La pandemia ha puesto en evidencia la necesidad que tiene Colombia de contar con un suministro de los productos básicos de la dieta de la población. | Foto: Daniel Quintero

Agro

Este es el momento para mejorar las redes de abastecimiento de alimentos

Esa es una de las enseñanzas que nos deja la pandemia en Colombia. Hay que modernizar todo el sistema que provee de comestibles al país y que lleva comida a nuestras casas. ¡Se requieren cambios ya!

Juan Patricio Molina*
26 de julio de 2020

Muchos países viven hoy una fuerte crisis de salud y empleo debido al crecimiento del covid-19; pero ninguna nación puede permitir que a estas problemáticas se les sume una escasez de alimentos. La seguridad alimentaria –como se ha explicado en las páginas de este especial– es una necesidad vital de todos los ciudadanos. Por eso resulta tan importante que los consumidores comprendan y sean más conscientes de lo que significa el abastecimiento de comestibles, un proceso que tiene en su base a los agricultores. Esto debería convertirse en un llamado al Estado para que ofrezca las soluciones de fondo que requiere el campo. Pero también en un mensaje para que todos reflexionemos sobre el tipo de sociedad rural que queremos construir.

Del abastecimiento de alimentos en Colombia hace parte una heterogénea red de 29 mercados mayoristas que, articulada a mercados regionales y de origen, depende en buena parte de la pequeña y mediana producción. La estrategia de proximidad entre la distribución final y el consumo también ha sido relevante en el abastecimiento, que se garantiza gracias a la red de tiendas de barrio, fruver y supermercados que, a su vez, se provee de las plazas mayoristas. Los últimos diez años evidencian la preponderancia en el consumo de importaciones de cereales y granos, mientras que en leguminosas, tuberosas, frutas, verduras y alimentos proteicos predomina la producción nacional.

La pandemia actual pone en evidencia la necesidad que tiene el país de contar con un suministro de esos productos propios, básicos en la dieta de la población, que fluyan a lo largo de una cadena sólida de distribución y que sea justa con los involucrados. Para conseguirlo se requieren políticas de soberanía alimentaria que defiendan la producción y a quienes participan de ella, pero también son imprescindibles buenas prácticas que garanticen el derecho a la alimentación y respeten la diversidad territorial, cultural y productiva.

En ese sentido, esta crisis es una oportunidad para modernizar los sistemas de abastecimiento. Estos se pueden mejorar aprovechando el universo rural y el urbano a través de las tecnologías de información y comunicación. Este momento nos invita a incorporar el abastecimiento de alimentos en los planes de desarrollo de las capitales, los departamentos y los municipios del país.

¿Cómo conseguir este propósito? La diversidad de actores que participan en dichos sistemas hacen que su manejo sea más complejo, impiden que su operación sea transparente, eficaz y equitativa con los productores. Hoy, ante las nuevas
exigencias de los consumidores, tales sistemas demandan nuevas condiciones de organización y regulación de suministro, que abran espacio a otros canales de venta, por ejemplo, de organizaciones campesinas.

Mercados alternativos

Estos se caracterizan por las relaciones estrechas entre los productores y los consumidores, y por procesos de acción colectiva basados en valores como la confianza mutua. Los mercados alternativos se han fortalecido y lograron adaptarse al nuevo contexto mediante redes de solidaridad y estrategias de entregas a domicilio.

La Red Nacional de Agricultura Familiar actuó rápidamente en la definición de un protocolo de bioseguridad, así como en los acuerdos de continuidad con los gobiernos locales. Igualmente, logró el pronunciamiento de la Procuraduría General de la Nación, exhortando a las autoridades territoriales a garantizar la comercialización de la producción campesina; y consiguió que el Gobierno informara sobre la construcción de la Política Pública para el Campesinado, y se realizara la convocatoria de una Audiencia Nacional por la tierra, el territorio y el campesinado. Si se materializa el proyecto de ley que promueve la participación de pequeños productores en los mercados de compras públicas de alimentos, se abrirá una puerta a nuevos esquemas de comercialización.

Esta pandemia no debe hacernos olvidar la amenaza del cambio climático sobre el sistema alimentario. La salud y el medioambiente van de la mano. En la base de sus manejos inadecuados y efectos nocivos están nuestros hábitos de vida, lo que nos obliga a nuevos comportamientos coherentes con la sostenibilidad, es decir, el tipo de alimentos que deberíamos consumir y el aprecio por su origen.

*Profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias y del Grupo de Investigación en Gestión y Desarrollo Rural de la Universidad Nacional

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