Más de 15 años en el poder le han servido a Vladimir Putin, de 63 años, para dominar las sutilezas de la geopolítica del siglo XXI. Y así, pese a la mala situación económica de su país, se ha convertido en la piedra en el zapato de Estados Unidos y Europa, situación que le ha valido un récord de popularidad entre sus conciudadanos. Durante el escándalo de la Fifa propuso a Joseph Blatter al Premio Nobel de la Paz; en plena crisis griega insinuó que podía pagar la deuda de ese país, y hasta invitó a Moscú al dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un. En octubre, en su jugada más hábil desde la anexión de Crimea, se metió de lleno en la guerra de Siria del lado de su aliado Bashar al Asad. Una movida audaz que le permitió poner en jaque a los norteamericanos tras los ataques de Estado Islámico en noviembre en París, pues ahora Francia, Gran Bretaña y Alemania se unieron a su lucha y, para bien o para mal, tienen que contar con él.