OPINIÓN

El factor Bravo

Lo único cierto es que Petro eligió a Ordóñez por Diego Bravo y Ordóñez destituyó a Petro por Diego Bravo.

Daniel Coronell, Daniel Coronell
14 de diciembre de 2013

A veces la democracia se encarna en los peores símbolos. Desde luego la destitución del alcalde Gustavo Petro tiene una motivación política. Es revelador además que un grupo afín al Procurador se viniera preparando para darle el zarpazo a Bogotá. Así lo reveló el ex constituyente y ex guerrillero Otty Patiño quien se enteró de la decisión contra Petro, semanas antes de que ocurriera y por boca de Francisco Santos.  Pacho no ha desmentido la versión de Patiño. Es lamentable que una conjura politiquera se disfrace de decisión disciplinaria. (Ver vínculo).

Es verdad, además, que el Procurador Alejandro Ordóñez es un fanático de ultraderecha que usa su cargo para perseguir a quienes no comulgan con su forma de ver el mundo. Por ejemplo al exalcalde de Medellín Alonso Salazar le cobró con destitución e inhabilidad la iniciativa de la Clínica de la Mujer que a Ordóñez le parecía un centro de abortos. El Procurador, en contraste, ha pedido absolución y libertad para varios parapolíticos cercanos a sus ideas.

Todo eso es cierto, pero de ahí a decir que Gustavo Petro es un abanderado de la transparencia, hay un trecho grande. Tengo respeto por su trayectoria. Petro fue un brillante senador que denunció con valor el auge paramilitar en Colombia. Sus debates destaparon el maridaje entre terratenientes, hombres de negocios, políticos y paramilitares. Arriesgando su vida y la tranquilidad familiar formuló sus denuncias y soportó agravios y persecuciones. 

Sin embargo –que duro es decirlo- Petro se confunde a la hora de escoger entre principios y conveniencias. 

Le ha pasado en varios momentos de su vida y casi siempre ha decidido mal. Se equivocó –y sólo vino a reconocerlo años después- cuando se alió con el hermano del amnistiado narcotraficante “Guillo Ángel” para llevar a Fernando Álvarez a la Comisión Nacional de Televisión. Se equivocó respaldando la llamada “ley de garantías” que legitimaba la reelección de Uribe, a cambio de una financiación a su partido de entonces. Se equivocó también cuando votó para elegir a Alejandro Ordóñez como Procurador General de la Nación.

Queriendo vestir de seda el voto por su actual verdugo, Petro ha sostenido que apoyó a Ordóñez como una forma de amparar a las minorías: “Vimos que podíamos incidir y amortiguar los efectos perversos anunciados sobre la población que defendemos, mujeres y LGTBI, por efecto de las creencias del nuevo Procurador”. (Ver Petro justifica su voto)

Nunca amortiguó nada y en cambio hay indicios de que su interés era otro. Con burocracia ha pagado Ordóñez a magistrados y congresistas, su elección y permanencia en el cargo. Petro no fue la excepción. Un hombre suyo, Diego Bravo Borda, terminó como Procurador delegado ante el Consejo de Estado nombrado por Ordóñez. 

La historia de Bravo es interesante porque dos años antes de llegar al ministerio público, escribió un artículo en El Tiempo defendiendo a Gustavo Petro (Ver Bravo defiende a Petro) y aspiraba a la Personería de Bogotá a nombre de una facción del Polo. La candidatura se le dañó porque descubrieron que Bravo había sido sancionado por la Procuraduría por irregularidades en una licitación. (Ver investigación Yesid Lancheros)

Eso, que le impidió convertirse en personero, no fue problema para que fuera Procurador. Bravo ocupó uno de los mejores puestos del ministerio público a pesar de llevar años sin haber pagado una multa impuesta por la propia Procuraduría (Ver resolución multa) y de tener vigente una sanción de la Contraloría. (Ver documento Contraloria) Es decir de estar inhabilitado para ejercer esa función. (Por cierto ‘La Silla Vacía’ reveló que la sanción fiscal se la levantó -en proceso relámpago- el contralor Julio César Turbay cuando ya Bravo era procurador delegado). (Ver vínculo)

Cuando Petro se convirtió en alcalde, resolvió llamar a su hombre para que trabajara en la administración de Bogotá. Diego Bravo fue nombrado Gerente de la Empresa de Acueducto y en esa condición fue el directo responsable del caos en la recolección de basuras que por unos días vivió la capital. 

Todavía no se sabe por qué mientras Petro despotricaba de los dueños del aseo de Bogotá, Diego Bravo parecía tener otra agenda y se reunía con ellos en el Jockey Club para ofrecerles nuevos contratos. 

Muchas aspectos de este episodio siguen pendientes de respuesta pero algo quedó claro: Petro votó por Ordóñez para que le nombrara a Diego Bravo y Ordóñez terminó destituyendo a Petro argumentando lo que había hecho Diego Bravo.

Al final la arbitrariedad de Ordóñez está logrando ocultar los innegables defectos del Petro administrador mientras resucita al Petro político, el mismo que es capaz de hacer estas alianzas.