El padre Arcila, párroco de Santa Ana y promotor de la fe por María Auxiliadora, falleció en 1985. | Foto: Diego Zuluaga

REPORTAJE

María Auxiliadora, ¡vela por nosotros!

La iglesia de Santa Ana recibe cada martes a miles de feligreses católicos. La periodista Patricia Nieto trata de entender el por qué. Al final los milagros la ayudarán —un poco—.

Patricia Nieto*
24 de abril de 2019

María Auxiliadora podría ser el nombre de un ser dedicado a invertir toda su energía en el ejercicio de ‘cierta’ bondad universal. Pero esta interpretación no tendría eco entre los peregrinos y devotos que recorren el atrio de la iglesia, porque para ellos María Auxiliadora es la madre de Jesús, la que protege a los cristianos e intercede ante Dios como mensajera de sus súplicas… y punto. Imaginarla como lo hice –vital, social, errante– es un recurso inútil para tratar de acercarse a una fe que se cultiva en Sabaneta hace 50 años.

Como toda devoción, la que viven en Sabaneta por María Auxiliadora tiene un relato fundacional. Repetido en folletos, periódicos y entrevistas, dice, palabras más, palabras menos, que el 10 de septiembre de 1968, Nevardo Montoya, Jesús María Uribe y Juan Pablo Garcés, vieron cómo María Auxiliadora, entronizada en la nave norte de la iglesia, parpadeó una y otra y otra vez. Los hombres interrumpieron la celebración a la que asistían y dieron aviso. Como respuesta, 14.000 curiosos se presentaron esa misma tarde en el templo. ¡Una multitud!, si se tiene en cuenta que en todo el territorio municipal vivían, según el estudio ‘El proceso de municipalización de Sabaneta’, 12.900 personas.

El avistamiento de las señales se convirtió en noticia y las romerías de feligreses configuraron el corazón de una historia escrita por el sacerdote Ramón Arcila, maestro en el arte de divulgar hagiografías y de bautizar veredas, caminos y escuelas con nombres del santoral. Tres años antes del acontecimiento –del parpadeo–, el 19 de septiembre de 1965, Arcila comenzó a dar cuenta de favores prodigados por la “Dulce Señora”, como él llamaba a María Auxiliadora. Es así como en la Hoja Parroquial número 324, informó de la creciente preferencia de sus feligreses por la Virgen que fue consuelo de los cristianos y auxilio de San Juan Bosco en la expansión de su obra por el mundo. Solo ocho meses antes del acontecimiento, el 21 de enero de 1968, Arcila anunció que todos los martes a las cuatro de la tarde, celebraría una misa consagrada a María Auxiliadora y en favor de los peregrinos. 

Durante una de esas celebraciones semanales, ocurrió el hecho que hemos referido, que cambió la historia de Sabaneta. Después del suceso, que algunos llaman aparición pues dicen que realmente el rostro de María se dibujó sobre los telones que adornaban el altar, el nombre de la Auxiliadora opacó el de la Sagrada Familia, la Virgen del Carmen y hasta el de Santa Ana, patrona de la parroquia y primera santa invocada por Arcila, en 1930. Ese año, precisamente, lo nombraron capellán y procedió a estrenar el templo construido con barro cocido y argamasa, una sola torre que se eleva desde el atrio, y tres naves sobre arcos romanos.

No había pasado un año desde el milagro de los párpados y ya el sacerdote había dado noticia de la ocurrencia de 169 favores. Además, calculó que más de 400.000 peregrinos habían visitado su templo. También salió al paso de las críticas provenientes de quienes exigían auditoría del Vaticano para certificar el carácter milagroso de la Virgen, de la nueva reina de Santa Ana. En la Hoja Parroquial del 7 de septiembre de 1969, escribió: “…No tiene importancia el saber si efectivamente la Santísima Virgen se apareció en el telón donde con gracia y arte estaba arreglada la imagen de María Auxiliadora, en la tarde memorable del 10 de septiembre de 1968, o si solo fue una ilusión óptica producida por el juego de luces y la conformación de los hermosos telones. Lo que sí es evidente es la presencia extraordinaria de la Virgen María, por los grandes e innumerables favores que constantemente dispensa a todos los que acuden (a ella) con fe viva, con confianza íntima, con amor de fuego”.

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Desde muy temprano, entonces, el padre Arcila dio por resueltas las dudas y se dedicó en cuerpo y alma a construir un santuario para venerar a María Auxiliadora dentro de la iglesia de Santa Ana. Parece que para él no existían los conflictos de intereses entre las dos divinidades. Santa Ana, madre de la Virgen María, abuelita de Jesús, conservaría su altar en la nave central del templo, dado su carácter de patrona histórica del pequeño pueblo ubicado a solo 14 kilómetros de Medellín. La Auxiliadora –joven, blanca, madre del Mesías, enaltecida con una corona, empoderada con un cetro y sostenida por una nube– reinaría desde el mismo lugar donde entornó los párpados milagrosamente.

Arcila fue disciplinado, paciente y astuto. Durante 55 años lideró la construcción de una fe basada en la divulgación de los poderes de María Auxiliadora y asumió las consecuencias de haberlo logrado. Su parroquia se convirtió en el centro de peregrinación más concurrido de Colombia y, de esa manera, en el motor de transformaciones más importantes del lugar. Así las cosas, Arcila fue mediador en tiempos electorales, consejero de urbanistas y gerente de un “negocio espiritual”, como dicen los contertulios del atrio, tratando de no perder su carisma de pastor bondadoso y sabio. ?

El padre Arcila, así lo nombran en Sabaneta, no descuidó su propia espiritualidad: rezó tres Aves Marías cada hora durante toda su vida; soportó con dignidad intensos dolores provenientes de heridas en sus pies; compartió la riqueza de su parroquia con los pobres y con el Vaticano; y, cuando lo señalaron de bendecir a los sicarios que acudían a su templo antes de cometer un crimen, dijo que ante los ojos de la Virgen eran hijos de Dios y era su deber de pastor acercarlos al rebaño. Cuando a María Auxiliadora comenzaron a llamarla la Virgen de los Sicarios, ya Arcila no estaba para defenderla; y la Medellín de los años noventa era una fiera imposible de domar con camándulas y novenarios.

La devoción sobrevivió a Arcila, fallecido en 1985, y María Auxiliadora conserva su trono en la parroquia de Santa Ana. Una nueva generación de peregrinos, que no presenció el milagro, ruega hoy que la Virgen los represente ante la corte celestial. Cada martes, por lo menos, 6.000 personas asisten a las 14 misas de la jornada. Hablan en voz baja, como para adentro, y dejan sus ofrendas en las diez alcancías empotradas en paredes y columnas. 

Cuando las rejas del templo se cierran tras la salida del último peregrino, la energía espiritual también se dispersa. María Auxiliadora no se queda bajo llave, se ha ido con cada uno de los que imploran y podría –digo yo–, ser el germen de una cierta bondad universal. Pero no es ni será así, los sabaneteños se burlan de lo que digo y me recuerdan que afuera gruñe un mundo violento en el que solo se sobrevive con furia.

*Periodista.