El texto del documento para-político publicado por El Tiempo me pareció fundamentalmente retórico. Y como tal, se le puede dar el valor que uno quiera. Desde la posibilidad de que contuviera un plan muy serio para tomarse el poder por la vía armada comandado por el paramilitarismo tras el parapeto de los políticos, hasta que se tratara de un documento medio pendejón por su falta de contenido en cuanto a una enumeración de acciones concretas.  Una proclamación totalmente embrionaria que sólo sirvió de red para pescar a una serie de políticos cómplices o asustados.  En cualquiera de los dos casos -y yo me inclino más por la segunda interpretación-, el documento no tuvo oportunidad de concretar a la medida de la para-política una nueva forma de Estado, porque se atravesó el proceso de la Ley de Justicia y Paz y la desmovilización paramilitar. La frase que más inquieta del contenido del documento, o la que suena más amenazante, es la de la "irrenunciable tarea de refundar nuestra patria". Pero eso han tratado de hacer todos los políticos, no sé si antes, pero por lo menos desde Alfonso López Michelsen hacia adelante, cuando este fundó el Movimiento Revolucionario Liberal que, estoy segura, tenía entre sus pretensiones algo semejante.  Lo mismo quería hacer Álvaro Gómez con su Movimiento de Salvación Nacional, que buscaba darle un vuelco al establecimiento. Galán se metió en el cuento del Nuevo Liberalismo porque pensaba que Colombia no podía seguir funcionando con el viejo. ¿Gaviria no refundó la patria con una nueva Constitución? Turbay se murió poco tiempo después de haber creado el movimiento Patria Nueva. ¿Y qué tal la Alianza para el Cambio de Andrés Pastrana? ¿Acaso el Cambio Radical de Germán Vargas pretende, aunque sólo sea en apariencia, cosa distinta con ese nombre? Y así habría innumerables ejemplos actuales: ¿Por el País que Soñamos, el movimiento de Peñalosa, estará contento con la patria, tal y como está? ¿Y qué tal los Visionarios de Mokus? Hasta la izquierda pretende trastear a la patria de un polo para otro. Que es como refundarla. Digo que el documento resultó como medio pendejón porque no hay un propósito político que no se ajuste a la enumeración del plan político de los paras. Todos quieren romper con el pasado, hacer una Colombia más justa, más igualitaria y más pacífica. Eso, firmado en el Club de Ejecutivos, sólo sería más de lo mismo. Más aún: el texto para-político se ajusta perfectamente a la Constitución, y casi parece plagiarla. Pero a lo que no se le puede restar importancia alguna es a la presencia física de 11 congresistas y siete mandatarios locales activos en la reunión del Nudo de Paramillo, en uno de los peores momentos de delincuencia del paramilitarismo, cuando estaban en pleno auge las masacres, las motosierras y los pactos con los narcotraficantes. De ese documento no nació una revolución en Colombia, pero sí un pacto para ganar las elecciones locales y tolerar unas fuerzas armadas irregulares y criminales. No alcanzó a transformar a la sociedad bajo algún sesgo ideológico determinado, pero sí a debilitar la institucionalidad, a penetrar las fuerzas militares y a contaminar altamente el Congreso y las administraciones locales.  Ninguno de los que estuvieron en esa reunión tiene una disculpa. Ni siquiera la de haber sido amenazado, que es lo que ahora dicen todos, porque después de asistir y firmar, hay una cosa que se llama las autoridades legítimamente constituidas, ante las que uno denuncia que ha sido amenazado o está siendo obligado por la fuerza a ser cómplice de una banda criminal. En último caso les quedaba la alternativa de renunciar a la política. Pero siguieron en ella y guardaron seis años de silencio.  El jefe de Cambio Radical, Germán Vargas, fue el primero en actuar en consecuencia al suspender a Reginaldo Montes: una baja considerable, porque es un gran congresista.  Contrasta con la forma como el ex presidente César Gaviria salió a proteger al mayor elector de su partido, uno de los firmantes del pacto, Juan Manuel López Cabrales, otro 'amenazado' que siguió en la política y, que se sepa, nunca denunció ante las autoridades esta clandestina reunión. ¿Serpa, que también lo defiende, sí sabría que estuvo?  Por su parte, ante la presencia en la misma reunión de varios de sus miembros, el partido Conservador patina muy feo. ¿Qué consecuencias jurídicas podrá acarrearles a todos esos políticos esta cita con el paramilitarismo?  Espero que todas.  ENTRETANTO...¿Con la declaración de la tercera reelección de Uribe, no le salió costosísima a Santo Domingo su generosa donación a los Andes?