Desde 2004, el gobierno de Estados Unidos estaba preocupado por la seguridad del presidente Álvaro Uribe; del vicepresidente Francisco Santos; del alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, y de sus familias. Por eso designó un asesor estadounidense experto en seguridad VIP e invirtió importantes recursos en equipos de protección y entrenamiento de sus escoltas. Los guardaespaldas de estas personalidades recibieron instrucción especial en operaciones defensivas motorizadas, manejo de armas, esquemas de formación de escoltas y ejercicios de tiro. Cada equipo recibió unos sofisticados artefactos conocidos como vapor tracers, que detectan partículas microscópicas de explosivos de manera inmediata. Y Washington planeaba financiar una academia de formación de seguridad VIP dentro de la Policía Nacional. Pero a pesar de invertir tantos recursos, la seguridad VIP tuvo sus fallas. El vehículo del vicepresidente Francisco Santos, que Estados Unidos le compró a la compañía Blindcorp, tenía el máximo nivel de blindaje y estaba engallado con luces tipo strobers y sirenas nuevas. Pero en pleno viaje el motor falló, la cabina se llenó de humo y el vice se quedó varado en la calle. Y el vehículo asignado al alcalde Garzón estuvo guardado en un garaje por varios meses, por demoras en el proceso de registro cuando llegó al país y por la tramitología con la compañía aseguradora.Lea los cables sin editar en información relacionada