La agrominería ayuda a activar el campo y revierte el desabastecimiento que solía traer la minería. | Foto: Iván Valencia

Pequeña y mediana minería

Agrominería: el proyecto que une dos actividades económicas en Boyacá

Este proyecto de responsabilidad social, que impulsa la Gobernación de Boyacá, busca que en un mismo territorio coexistan dos actividades claves en la economía del departamento.

14 de agosto de 2017

En la provincia de Valderrama, a unas cinco horas de Bogotá, florece la vegetación y la vida silvestre, pasean cabras y ovejas y transcurre una cotidianidad tranquila a tan solo unos metros de las bocaminas de carbón. En Socha, por ejemplo, junto a los entables de la compañía minera Bulk Trading, se ven los cultivos de los campesinos –maíz, habas, papa– y las vacas pastando. Sobre el polígono de la mina de Santos Goyeneche, en Socotá, crecen pequeños parches de espigas de maíz. Lo mismo ocurre en el polígono de Coprocar, en Tópaga, en la provincia de Sugamuxi. Los dueños permiten que sus trabajadores traigan sus animales a alimentarse con la hierba que crece sobre la mina.

Esta particular convivencia entre la vida rural y la actividad extractiva es justamente lo que se busca lograr en Boyacá a través de la agrominería. Una iniciativa que consiste en aprovechar el suelo y los subsuelos en el interior de los títulos y de las zonas mineras para poner en marcha proyectos productivos que combinen el agro con la actividad extractiva.

Así lo explica Carlos Oviedo, secretario de Minas del departamento. Para implementarlo, cuenta, fue necesario realizar estudios sobre las condiciones del suelo y del agua de los territorios y así poder determinar qué tipo de cultivos se podían sembrar. “En la región se desarrollan varios proyectos de este tipo, principalmente de hortalizas y frutales”. El propósito, advierte, es demostrar que la agricultura, al igual que la minería, es progreso para Boyacá.

Édgar Pérez, un minero que aprendió el oficio desde niño, hoy de 44 años, es dueño de la compañía Minerales Santa María, en la zona rural del municipio de Sogamoso. El polígono de explotación son 15 hectáreas en las que trabajan unas 35 personas. La mayoría, campesinos.

En su opinión, el minero es minero y no agricultor ni ganadero. Pero no todos los que perforan la tierra dentro de un socavón son mineros de vocación. “Antes, aquí se producía maíz, cebada, quinua. Ahora, nadie cultiva. Y si no hay trabajo en la mina, los muchachos se van con la hoja de vida a buscar un empleo”.

Un día se puso a ensayar emprendimientos de bajo costo y poca tecnificación sobre el polígono de su mina. Dividió la tierra en parcelas y sembró alimentos. Más tarde, levantó cercos y trajo conejos y aves de corral. Descubrió que el tomate de árbol es una fruta que prende con facilidad en ese clima y no necesita mayor inversión; que los conejos son fáciles de mantener, se reproducen con velocidad, y la carne es económica y de buen mercado. Se convenció, entonces, de que estos emprendimientos podían servir de ejemplo para los campesinos trabajadores de su mina.

Y es que la reactivación de la producción agrícola en las zonas donde se llevan a cabo labores de explotación es otro de los impactos positivos de la agrominería. “Los desabastecimientos de alimentos en las zonas mineras siempre han sido una dificultad. Los productos de la canasta básica normalmente llegan de las grandes ciudades, por eso lo que buscamos es activar el campo”, explica Oviedo.

Pensar en ellas

Desde sus inicios, la minería ha sido una actividad de hombres. Sin embargo, por medio del proyecto de agrominería se ha querido vincular a las esposas de los mineros, que generalmente permanecen en sus casas, a que realicen labores productivas y de esta forma tengan la oportunidad de obtener un recurso para aportar económicamente a sus hogares. Un mecanismo, además, de fortalecimiento del núcleo familiar que está teniendo interesantes resultados.

Compromiso ambiental

Otro de los objetivos es ‘embellecer’ la minería por medio del paisajismo. Es común que las zonas mineras estén descubiertas, lo que impacta su entorno. Para contrarrestar esta realidad, la Gobernación de Boyacá ha impulsado la siembra de árboles nativos y alfalfa en municipios como Socha, logrando cambiar la forma en la que se percibe la minería. Cultivos a los alrededores y sobre las minas son cada vez más comunes, así como la recuperación de árboles nativos en las áreas afectadas por la actividad extractiva.

El manejo y uso del agua es otro de los aspectos que se buscan mejorar a través de la agrominería. Para ello se implementaron medidas que evitan los vertimientos de este recurso contaminado. Este programa está cambiando el esquema de una minería ancestral, que existe desde hace más de 70 años, demostrando que el desarrollo de los territorios alrededor de la minería responsable sí es posible. Oviedo recalca que “la minería es una labor del suelo y del subsuelo”, lo que significa que es necesario utilizarlos de forma responsable para que minería y agricultura se potencialicen, generando progreso y desarrollo sostenible.