La tiroides es una pequeña glándula en forma de mariposa ubicada en la parte delantera del cuello, la cual produce hormonas que controlan cómo el cuerpo usa la energía, de acuerdo con Medline Plus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

Asimismo, explicó que estas hormonas afectan a casi todos los órganos y controlan muchas de las funciones más importantes; por ejemplo, afectan la respiración, la frecuencia cardiaca, el peso, la digestión y los estados de ánimo.

En consecuencia, los problemas tiroideos incluyen: bocio, que es cuando hay agrandamiento de la tiroides; hipertiroidismo, que es cuando la glándula tiroides produce más hormona tiroidea de lo que el cuerpo necesita; hipotiroidismo, que es cuando la glándula no produce suficiente hormona tiroidea; cáncer de tiroides; nódulos, que es cuando aparecen bultos en la tiroides, y tiroiditis, cuando se presenta hinchazón de la tiroides.

De hecho, el portal Medical News Today reveló que “cuando el cuerpo no produce suficientes hormonas tiroideas, el hígado no puede procesar tanto colesterol como de costumbre. Una tiroides poco activa significa que el cuerpo elimina menos colesterol LDL de la sangre. Esto puede producir niveles altos de LDL y colesterol total”.

Además, la biblioteca explicó que los niveles de colesterol se miden en miligramos por decilitro (mg/dL) y estos son los niveles saludables de colesterol:

  • Colesterol total: 125 a 200 mg/dL
  • No-HDL: Menos de 130 mg/dL
  • LDL: Menos de 100 mg/dL
  • HDL: 50 mg/dL o mayor

Así las cosas, el Doctor Leonardo Rojas, médico Endocrinólogo MSC Oncología Molecular del Hospital Universitario San Ignacio señaló que llevar un estilo de vida saludable con ejercicio, una alimentación balanceada con una cantidad adecuada de yodo y realizarse exámenes rutinarios de la tiroides en caso de tener antecedentes familiares o sospechas, acompañados de la palpación realizada por el médico general, son las recomendaciones para cuidar la tiroides.

Sobre la alimentación lo ideal:

  • Reducir las grasas saturadas. Las grasas saturadas, que se encuentran principalmente en las carnes rojas y los productos lácteos enteros, aumentan el colesterol total.
  • Eliminar las grasas trans. Las grasas trans, que a veces figuran en las etiquetas de los alimentos como “aceite vegetal parcialmente hidrogenado”, se utilizan a menudo en margarinas y galletas, galletitas saladas y pasteles comprados en tiendas.
  • Comer alimentos ricos en ácidos grasos omega-3. Los ácidos grasos omega-3 no afectan el colesterol LDL, pero tienen otros beneficios para la salud del corazón, entre ellos la disminución de la presión arterial. Los alimentos con ácidos grasos omega-3 incluyen el salmón, la caballa, el arenque, las nueces y las semillas de linaza.
  • Aumentar la fibra soluble. La fibra soluble puede reducir la absorción del colesterol en el torrente sanguíneo. La fibra soluble se encuentra en alimentos tales como avena, fríjoles, coles de Bruselas, manzanas y peras.
  • Añadir proteína de suero de leche. La proteína de suero de leche, que se encuentra en los productos lácteos, puede ser responsable de muchos de los beneficios para la salud atribuidos a los lácteos. En los estudios se demuestra que la proteína de suero de leche administrada como suplemento reduce tanto el colesterol LDL como el colesterol total, así como la presión arterial.

Respecto al ejercicio, las nuevas directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan por lo menos de 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa por semana para todos los adultos, incluidas las personas que viven con afecciones crónicas o discapacidad, y un promedio de 60 minutos al día para los niños y adolescentes.

De todos modos, la información antes dada de ninguna manera sustituye la asesoría médica y por ello lo primero que hay que hacer es consultar a un experto de la salud para que sea este quien guíe el proceso e indique qué es lo más adecuado para cada persona.