Las tendencias y modas determinan la demanda y esta a su vez establece cuánto estarían dispuestos los clientes a pagar por una piedra. Muchos románticos dicen que, en últimas, puede ser el comprador final el que le ponga el precio a la gema dependiendo de las sensaciones que esta le genere.
En todo caso, en SEMANA le explicamos los factores que en realidad permiten ponerle precio a una esmeralda para que los tenga en cuenta a la hora de comprar.
Talla: se refiere a la forma en que la piedra fue tallada. Este es quizá el factor más complejo, porque necesita de la convergencia de otros elementos, como el corte, el brillo y los ángulos.
Aquí se revisa que los ángulos de las facetas coincidan, que le den más refracción de luz a la piedra y más dispersión (rompimiento de la luz en sus colores espectrales), y que esté bien brillada.
Este aspecto es muy importante porque si se tienen dos piedras, una tipo esmeralda y otra con forma de lágrima, y ambas poseen las mismas características en tono, cristal, limpieza y peso en quilates, la de talla esmeralda cuesta más, porque este corte refracta mejor la luz, le da más vida y concentra de una manera adecuada el color.
Tono: el ojo humano no alcanza a identificar y clasificar con precisión los distintos tipos de verdes de las esmeraldas. Por eso se creó una medida que permite ordenar el color en tonos intensos, medios y claros.
Los intensos son más valorados, pero esto tiene que ver más con el gusto del comprador. En todo caso, si una presenta color ideal y no posee una talla, limpieza y cristal adecuados; probablemente no sea bien avaluada en el mercado.
Cristal: las esmeraldas son cristales que para crearse necesitaron millones de años y la combinación perfecta de varios elementos: cromo, hierro y vanadio. De acuerdo a este parámetro se clasifican en transparentes, traslúcidas u opacas. Entre más transparentes, más costosas, porque así es como resalta su belleza.
Limpieza: algunos de los elementos de la naturaleza que interactuaron para darle vida a una esmeralda dejaron sus rezagos dentro de estas, llenándolas de impurezas llamadas inclusiones, que pueden ser cristales o minerales como calcitas, cuarcitos, piritas o dolomitas; de fluidos, huellas que deja la gema cuando se está formando, o de fisuras, que normalmente se embellecen con aceites y resinas.
Unas de las inclusiones fluidas más características de estas piedras son las trifásicas, compuestas por un líquido, un gas y un sólido.
Es limpia una esmeralda en la medida en que tenga la menor cantidad de inclusiones posibles. Siendo así, el quilate de una de estas gemas podría llegar a costar hasta 50 millones de pesos.