Chavela Vargas escribió la semana pasada una de las páginas más gloriosas en la historia de los conciertos de música popular en Colombia. Los 5.000 afortunados espectadores que la vieron en el concierto en Bogotá sintieron su presencia altiva, invencible, monumental. El escenario se silenció después de la salva de aplausos, de saludos, y su voz que emergía de sus entrañas cantó una, dos, tres, cuatro, muchas melodías de su México grande y querido: Macorina, Llorona, Lágrimas negras, y Volver, volver, entre otras. Durante dos horas consecutivas, esta leyenda más viva que nunca y que hacía 30 años que no se presentaba en Colombia cantó y lloró. Muchos la acompañaron con las lágrimas. Y ella, sólida como una roca, a sus 85 años, orgullosa, bella y espléndida se despidió al filo de la medianoche con un reto difícil de cumplir: "Ahí les dejo este concierto para ver si hay alguien que me lo supere".