La espectacularidad, el hecho histórico y el condimento adicional de atribuírselo a un emperador con tanta leyenda y con nombre tan brusco como Nerón, hacen que el incendio de Roma, en el año 64 de nuestra era, siga siendo el rey de los incendios. Ninguno tan famoso. Ni los de torres llenas de pasajeros en tránsito que alimentaron el cine de los setenta. Ni siquiera el de la abadía del Nombre de la Rosa que comenzó en la biblioteca, ni el de la biblioteca de Alejandría que no salió de la biblioteca. Ninguno ha podido superar el mítico incendio de Roma que, según la leyenda, fue observado risueñamente por el propio Nerón desde una de las colinas de la ciudad. Y, por lo visto, tampoco el incendio de China va a desbancar del liderazgo al de aquel de la capital del imperio.Y eso que el incendio de China es tan pavoroso, tan descomunal, tan incontrolable que al cierre de esta edición seguía invencible, devorando hectáreas de bosque, arrasando pueblos, damnificando gente, amenazando ciudades. Para dar una idea de su dimensión, basta citar una fecha: comenzó el siete de mayo. Ese día--no se sabe porqué motivo--se hizo fuego en la parte norte de la provincia de Heilongjiang, una de las 21 que tiene la República Popular China, con una zona forestal gigante y unos extensos limites sobre la Unión Soviética.Al principio, cuando se declaró el fuego, las autoridades chinas, acostumbradas a la monumentalidad de los incendios, pensaron que de ahí no pasaría. Se hicieron las acostumbradas zanjas contrafuego de usanza desde el principio de los siglos, pero pasaron primero las horas y empezaron a pasar después los días y el incendio siguió hasta alcanzar proporciones históricas: tiene 180 kilómetros de largo, 40 kilómetros de ancho, el total del terreno arrasado era de siete mil kilómetros cuadrádos (lo que equivale a todo el departamento de Caldas), el número de evacuados llegaba a los cincuenta mil y el de muertos empezaba a superar el de doscientos.Semejante siniestro, después de comerse miles de hectáreas de bosque se encamino hacia algunos centros urbanos. Un poblado de veinte mil habitantes fue consumido y posteriormente una ciudad de cien mil personas fue puesta en jaque. Tahe, como se llama la ciudad, fue defendida en un esfuerzo heroico de sus habitantes que impidieron el paso voraz de unas llamaradas que, en muchas ocasiones, han alcanzado hasta cincuenta metros.Después de que fracasaron las intuitivas zanjas contrafuego, las autoridades ordenaron el desplazamiento a la zona de 35 mil personas, entre soldados y civiles, para colaborar en la acción, y para orientar los trabajos en medio del humo denso se emplearon satélites para mirar su proporcion y establecer sus lados flacos. Sin embargo la utiliiación de esta tecnología no petmitió la tranquilidád: al contrario, las fotografías aéreas que se hicieron demostraron que la conflagración avanzaba vertiginosamente hacia los bosques virgenes de la sección sudeste de la provincia y amenazaba con alcanzar la reserva forestal de Shibazhan.En la lucha contra el siniestro, los chinos contaban con dos aliados y un enemigo mortal. Los primeros, la nieve y la lluvia que se descuajaban sobre la zona, hacía florecer la esperanza en apagar las llamas. Pero el enemigo no cesaba de soplar: un fuerte viento en la región propagaba a su velocidad el fuego. La dimensión del desastre, al comienzo, hizo creer a las autoridades chinas que se trataba de el peor incendio de los últimos cuárenta años, pero cuando ya se completaba una quincena de destrucción, las llamaradas fueron calificadas como las más grandes y devastadoras de toda la historia del país.Pero ese --el de China-- no fue el único incendio de la semana. El jueves 21, al comienzo de la noche, en el centro comercial de Sao Paulo, Brasil, se declaró un incendio en el edificio de la Compañía de Energía por causas que no se conocieron. Muy pronto las llamas se propagaron a otros tres edificios, los cuales quedaron severamente afectados en su estructura y a punto de desmoronarse en presencia de camarógrafos dé todo el mundo que concurrieron al sitio de las llamas en esa ciudad donde en los últimos quince años los incendios han dejado 232 muertos.Así que en la semana pasada, a diferencia de otras donde el invierno y el frio causan siniestros, el fuego se tomó la tragedia con todo el poder de su destrucción, aún invencible por el hombre.-