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Detalle de 'El acuerdo: soldados a cuidadores' de Marjetica Potrc.

Exposición

“Hacen falta más lecturas simbólicas como esta”: Alto Comisionado para la Paz

En FLORA ars+natura se expone el proyecto de Marjetica Potrc, una artista eslovena que puso la mirada en las zonas veredales transitorias del acuerdo de paz. ¿Cómo esos espacios pueden ser laboratorios que garantizan una nueva manera de vivir en sociedad?

Sara Malagón Llano
30 de noviembre de 2017

Marjetica Potrc había sido tutora del programa Escuela Flora, y en septiembre de 2016 hizo una residencia artística de quince días en Honda, Tolima. La idea de esas residencias de la fundación FLORA ars+natura es que permanecer en esa casa les permita a los artistas pensar en un proyecto que tenga relación con su estadía, con el contexto.

Cuando Potrc vino a Colombia para eso, aterrizó en un momento político de mucha zozobra y tensión: aquel que presidió las votaciones del plebiscito por la paz. Eso marcó el proyecto de Potrc, una artista nacida en Eslovenia, con formación de arquitecta: disciplina que combina aspectos técnicos, formales, artísticos pero también sociológicos, donde el enfoque es la practicidad.

Sin embargo, lo que Potrc hace usualmente es analizar una situación determinada para entenderla y tratar de proponer una explicación, siendo esas situaciones humanas en las que ella se enfoca escenarios que podríamos considerar caos urbanos: ella se enfoca en lo que el ojo de un arquitecto tradicional vería como un caos, para tratar de entender ese desorden como un orden alternativo, probablemente mucho más apropiado a las circunstancias específicas de ese lugar y de ese momento que la solución modernista, racional y clásica, que probablemente no tiene en cuenta las realidades del lugar, sino que trata de imponerse en el contexto.

Mediante sus dibujos, Potrc suele proponer una especie de manifiesto, que a su vez propone una solución a la problemática tratada. Algo utópicos, tanto el manifiesto como las soluciones, dirían algunos. Pero a veces son la utopías, el hecho de tender hacia ellas como puertos de arribo, lo que impulsa grandes cambios sociales.

Le exposición de Potrc que ocupa el segundo piso de FLORA ars+natura en este momento, Acuerdo social, se compone de dos series de dibujos y unas estructuras en madera (la idea de casa como la base para la construcción de un contrato social). En una de las series, los dibujos en su situación expositiva se amplían, son llevados, en gran escala, a las paredes del espacio. Esos dibujos/murales de esta exposición en específico representan el pasado de las Farc, esa concepción muy utópica de la sociedad que la guerrilla pretendía crear, y en la que pretendía vivir, y el futuro: lo que vendrá después del acuerdo, su reintegración a la sociedad colombiana, y cómo su modelo social cambia necesariamente con esa reintegración.

La otra serie describe cómo se enfrenta la humanidad a la naturaleza a través de la ley, a partir de tres constituciones: la colombiana, la de la nueva Cataluña y la de Ecuador en 2008, en las que se reconoce la naturaleza como un ser vivo, con derechos, para protegerla.

Los dibujos de Potrc son sutiles, sencillos. Tienen un aire casi infantil o primitivo. Como si se trataran de murales de otros continentes y otras épocas, con colores intensos, y donde el trazo parece uno solo. Las formas surgen, parecería, de una sola pincelada en el muro, o en el papel, que insinúa las formas humanas en color negro con una mezcla casi imposible de delicadeza y contundencia.

Hablamos con Marjetica Potrc después del conversatorio que realizó la semana pasada, el día de la inauguración de la muestra, en el que participó junto a José Roca, como moderador, y Carlos Córdoba, de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, encargado del manejo de las zonas veredales transitorias pactadas en el acuerdo con las Farc. Allí Córdoba dijo que había demasiadas lecturas políticas, demasiadas lecturas mediáticas, considerables lecturas de las sociedad civil, pero que hacían falta más lecturas simbólicas como la de Potrc. Y lo dijo, puede ser, a manera de invitación (una invitación a los artistas colombianos).

