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El 8 de noviembre se inauguró en Bogotá ‘Goya en el Tunal’, una exposición 40 grabados originales de Goya, que han sido reinterpretados como denuncias antitaurinas.

Bogotá Capital Animal

¿Era Goya un artista antitaurino?

El 8 de noviembre se inauguró en Bogotá ‘Goya en el Tunal’, una exposición de 40 grabados originales de Goya, que han sido reinterpretados como denuncias antitaurinas.

Ricardo Díaz Eljaiek
3 de diciembre de 2018

En 1816, el artista español Francisco de Goya dio a conocer La Tauromaquia, una serie de pinturas que retrata el sufrimiento de los toros. A diferencia de series reminiscentes, como Desastres de la guerra, La Tauromaquia no cuenta con un texto explicativo que oriente una interpretación y, desde entonces, la serie ha sido tradicionalmente leída como una defensa de las corridas de toros. Sin embargo, recientemente, para el aniversario 200 de la serie se presentó Otras Tauromaquias, una exposición en Madrid en la que algunos críticos, curadores e historiadores del arte aventuraron una mirada a estas piezas de Goya desde la orilla opuesta: como una representación crítica de las corridas con tintes animalistas.

Parte de la serie llegó este año a Bogotá en el marco de la iniciativa animalista y cultural Bogotá Capital Animal. El 8 de noviembre se instaló la exposición Goya en El Tunal: la serie La Tauromaquia, una reflexión sobre el dolor: 40 de sus grabados originales se están exponiendo para reflexionar críticamente sobre las corridas de toros y la percepción que el artista tenía de la práctica. La Tauromaquia, recuerda la muestra, pertenece a una época en la que Goya había abandonado los colores brillantes, los referentes de vida, la felicidad y la ensoñación. Las pinturas están ambientadas en un entorno de profunda decepción, conformado en gran parte por el negro. El decadente clima político de la España de principios del siglo XIX, ligado a las revoluciones independentistas americanas, otorgó a Goya un espacio para observar críticamente las costumbres que mantenían a esa nación en la gloria.

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Goya en El Tunal: la serie La Tauromaquia, una reflexión sobre el dolor estará en la Sala de Lectura de la Biblioteca Pública Gabriel García Márquez del parque El Tunal hasta el 30 de diciembre, como una de las acciones de Capital Animal, plataforma internacional de origen madrileño enfocada en la promoción de reflexiones y acciones sobre el bienestar animal con ayuda del arte, la cultura y la participación ciudadana. La estrategia de la alcaldía Bogotá Zoolidaria trae una serie de eventos musicales, culturales y gastronómicos de la mano de Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC), el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA) y la Fundación Arkhé.

ARCADIA habló con tres promotores de esta iniciativa en Bogotá y España: Halim Badawi, director artístico de la Fundación Arkhé; Leonardo Anselmi, director de la fundación animalista Franz Weber en España, y Antonio Hernández Llamas, director del IDPAC. Esto opinan, desde su lectura crítica, del acercamiento a la obra de Francisco de Goya desde la crítica antitaurina y el animalismo.

¿Podemos hablar de un Francisco de Goya antitaurino?

Halim Badawi, crítico de arte y director de la Fundación Arkhé

No estoy seguro de que podamos hablar de un Goya antitaurino tal y como lo entendería un activista contemporáneo. Creo que podemos hablar de un Goya empático, un Goya que, en una última etapa de su vida y después de haber presenciado la violencia de la invasión francesa y de las independencias de las colonias americanas, había logrado desarrollar una perspectiva crítica frente a las tradiciones de barbarie que España había heredado y frente al dolor de las especies no humanas. 

Creo que la exposición de La Tauromaquia de Goya no solo va directo a la médula de la historia del arte, sino también a la médula de una de las justificaciones recurrentes de la tauromaquia como arte. Con frecuencia, los conservadores nos dicen que la tauromaquia es "arte", y para respaldar esta afirmación buscan artistas de la historia del arte que hayan usado las corridas de toros como insumo para la creación plástica. En esta línea, los artistas arquetípicos son Goya y Picasso (comúnmente, los escritores y la misma Corte Constitucional parten de ellos para defender las corridas), quienes pintaron y dibujaron las corridas de antaño. Este tipo de argumentación plantea dos problemas: el primero, que no diferencia entre presentación y representación, que es la misma diferencia que existe entre cometer un crimen y mostrar ese crimen por televisión; es decir, no es lo mismo matar un animal que representar su muerte. 

