Limpiar el aire es un excelente negocio. Colombia está en capacidad de recibir por ello 435 millones de dólares al año, una cifra similar a las exportaciones de flores o banano, por prestar un servicio novedoso: limpiar la atmósfera de gases de efecto invernadero åcomo el dióxido de carbono (CO2).Este gas es el principal causante de varios dolores de cabeza para el mundo: la elevación de la temperatura en la Tierra, la aparición de fenómenos climáticos como ‘El Niño‘ o ‘La Niña’ y la disminución del hielo de los glaciares.Ante este problema los 180 países de la Convención de Cambio Climático crearon en 1997 el Protocolo de Kioto, un tratado que obliga a las naciones desarrolladas a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, básicamente porque las países industrializados son responsables del 55 por ciento de la contaminación mundial. De acuerdo con el protocolo los países en vías de desarrollo, como Colombia, no tienen que reducir la emisión de gases por tratarse de lugares que no sólo emiten menos CO2 sino que contribuyen a limpiar la atmósfera al producir más oxígeno. Lo que sí pueden hacer es vender servicios ambientales a través de los mecanismos de desarrollo limpio para la reducción y absorción de los gases de efecto invernadero.Estos esquemas permiten el tráfico de aire limpio. Es decir, los países con exceso de emisiones de gases pueden comprar cuotas a los países que generan emanaciones por debajo de los límites establecidos.Para ello se crearon los Certificados de Reducción de Emisiones (CRE). Estos son una especie de bonos que compran las naciones más contaminantes —las industrializadas— para ayudar a financiar proyectos encaminados a la reducción o absorción de CO2, en países en vías de desarrollo. Y es que para los países industrializados es más económico financiar proyectos de reducción de emisiones en otras partes que hacerlo en la propia casa. Dejar de producir una tonelada de CO2 cuesta 186 dólares en Estados Unidos, 582 dólares en Japón, 273 dólares en la Comunidad Europea y en países del Tercer Mundo puede valer apenas 26 dólares. Expertos y entidades multilaterales estiman que los mecanismos de desarrollo limpio tienen el potencial para generar inversiones en países en desarrollo por 7.500 millones de dólares anuales cuando el Protocolo de Kioto sea ratificado por las naciones que lo firmaron. A la fecha 40 de ellas entre éstas Colombia— han reiterado su voluntad de acogerse al protocolo. Todavía falta que 15 países más hagan lo mismo para que entre en vigencia. Así, el aire limpio podría convertirse en una especie de ‘mercancía’ que puede ser transada en lo que el Banco Mundial ha denominado el “mercado mundial de carbono”. Por ejemplo, si la General Motors necesita reducir sus emisiones de carbono en un millón de toneladas al año para cumplir con los límites fijados puede comprar títulos CRE para financiar la forestación de tantas hectáreas como sean necesarias en otro país para absorber el millón de toneladas de CO2 que necesita reducir.Potencial exportadorMediante la Ley 629 de enero de 2001 el gobierno colombiano acogió las directrices del Protocolo de Kioto, con lo que abrió la posibilidad para que el país incursione en la venta de servicios ambientales. Un estudio del Banco Mundial, el gobierno suizo y diferentes organismos colombianos estima que el país estaría en capacidad de absorber hasta 23 millones de toneladas de CO2 al año. En ese sentido el potencial de recursos para el país derivado de la venta de los CRE es inmenso.A un precio conservador de 10 dólares por tonelada métrica de carbono que se absorba o deje de emitir se generarían 435 millones de dólares anuales en divisas. Si Estados Unidos entra en el protocolo el precio de la tonelada de carbono podría aumentar a 19 dólares. Una de las formas para conseguir CO2 es reforestando y creando nuevos sitios de bosque pues los árboles tienen la capacidad de absorber este gas. Un nuevo proyecto forestal en Colombia, en promedio, puede absorber al año 18 toneladas por hectárea de CO2 y, al mismo tiempo, producir 12 toneladas de oxígeno.Los bosques de Colombia crecen dos veces más rápido de lo que lo hacen las plantaciones forestales de Chile, donde la industria de servicios ambientales tiene un peso importante dentro de la economía. “Aquí tenemos una clara ventaja comparativa en términos de productividad ambiental”, asegura el presidente de la Reforestadora el Guásimo S.A. (Sindicato Antioqueño).El Foro francés para el medio ambiente mundial (Ffem) ofreció a Colombia 2.300 millones de pesos para que identifique la cantidad de CO2 que sería capaz de obtener el proyecto ambiental que une a los parques naturales de Puracé y Cueva de los Guácharos, al sur del departamento del Huila. “Es importante emitir certificados de captura de carbono (CRE) que permitan conseguir recursos para conservar la diversidad biológica de esta área, que se está deforestando”, afirma Eduardo Patarroyo, director general de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena.De otro lado, estos proyectos traen beneficios sociales y ambientales. Por cada 1.000 hectáreas reforestadas de bosques se generan 74 empleos permanentes. Esta misma área en ganadería genera sólo 16 puestos de trabajo. Así, la relación es de 4 a uno entre la actividad de reforestación y la ganadería.Además de la reforestación y conservación de bosques se han identificado en el país diferentes proyectos susceptibles de mercadearse por ser de desarrollo limpio. Se destacan procesos de reconversión industrial —particularmente de los sectores panelero y cementero— y energéticos —producción de carbón verde—.Un mundo de opcionesLos principales demandantes de los CRE serían Europa, Japón y Estados Unidos por ser éstos los mayores productores de gases de efecto invernadero. Este último país, pese a ser el mayor emisor de estos gases—1.800 millones de toneladas de CO2 al año— no ha decidido aún si acogerse o no al Protocolo de Kioto. Aunque éste no ha entrado aún en vigencia la mayoría de compañías de los países industrializados reconocen que el cambio del clima mundial es una realidad y prefieren afrontarlo ahora a un costo razonable.Empresas como British Petroleum y Shell Oil, dos petroleras multinacionales, han implantado programas internos de reducción de emisiones. En el Japón, Tokyo Power and Light está invirtiendo en proyectos forestales en el Asia para compensar las emisiones de CO2 que emiten por su quema de carbón. General Motors compró en Brasil tierras para reforestar por un valor de 10 millones de dólares. Arthur Andersen consolidó un nuevo fondo de inversión para proyectos de reducción de emisiones y comercio internacional de derechos de emisión. El fondo prototipo de carbono del Banco Mundial colocará 150 millones de dólares en proyectos de mecanismos de desarrollo limpio en países en vías de desarrollo. Así, el comercio de CO2 podría consolidarse como un instrumento de transferencia de recursos financieros de los países del Norte a los del Sur.