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AIRE DE AFICHE

Cambio radical de cubiertas en las recientes publicaciones de Colcultura.

18 de junio de 1984

La reciente producción editorial de Colcultura después de un receloso receso de dos años ha sido desafortunada. Sin estar a la altura de su experiencia, impresa en centenares de títulos a lo largo de tres lustros, es preocupante que la ofensiva no tenga el respaldo de un equipo editorial curtido y solvente. En un frío y despoblado acto llevado a cabo en la minúscula sala de música de la Biblioteca Nacional de Bogotá, su directora mostró cinco títulos. Uno de ellos sin referencia a colección alguna y el resto ubicados en la franja de la "Colección popular". Para empezar hubo cambio radical de cubiertas. Diseños llamativos pero estridentes, todos en la técnica del collage a partir de grabados europeos, que evocan un esforzado aire de antiguo afiche polaco y lejos de la tendencia actual, de mucha elegancia y lirismo en el color. Con el atenuante de llegar a desinterpretar el contenido que enmarcan. Un libro de poemas de José Manuel Arango, "Este lugar de la noche", de un tono riguroso y distante del sarcasmo, mereció una tapa con una calavera amarillosa y peluca de rosas magentas. O el libro de González Cajiao, una obra de teatro cuya trama desarrolla un episodio de la vida chibcha: una máscara afrancesada del siglo 18. En fin; si el impacto se convierte en agresividad, la eficacia termina por malograrse o malinterpretarse. Los libros, además, carecen de armonía: tres clases de papel distintos, tamaños de letras disímiles, ausencia del obligado ISBN en tres de ellos (que es un código de editores aceptado universalmente). Sus páginas titulares eliminan la legendaria costumbre de anotar ciudad, año y casa editora. Uno de ellos carece de tipografía en el lomo, por lo cual su identificación en estante será imposible. Disparidad en el uso de los logotipos, y el hecho grave que todos son reimpresiones y se omiten las referencias a las primeras ediciones, violando convenciones editoriales. Además, los precios: mientras la "Colección popular" se vendía anteriormente al estupendo precio de $ 35, los nuevos especímenes llegan a fluctuar entre $ 150 y $ 420, equivocando el concepto de subvencionar cultura. Si el valor se rige por la cantidad de páginas, uno de los ejemplares hubiérase podido aligerar en un 25 por ciento de sus páginas, con idéntica eficacia tipográfica pero mayor ventaja en el diseño interior.
De los libros entregados se destaca una edición facsímil de la famosa revista "Panida", iniciada en Medellín por León de Greiff en 1915. Para el lector lego esto sería un acierto siempre y cuando la brevedad en la presentación no llegara a la precariedad. Muchos de los escritores de esta revista usaron seudónimos que en el prólogo no se esclarecen. Sin un contexto detallado y riguroso, un trabajo de esta índole no alcanza su objetivo: el rescate de un pensamiento colombiano vigente y ejemplar. A pesar que la edición recaba en el mérito de ser un facsimilar, no lo es. Comparándose con el original, hay diferencias de tamaño. Además se eliminaron las cubiertas, privando al lector de curiosear en los avisos de la época y más aun, omitiendo presentar la última tapa, la número 10, reproducida aquí, un dibujo de Rendón, que rompía con la idea de las nueve anteriores. Un facsímil según el diccionario es una "perfecta imitación o reproducción de un impreso". No era difícil lograrlo "Panida" se editaba en papel periódico y poseía una gracia: cada cubierta venía en el mismo papel pero coloreado. Amarillos, verdes, naranjas. Con un mínimo esfuerzo y sobretodo, deseos de acertar, las cosas hubieran sido exitosas. Algunos números de la revista original traían el grabado de un personaje, impreso sobre papel satinado. Esto tampoco se llevó a cabo como debía ser. Hay una tradición del facsímil en Colombia (Carvajal, Editora Arco, Ediciones Sol y Luna) que se le midieron a obras de mayor complejidad y salieron airosos. Hay forma de hacer la realidad posible. Con más trabajo, más profundidad, más intenciones, Colcultura puede retomar rumbos y seguirle mostrando al país que el Estado es capaz de llevar la vanguardia en la difusión del libro.

EL DISEÑO EN ACCION
Las autoridades del tránsito bogotano continúan empeñadas en respetar los andenes del peatón. Más allá de las multas mudas apelaron a un delicioso objeto de papel adhesivo que colocado en la ventana delantera del automóvil mal estacionado, le recuerda al chofer su abuso con la frase: "Espacio público, derecho de todos". Lo engorroso y urticante de la calcomanía es que le quita visibilidad al conductor, de la misma manera que éste lo ha hecho al invadir la propiedad común. Con un atenuante: apenas se introduce al vehículo, muchas veces con la mirada acusadora del transeúnte, alcanza a leer eso sí de adentro hacia afuera algo más: Usted se está apropiando indebidamente del espacio urbano. Una campaña recursiva y efectiva con mucho diseño, que todos apoyaremos.