"Despeinada, jajá, jajá, jajá, despeinada...", es un estribillo que evoca toda una época. Corrían los últimos años 50 y se comenzaba a popularizar en Colombia una nueva forma de expresión juvenil. El rock de los Estados Unidos se oía por primera vez, aunque tímidamente, en algunas emisoras radiales y la nueva ola argentina hablaba del "bikini amarillo a lunares, diminuto y justo". El siglo XX se adentraba en su segunda mitad, y la juventud urbana de Occidente por primera vez quería tener su propia música.Suele decirse que después de esos años nada volvió a ser igual. Fue entonces cuando los jóvenes dejaron de querer parecerse a sus mayores y comenzaron a vestirse, a actuar y hasta a pensar de distinta manera. A su modo respondían a vientos renovadores que iban, desde el lanzamiento del primer Sputnik, hasta la figura juvenil de John F. Kennedy, pasando por la revolución cubana. Más tarde, el go-go y los Beatles allanarían el camino para la llegada de los hippies, con su onda de amor, yerba y paz.Para quienes lo vivieron, aquellos fueron los días felices. Para quienes nacieron más tarde, de todas maneras quedaron las secuelas de un época que muchos hubieran querido experimentar ellos mismos. Y para unos y otros, la nostalgia es la única salida. Y precisamente ahora, cuando la nostalgia está de moda, la pareja conformada por Ramiro Hernández, de 40 años, y Olga Gayón, de 24, resolvió montar un rumbeadero en Bogotá destinado a encerrar todas las características de esa época. Y aunque apenas lleva unos 4 meses funcionando, todo parece indicar que "Días Felices" llegó para quedarse.Allí, noche tras noche, un grupo heterogéneo de fanáticos del rock y las baladas, cuyas edades pueden oscilar entre los 18 y los 45 años, rodeado de afiches de James Dean y Marilyn Monroe, baila frenéticamente el twist o se inspira con las canciones de Enrique Guzmán o del Dúo Dinámico. Nadie parece sustraerse a la necesidad de "mover el esqueleto", lo que hace evidente que, aunque se trate de una nostalgia, es una nostalgia feliz."La idea surgió cuando regresé de la China en 1983, luego de un par de años de trabajar allí como traductor de una revista. Aunque el boom de momento en Bogotá era la salsa, y en general la música caribe, me di cuenta de que la época de los cincuentas y sesentas, que me ha apasionado toda la vida, estaba totalmente olvidada", dice Hernández. Economista de la Nacional, sus pinitos en el mundo de los negocios fueron en la industria editorial, la que dejó por la oferta de trabajar en la China y conocer mundo. De regreso, encontró todos sus negocios quebrados, y la necesidad de salir adelante a partir de cero. "Por eso, puse un lugarcito que hasta ahora ha tenido éxito, y que se llama "Sones y cantares", que sigue la tendencia caribe. Pero como ya tenía mi espinita, comencé por el principio, o sea consiguiendo los discos para el nuevo negocio ".Asaltando las viejas discotecas de su familia y sus amigos, Hernandez comenzó a reunir una colección que hoy cuenta con más de 4 mil longplays, que abarcan una buena parte de la música popular juvenil de 1955 a 1971. En su afán por documentarse, escribió a la Telefunken en Alemania, y descubrió que su idea no era tan original como pensaba, pues en Europa el renacimiento de esa música es todo un fenómeno cultural. Luego de varios años de investigación, finalmente abrió el local en noviembre del año pasado. El lugar escogido también fue una innovación. Ni las Torres del Parque, ni la carrera 15 satisfacían las necesidades. Al fin, Hernández se decidió por un semisótano en la carrera 7a con calle 82, que recuerda inevitablemente las tabernas donde floreció el rock al final de los años 50.Pero los planes de Ramiro Hernández y su esposa no paran allí. La idea completa es abrir un restaurante-librería-biblioteca, en que los aficionados a esa época, no solamente tengan la oportunidad de bailar como en los viejos tiempos, sino de recrear del todo las manifestaciones culturales, políticas y sociales de esos años.Entre tanto, los viernes, un conjunto rock apropiadamente llamado "Los Cheacles" reproduce con pasmosa precisión Yesterday, el éxito de los muchachos de Liverpool. Y en Yesterday, en el ayer, se van perdiendo, felices, los contertulios de "Días Felices".