Miles de páginas se han escrito sobre el fin de la división de Alemania. Pero un solo mensaje ha sido definitivo: “Ha caído el muro de Berlín”, escribió el semanario Der Spiegel después de la apoteosis del 9 de noviembre de 1989, “pero ahora comienzan los problemas.” Hoy, paradójicamente, estas palabras se han convertido en el motor del progreso que Alemania ha alcanzado durante los últimos 20 años. Pues las dificultades, a nadie le cabe duda, se han ido superando. Muchos problemas y una tarea nada fácil esperaban a la sociedad alemana después de 40 años de división. Si bien el muro se erigió en 1961, ya desde 1949 la nación había estado partida en dos. En un mismo año, la República Federal Alemana, con sede en Bonn y ubicada en el oeste del país; y la República Democrática Alemana, con sede en Berlín y anclada en el este, fueron fundadas. 20 años han pasado desde que desapareció la división y surgió la nación unificada. Y bien vale desearle una muy larga vida, pues la Alemania de hoy es sin duda uno de los países más justos, democráticos y prósperos del planeta Tierra. Un resultado admirable y un ejemplo del cual el mundo entero debe aprender. La República de Berlín es un país abierto al mundo, tolerante, industrioso, organizado y convencido de que la democracia nunca será gratuita. El camino de Alemania durante los últimos 20 años es imposible de comprender sin recordar que sus raíces ya se habían fijado antes de la caída del muro: cuando en 1949 surgió la democracia en Alemania Occidental. Grandes políticos como Konrad Adenauer, Willy Brandt, Helmut Schmidt y Helmut Kohl, valientes medios de comunicación y cientos de organizaciones civiles y de oposición supieron sacar adelante a un país, que la Segunda Guerra Mundial y el hitlerismo habían dejado en ruinas. Cuando el muro cayó, era claro que Alemania debía seguir por ese camino. En un discurso pronunciado al día siguiente, el ídolo político de los alemanes Willy Brandt se encargó de poner el proceso en marcha: “Ahora crece unido, lo que siempre debió estar junto.” Desde entonces, las revoluciones que han debido vivir los 80 millones de alemanes que viven en la nación reunificada han sido admirables. En 1998, un partido verde llegó al poder en coalición con el socialdemócrata Gerhard Schröder. Y en 2005 y 2009, Angela Merkel, una mujer y, encima de todo, proveniente de la ex Alemania Oriental, fue elegida jefe de gobierno. Como todo lo humano, Alemania, por supuesto, también ha debido enfrentar problemas, y aun hoy los tiene. Y también ha cometido errores. Como irse a la perdida guerra de Afganistán o como prometerle a los ex habitantes de Alemania Oriental “paisajes florecientes” (Helmut Kohl), siendo que el camino hasta la unificación definitiva duraría décadas. Buena parte de los habitantes de la ex RDA no se han logrado integrar del todo a la sociedad occidental. El desempleo y la falta de oportunidades abundan en las regiones del Este. Pero en ocasión de los 20 años de la caída del muro, el Instituto Alemán de Economía anunció que para el año 2020 Alemania unida estará andando al mismo paso. Una buena noticia. A diferencia de muchos países en el mundo, Alemania no sólo es conciente de sus problemas, sino que intenta superarlos. Y en algunos casos, ya ha tenido éxito: se negó a participar en la Guerra de Irak; supo protegerse de la globalización y el capitalismo salvaje; se convirtió en la espina dorsal de la Unión Europea; y es hoy la mayor fuerza reconciliadora entre el occidente y el centro y oriente de Europa. Diagnóstico positivo: Alemania está venciendo a la historia.