Usted hizo su residencia artística en Honda en septiembre de 2016, pero las zonas veredales, aunque ya estaban pactadas en el acuerdo que votamos días después, todavía no eran una realidad en ese momento. ¿Cómo entró en contacto con ellas, con ese concepto?

Es cierto, las zonas veredales de transición no estaban hechas en ese momento, pero yo sabía que se habían planeado 26 de ellas en distintos lugares de Colombia gracias a los medios de comunicación. Y lo que más me interesaba de ellas era el modelo espacial. Los asentamientos permiten que ocurra el proceso de transición de la guerrilla de las Farc a la sociedad civil. El modelo espacial hace posible que los soldados transiten de un estado de existencia a tener otro contrato con la sociedad. Hace más o menos seis meses, Carlos Córdoba, quien administra las zonas veredales, amablemente aceptó darles una entrevista sobre el tema a José Roca y Adriana Pineda. Leer esa entrevista me abrió los ojos en términos del desarrollo de las obras de la exposición.

¿Visitó alguna zona ahora que volvió a Colombia?

Desafortunadamente no, porque vine muy poco tiempo a Bogotá para trabajar en la exposición de FLORA. Pero espero hacerlo la próxima vez.

¿Por qué le interesó el tema de las Farc, del acuerdo de paz, del tránsito de los guerrilleros a la vida civil?

El acuerdo social es un principio y forma de vida en cualquier sociedad. La sociedad existe porque la gente trabaja junta. Es una condición humana generalizada. “Una casa dividida contra sí misma no se sostiene”, fue como lo resumió el presidente Abraham Lincoln cuando hablaba de la abolición de la esclavitud en Estados Unidos hace más de un siglo. Para la exposición construí, junto con el equipo de FLORA, una “Casa de Acuerdo Social”: es una casa simple de madera conectada con cuerdas de fibra y se para en medio del espacio de la galería. La casa representa el acuerdo social que la gente ejerce todos los días, en todo el mundo. Una anécdota: durante el proceso de construcción nos tocó lidiar con lo frágil que es la estructura. La “Casa de Acuerdo Social” se convirtió, entonces, en una experiencia similar a la de las personas que construyen un acuerdo social. Al final lo que hicimos fue reforzar los cimientos para aumentar su estabilidad. Dos dibujos,  The Agreement: Soldiers to Caretakers (El acuerdo: soldados a cuidadores) y The Agreement: Peasants to Soldiers (El acuerdo: campesinos a soldados) cuentan la historia de las Farc desde ese tiempo pasado de conflicto e ideología hasta los retos futuros que los excombatientes deben enfrentar cuando se están reintegrando a la sociedad: cambiar de habilidades, pero también preguntas acerca de cómo pueden contribuir a una sociedad pluralista. Los dos dibujos describen un acuerdo de paz específico con las Farc, son un ejemplo de un acuerdo social. El proceso de paz no es solo un esfuerzo ejemplar entre las Farc y el gobierno, de un estado de conflicto a un estado de colaboración: también define a las personas en Colombia en cuanto a qué tipo de sociedad quieren habitar: ¿una pluralista o una divisiva?

¿En qué consistió específicamente la residencia en Honda? ¿Con qué realidades entró en contacto, que llevaron a la serie de dibujos y a las construcciones que ahora expone?

El año pasado estuve un mes en Colombia como artista residente en FLORA. Estuve en Honda unas dos semanas, justo antes del plebiscito. Durante ese tiempo investigué el proceso que llevó, eventualmente, al acuerdo de paz. Hablé con varios individuos sobre los retos que tiene la ciudad pequeña y menguante frente a la economía global, y claro, hablamos del acuerdo de paz y del plebiscito. Las opiniones estaban divididas pero la mayoría de la gente con la que hablé estaba a favor del acuerdo. Yo veía al acuerdo de paz, y todavía lo veo, como una oportunidad, no como un problema. Llegar a un acuerdo es llegar a una sociedad pluralista y digna. Dicho eso, un acuerdo social toma su tiempo y puede ser doloroso, eso me ha enseñado el conflicto en la ex Yugoslavia de hace veinte años, que llevó a una guerra terrible y a que la gente en Bosnia siga luchando para llegar a un acuerdo sobre la división de poder. Esa demora no permite desarrollar allí una sociedad próspera.