Y el segundo problema es que quizá algunos de los artistas que representaron las corridas no lo hicieron como apología, sino como acto crítico. Precisamente, para poner en discusión la forma como Goya representaba las corridas (más cercana a los Desastres de la guerra que a sus coloridas pinturas juveniles), el pasado 8 de noviembre abrimos una exposición en la Biblioteca El Tunal (un espacio democrático, políticamente vigoroso, de acceso más o menos masivo) con 40 grabados originales de Goya. La exposición se titula Goya en El Tunal: La serie La Tauromaquia, una reflexión sobre el dolor. Allí, además, pusimos en diálogo a Goya con otros artistas contemporáneos como Lucas Ospina, Santiago Talavera, el Niño de Elche y el caricaturista español El Roto. 

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¿Cómo está influyendo esta muestra de Goya y la lectura antitaurina en el pensamiento y las políticas españolas?

Leonardo Anselmi, director de la Fundación Weber, localizada en Barcelona

Cuando se inauguró Capital Animal en Madrid, en 2016, el director de Calcografía Nacional reconoció que se le debía a Goya una revisión de su postura ante la tauromaquia, que sin duda era crítica. La manipulación en el caso del relato creado sobre la obra de Goya es una muestra más del modus operandi del lobby taurino ante la opinión pública: el engaño, la mentira, la ambigüedad, la manipulación y la corrupción del lenguaje. “Goya era taurino” es el equivalente artístico del eslogan veterinario “el toro no sufre” y del mantra político “somos minoría y tengo libertad para ir a los toros”. Mostrar a Goya desde una revisión analítica, apoyada por todos los especialistas en su obra, nos ayuda a demostrar una vez que todos los relatos mediante los cuales se justifica la tauromaquia están basados en mentiras o engañosas ambigüedades. 

Por ejemplo, el que la industria taurina haya utilizado artistas consagrados en su retórica justificativa es una estrategia de ambigüedad, pretendiendo mezclar “el arte sobre la tauromaquia” con “el arte de la tauromaquia”. Que Goya haya pintado la tauromaquia no hace que la tauromaquia sea un arte. O aceptamos esto o aceptamos que arte es cualquier cosa y cualquiera es artista. Cientos de artistas se sintieron inspirados por la tauromaquia, como también por la crucifixión de Jesús de Nazaret, pero eso no nos obliga a tener que crucificar seis judíos cada domingo. 

¿Cómo podría incidir esta discusión en países como Colombia, teniendo en cuenta las polémicas que ya existen alrededor de la relación entre corridas de toros y arte?

Antonio Hernández Llamas, director del IDPAC

Parte de lo que cuestionamos quienes consideramos que las corridas de toros son ejercicios de violencia contra los animales, así estén protegidos legalmente bajo la premisa de la tradición y la cultura, tiene que ver con que no consideramos que deba adjudicarse a estos eventos un valor patrimonial que en parte se basa en que representarían la herencia española en el país. Al respecto y con esta nueva mirada, si ni siquiera se puede afirmar con certeza que un artista de la talla de Goya, símbolo del arte español, defendía las corridas de toros o les encontraba sentido, reflejando la violencia y la oscuridad de las mismas en sus grabados, ¿por qué vamos a considerarlas entonces como un patrimonio cultural nuestro?

Halim Badawi, crítico de arte y director de la Fundación Arkhé

Me parece fundamental no haber hecho esta exposición en uno de los espacios tradicionales del arte colombiano, en el circuito letrado del arte moderno y contemporáneo, sino haberla desarrollado precisamente en las periferias de la ciudad, en sectores que no tienen acceso a programación cultural o artística de calidad, crítica. La última exposición que se hizo en El Tunal fue una muestra (sin ton ni son) de afiches (reproducciones) de obras procedentes del Museo del Prado, agrupadas sin espíritu crítico alguno. Por esta razón, me parecía fundamental fortalecer la programación artística de las bibliotecas públicas del distrito con obras de arte originales, presentadas para poner en discusión determinados aspectos de la historia, el arte y la cultura contemporánea, como la tauromaquia.

No creo que las interpretaciones sobre una figura como Goya sean estáticas o inmutables. Creo que la misión de todo crítico, historiador y curador de arte competente es precisamente discutir las valoraciones, las interpretaciones y las creencias anquilosadas sobre los artistas del pasado y del presente. La historia no es un ente inmutable sino un organismo vivo, en permanente transformación: el pasado depende de los ojos con que se mire desde el presente. En esta línea, creo que la exposición Goya en El Tunal recoge varias perspectivas sobre el trabajo final de Goya que ya han sido discutidas a través de exposiciones por la misma Calcografía Nacional de Madrid (lugar en donde Goya imprimió sus grabados), la Academia de Bellas Artes de San Fernando y el mismo Museo del Prado.

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