténtico 'paganini' de la necesidad de modernizar el Estado, mientras prosigan los abrumadores y dolorosos índices de desempleo? ¿Que será del de Salud, cuyo titular (un verdadero volador sin palo que explota pero que no alumbra) solo define las políticas cuya ejecución está a cargo de la politiquería regional? ¿Qué será del de Desarrollo, en cuya cabeza ha recaído la controversia de los límites que separan los intereses públicos de los privados? Qué será del de Minas y Energía, de cuyo titular depende la bobadita de la Colombia del siglo XXI condimentada por las eventuales relaciones entre el Establecimiento y la subversión? Qué será del de Comunicaciones, que se ha convertido en un verdadero emporio regulador de riqueza derivada de las concesiones de las infinitas autopistas de la comunicación y de la información? ¿Qué será del de Cultura, cuyo titular admite haber comprendido que en el mundo de hoy y en el del futuro, la cultura lo es todo y todo es la cultura? Para debatirlo, y de acuerdo con los experimentos practicados en Argentina, Uruguay, Perú y España, podría pensarse en una especie de fórmula del 'dos por uno'. Habría un gran Ministerio de Economía, que incluyera a Hacienda y Planeación. Un Ministerio Empresarial, que absorbiera a Agricultura y Desarrollo. Un Ministerio Social, que incluyera a Salud, Educación, Cultura y Medio Ambiente. Un Ministerio del Interior con Justicia, Trabajo y Policía a bordo. Un Ministerio de Infraestructura, conformado por Comunicaciones, Obras y Minas. Un Ministerio de Defensa, a cargo solo de las Fuerzas Militares y no de Policía. Y finalmente, una Cancillería que absorbiera a Comercio Exterior. Sólo quedarían siete de los actuales 16 ministros. Pero los restantes nueve 'absorbidos' tendrían un rango mayor al de viceministros, algo así como 'secretarios de gabinete', quienes concurrirían al Consejo de Ministros para formular las políticas de Estado. Conclusión de la lectura de palmas de la gitana: están más de los que son y serán menos de los que están.