Puente General Rafael Urdaneta, en Maracaibo. | Foto: Istock

VENEZUELA

¿Cómo ha cambiado el comercio portuario entre Colombia y Venezuela?

A través de los recuerdos de niñez de una mujer que vivió en Venezuela y que ahora trabaja en el Puerto de Cartagena revivimos lo que fue y lo que es hoy el comercio portuario entre estas dos naciones.

Martha Amor*.
1 de noviembre de 2019

No entendía de economía, tenía 5 años, pero comparaba una ciudad con otra a partir de la felicidad que me producían ciertos gustos, afectos y libertades.

Por un lado, autopistas, uno de los puentes más largos de América Latina, muchos edificios, vehículos importados de todo tipo de gama, electrodomésticos de la mayor calidad y el último grito de la moda en la ropa. Por el otro, calles empolvadas, muchas casas, pocos edificios, mecedoras en las terrazas, pocos vehículos particulares, buses de “palito” y la ropa cumplía estrictamente la función de “vestir”.

La tierra, el pie descalzo, el raspao de kola, las bolas de tamarindo, el intenso calor, era un mundo algo surrealista para quien vivía en otra tierra caliente con aire acondicionado en todas partes. Era el ir y venir en la década de los ochenta entre Maracaibo, ciudad próspera y petrolera de Venezuela, donde vivía; y Cartagena, para entonces, pequeño municipio del Caribe colombiano donde pasaba vacaciones, estaba la familia y tenía amiguitos de calle.

Recuerdo la tienda de barrio donde la “niña Tona”, olía muy raro, vendían muy pocas cosas y ahí debía ir a hacer los mandados. En contraste, supermercados o grandes tiendas en cada esquina de Maracaibo a los que solo llegaría si alguien me llevaba, en automóvil de seguro.

Adoraba ir al supermercado (Cada) porque al frente había una ciudad de hierro permanente, mientras en Cartagena lo más parecido eran las escaleras eléctricas del Magali París, a donde íbamos a jugar mientras fue novedad en la ciudad.

En el Cada las estanterías estaban llenas de lo inimaginable, la variedad de los dulces que había, hacían que escogiera uno diferente cada vez. Donde la niña Tona, las chocolatinas Jet o los bombombunes de Colombina, era lo más sofisticado a lo que podía aspirar. Los dulces americanos solo se conseguían en Sanandresito, así que donde “Tona” era fácil, siempre escogería el dulce de leche, que sacaban de un frasco de vidrio, sin envolturas, te lo entregaban en un papelito rapé y luego el placer de sentir como se deshacía en la boca. Nada más elaborado podía superarlo, por eso, de regreso a Venezuela, a los amigos les llevábamos arequipitos, de Alpina, lo más parecido al dulce de leche, pero “empacado”. Allá no se conseguía y así los antojaba de venir a Colombia.

Este es el romanticismo del comercio. Todo lo que podemos disfrutar e imaginar de un lugar solo por conocer un producto. Un producto que en principio yo podía llevarles pero que luego fue posible adquirir por la apertura de los mercados y el desarrollo de los puertos.

Países vecinos, países distintos

Lo que no sabía en aquella época era que las diferencias entre Maracaibo y Cartagena estaban relacionadas con la moneda fuerte que tenía Venezuela; esto posibilitó comprar bienes importados a precios más asequibles que en cualquier otro lugar de América Latina.

En Venezuela la apertura económica se inició en 1988 bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez y acá, en Colombia, empezó en 1991, con César Gaviria. Precisamente, ese mismo año salió la Ley Primera o Ley de Puertos, con la que se dieron en concesión las terminales portuarias del país de Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y Buenaventura.

El comercio bilateral entre estos dos países ha sido históricamente relevante. Sin embargo, el rompimiento de las relaciones comerciales, durante los últimos años, lo ha afectado.

Por ejemplo, en 1996 se exportaban 338 contenedores desde Cartagena hacia Venezuela y 198 contenedores más desde los otros puertos de Colombia. Doce años después esta cifra llegó a un pico histórico: 15.719 contenedores salieron desde Cartagena; en total se exportaron 21.131 desde todo el país. En 2018 los números se redujeron considerablemente: se exportaron 3.161 contenedores desde Cartagena y 1.113 por los otros puertos del país.

El comercio de contenedores con Venezuela, en los últimos 22 años, ha tenido un crecimiento sostenido con caídas en 2003, 2009, 2010, 2017 y 2018. Las más profundas fueron en 2009 y 2010, cuando Venezuela, bajo el gobierno de Hugo Chávez, a raíz de la crisis diplomática de marzo de 2008 por la Operación Fénix, no renovó los certificados a varios productos de exportación colombianos.

La crisis actual de Venezuela le ha dado la vuelta a todo. Ir ahora es encontrarse con un país destruido, muchas estanterías vacías, supermercados cerrados, largas filas para conseguir algunos pocos alimentos, nula variedad y muy pocas opciones. Ahora ellos migran a Colombia, los supermercados Cada no existen y su economía es de las más débiles de la región con una desaceleración del 23 por ciento y una hiperinflación cercana al millón por ciento. En los últimos dos años el comercio binacional ha caído a más del 50 por ciento.

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En 1986 regresé a Colombia con dulces para mis amigos. Y aunque fuera una noción infantil, me sorprende saber hoy que los productos que más exportamos a Venezuela desde 1995 a la fecha –en el sexto lugar– son los azúcares y los artículos de confitería. Y sí. Desde niña supe que por más variedad que tuvieran, nuestros dulces eran los más ricos.

*Analista de redacción y prensa del Grupo Puerto de Cartagena.