En entrevista con Semana.com, el semiólogo y filósofo Armando Silva explica la importancia de los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías en el debate electoral. También analiza cómo son percibidos los candidatos presidenciales a partir de su imagen en televisión. Silva es experto en análisis urbanos, de medios y del arte. Dirige el doctorado en Estudios Sociales en la Universidad Externado de Colombia. Semana.com: ¿Qué impacto tienen los debates sobre la opinión de los televidentes? Armando Silva: Vivimos una época de contagios. Los miedos, las emociones, los sentimientos que se representan se expanden por la colectividad. En eso los medios son dominantes: resaltan las representaciones sociales y ayudan a la formación de los imaginarios cotidianos. Semana.com: ¿Qué importancia tienen los debates presidenciales en estas elecciones? A.S.: Son una novedad. Los medios en Colombia están jugando un rol significativo, no sólo acompañan el debate, también lo proponen y lo siguen. Es interesante esa ecuación donde un candidato pasa por la televisión, como una nueva forma democrática basada en su sex-appeal visual. La televisión resume la velocidad que se exige a un presidente moderno, y la prensa los análisis inmediatos. Semana.com: ¿Los debates podrían determinar una elección? A.S.: Sí. En especial cuando aumentan las dudas. Los medios ayudan a canalizar, a darles cuerpo a sentimientos colectivos. Obama, por ejemplo, antes que todo es un imaginario, que por momentos se desinfla. Los medios lo diseñaron como el anti-Bush que necesitaba su país. En Colombia, en la primera elección de Uribe, los medios seleccionaron a la guerrilla como su enemigo público, y él encarno ese deseo. Por esta razón, Santos estaba seguro, él representa un sentimiento de continuidad hacia ese mismo enemigo. Pero la gente ahora, con ayuda de los medios, empezó a darles salida a otros sentimientos. Se creó la imagen (y esto fue un triunfo de Uribe, paradójicamente) de que el ‘enemigo’ esta casi derrotado. Entonces llegó la duda y salieron otros temas a la agenda: la anticorrupción, la ética, la salud, el desempleo, y “apareció” un candidato que los lideraba: Mockus. No es que sea una invención mediática. Sucede que los medios le dieron forma a un sentimiento colectivo y esa forma se encarna en un candidato. Sin darse cuenta, el uribismo mediático creó a Mockus y atajó, por ahora, a Santos. Semana.com: ¿Qué es más importante para un televidente: la imagen de un candidato o su programa? A.S.: Lo más importante es la seducción. Y esta se ejerce con emociones, como la belleza, el gesto, la voz, pero también con las ideas, es una combinación. Un candidato muy profundo no gusta. Muy superficial, tampoco. Semana.com: En segunda vuelta, cuando son sólo dos candidatos, ¿qué importancia tienen los medios? A.S.: La segunda vuelta será de dominio mediático. Sólo ahora estamos comprendiendo las diferencias entre los medios masivos como la prensa o la televisión, de las nuevas tecnologías de la información. La redes sociales le dieron el primer impulso a Mockus. Y esto funciona en la red. De sectores de élite, como intelectuales, se extiende hacia otros estratos y sectores sociales. O sea: no hay que ver televisión, sino estar conectado a la red, para recibir sus influencias. Los medios son centrífugos. Tienden a salirse del centro y expandir su influencia por la tangente. Semana.com: Finalmente, ¿cuál es su opinión sobre los gestos y los símbolos de los candidatos? A.S.: Estas elecciones son una clara demostración de unos candidatos que se expresan en la palabra, frente a otro que lo hace desde el gesto, desde la estética. Mockus emociona y porta en sí la incógnita, la incertidumbre. Esto es más del arte que de los discursos. Santos no emociona pero significa seguridad. Juega a un futuro, que podría ser el pasado. Noemí aparece descompuesta, pues ha jugado a símbolos opuestos; un día de traje y corte masculino y otro de mujer descontrolada que grita al vacío. Los demás candidatos han avanzado en imagen, lo hacen bien, pero su imagen se desvanece por quedar rezagados en las encuestas.