En el conversatorio en FLORA dijo que para usted las zonas veredales transitorias podrían ser “laboratorios de una nueva manera de vivir en sociedad”. ¿En qué sentido? ¿Y qué relación mantienen con los laboratorios urbanos, europeos, que también mencionó?

Me estaba refiriendo a las áreas de conservación delimitadas por el gobierno. Pasé un tiempo en el estado brasileño de Acre y por eso estoy familiarizada con el concepto de “reservas extractivas”. Tengo entendido que las áreas de conservación en Colombia siguen una idea similar, y ese viaje probó que es posible la extracción sostenible de un bosque, y que también es económicamente rentable porque previene la deforestación. Las zonas veredales que se convertirán en áreas de conservación pueden servir de ejemplo para un manejo sostenible del bosque. Algo que tienen un común las áreas de conservación en Colombia y los proyectos comunitarios (y el makers movement) en las ciudades europeas es que están buscando una existencia más sostenible y resistente, más allá del modelo neoliberal con ánimo de lucro. Dentro del contexto europeo me refería al makers movement, en el que participan mis estudiantes de Hamburgo. Se trata de contextos de comunidades urbanas resistentes que abogan por ciudades más sostenibles, espacios de trabajo compartido: en últimas, por un nuevo modelo de producción. En esos lugares los productores comparten herramientas y conocimiento. En cuanto a otros modelos espaciales dentro de contextos urbanos, voy a señalar dos de los proyectos comunitarios en los que estoy involucrada con mis estudiantes. Son The Soweto Project (2014) en Soweto, Sudáfrica (2014) y ZUsammnKUNFT (2016-2017) en Berlín, Alemania. Se tratan de proyectos a pequeña escala que involucran a las comunidades del barrio, que se convierten en agentes de cambio político. Les permiten a los ciudadanos involucrarse en la organización y administración de la ciudad y crean futuros alternativos. Esto es importante dentro de la búsqueda de una existencia urbana más balanceada.

Ahora que vuelve a Colombia, un año después de su residencia, y en plena implementación del acuerdo, ¿qué sintió? ¿Qué ha podido apreciar, sentir, oír sobre el proceso en el que estamos?

La inauguración de la exposición Acuerdo social en FLORA coincidió con el primer aniversario de la firma del acuerdo de paz con las Farc. Mucha gente llegó para oír y participar en la discusión con Carlos Córdoba, José Roca y conmigo. Ese debate me mostró que la gente está dispuesta a participar en el posconflicto.

¿Podría hablarnos un poco de su obra, más allá de lo que expone acá? ¿Qué otros temas le interesan? ¿Ese trazo tan sencillo y bello de dónde viene, y el uso de textos que acompañan la imagen?

Soy arquitecta y artista, y en este momento soy profesora de práctica social “Design for The Living World” (Diseño para el mundo viviente) en la University of Fine Arts de Hamburgo (HFBK), Alemania. Mi trabajo se basa en la investigación y mi práctica es multidisciplinaria: hago dibujos, estudios de caso arquitectónicos, proyectos in situ y comisiones de arte público. Estas prácticas transversales se alimentan entre ellas.

En cuanto al texto que acompaña las imágenes, siempre dibujo y escribo notas al tiempo. Es más, así era como los arquitectos solían tomar apuntes antes de que empezaran a usar la fotografía. La conversación entre dibujos y notas escritas es un proceso creativo, uno desarrolla conceptos mientras anota y dibuja rápidamente. Los dos dibujos de esta muestra siguen ese principio: son diagramas o “relation-drawings” (dibujos de relación) en la medida en que muestran cómo diferentes lugares e ideas están conectadas.