Nigeria, el país más poblado de África y uno de los más importantes de la región debido a sus grandes reservas petroleras, celebró el fin de semana pasado las primeras elecciones creíbles en décadas. Inicialmente se pensó que el proceso había sido un éxito, pues los comicios transcurrieron en completa normalidad y los observadores internacionales confirmaron su transparencia. No obstante, una vez se conocieron los primeros resultados -que dieron como ganador al actual presidente, Goodluck Jonathan-, la violencia se apoderó del norte del país. Cientos de manifestantes salieron a las calles a protestar, quemaron casas e iglesias y se enfrentaron con la Policía, situación que demostró que la división entre el norte -musulmán en su mayoría- y el sur -cristiano y con mayor riqueza- sigue siendo muy profunda. Según los resultados oficiales, Jonathan fue reelegido con el 57 por ciento de los votos. Su rival, Muhamadu Buhari, obtuvo el 31 por ciento.