En 1573, durante la Conquista, Felipe II dio a conocer las 'Ordenanzas de Nueva Población', una compilación de textos que corresponden a las nuevas fundaciones. Allí dice: "La plaza mayor, de donde ha de comenzar la población, sea su forma en cuadro, que tenga por lo menos un largo equivalente a vez y media su ancho, porque de esta manera es mejor para las fiestas, aún las de a caballo? la grandeza de la plaza debe ser proporcionada con la cantidad de vecinos y con lo que la población pueda crecer". En otro pasaje determina lo siguiente: "Las calles se prosiguen desde la plaza mayor, de modo que aunque la población crezca no se afee lo ya edificado o se perjudique la defensa y comodidad (de la ciudad)? A trechos se irán conformando plazas menores, donde se han de edificar los templos parroquiales, repartidos en buena proporción para la doctrina". Las citas hacen parte del libro La plaza, el centro de la ciudad, del arquitecto Juan Carlos Pérgolis, y se refieren a cómo surgieron algunas de las plazas más importantes de Iberoamérica. Algunas se crearon bajo los parámetros dictados por la corona y otras por el criterio del fundador de turno. Para Pérgolis: "La ciudad americana se conforma a través de una serie de elementos que encierran su significado; la trama urbana definida por el sistema de calles y plazas -partiendo de la Plaza Mayor- que determina la cuadrícula regular y ortogonal; la jerarquización de un centro administrativo -comercial con los edificios más notables en torno a la Plaza Mayor- y un tejido de viviendas más o menos homogéneo, cuyos parámetros definen las calles y las plazas". Esta es apenas una de las revisiones que el autor del libro hace del surgimiento de las plazas en Latinoamérica, pero también en otras ciudades de Occidente. Según Pérgolis la plaza siempre ha sido un lugar afectivo para la comunidad y para cada uno de sus habitantes. La urbe iberoamericana existe a partir de la plaza; no se concibe la idea de ciudad, cualquiera sea su escala, sin el parque central, sitio de encuentro, sede del poder, referencia de la trama urbana, depositario de la memoria y el presente, del mundo propio de sus ciudadanos.¿Cómo son esas plazas? ¿Por qué son así y no de otra manera? ¿Cómo se han ido transformando? Esas preguntas le fueron surgiendo a Pérgolis desde hace casi 20 años cuando empezó una investigación llamada 'Elementos de significación en las ciudades iberoamericanas'. Hacia finales de los años 90 participó en la exposición itinerante 'Ciudad Colombiana', que organizó la facultad de artes de la Universidad Nacional, y allí le nacieron nuevas inquietudes que lo llevaron a otro tema de investigación: 'Formas, usos y significaciones de las plazas en las ciudades iberoamericanas'. Y a partir de ahí, apoyado en los archivos del Ibero-Amerikanisches Institut de Berlín y con el apoyo de investigadores en Quito, Buenos Aires, La Plata y Lima, decidió consolidar todo en un libro. El arquitecto Rogelio Salmona, quien redactó el prólogo, subraya dos puntos esenciales del estudio: el sentido social y cultural y el interés colectivo hacia el espacio público. También cómo se han ido transformando las plazas, las ciudades, por todo tipo de influencias, entre ellas la arquitectónica. Para sólo citar un ejemplo de los múltiples que trae a colación Pérgolis, Hernán Cortés escribió hacia 1520 sobre Tenochtitlán, la futura Ciudad de México: "Es tan grande como la ciudad de Sevilla y Córdoba. Son las calles muy anchas y muy derechas. Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado... Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil personas comprando y vendiendo?" .El librero Francisco Sedano escribiría en 1789 sobre la Plaza Mayor de Ciudad de México: "Esta plaza, cuando estaba en el mercado, era muy fea y de vista muy desagradable. Encima de los techados de teja manil había pedazos de petate, sombreros y zapatos viejos y otros harapos que echaban sobre ellos. Lo desigual del empedrado, el lodo en tiempo de lluvias, los caños que atravesaban, los montes de basura, excremento de gente ordinaria y muchachos, cáscaras y otros estorbos la hacían de difícil andadura". La Plaza Mayor de Madrid, por su parte, sólo tuvo sus principales cambios a finales del siglo XVIII a manos de Juan de Villanueva: un espacio cerrado, con fachadas homogéneas. La Plaza de San Marcos en Venecia, la Plaza de San Pedro y del Campidoglio en Roma, también tienen una historia inmensa antes de consolidar su nueva imagen.El libro también habla de la famosa Carta de Atenas que apareció en 1942 y que predicaba la desaparición de la ciudad tradicional. Allí se habló de una ciudad que careciera de centro, que olvidara la ciudad continua estructurada a partir de una plaza mayor, y que también se obviara el concepto de manzana. Al respecto Salmona opina: "Tiene razón el autor al lamentar las 'desfiguraciones' de la ciudad tradicional propuesta por la Carta de Atenas y los planteamientos urbanos de Le Corbusier para Bogotá. No nos engañemos: ni Karl Brunner, ni Le Corbusier, ni ningún urbanista en Iberoamérica han podido dar respuesta a la ciudad de este continente en proceso acelerado de crecimiento y modificación". Le Corbusier propuso demoler gran parte del centro de Bogotá, incluido el Palacio Liévano, para levantar dos rascacielos. El centro quedaría dividido en dos grandes manzanas. Finalmente sus propuestas no se concretaron y en 1960 el arquitecto español Fernando Martínez llevó a cabo la remodelación de la Plaza de Bolívar. Ese mismo año se llamó a concurso para construir un nuevo Palacio de Justicia, el cual sucumbiría en llamas en 1985 tras la toma guerrillera del M-19. En Lima, buena parte de los cambios que sufrió la Plaza Mayor ocurrieron en el último siglo.Y es allí donde Pérgolis entra a analizar la creación de plazas en ciudades nuevas como Brasilia, Ciudad Guyana en Venezuela y Nueva Federación en Argentina, una reubicación del asentamiento de Federación, que había sido inundado por la represa Salto Grande. Para el autor Brasilia terminó siendo una ciudad para el automóvil y una cita de F. Bullrich resume en buena parte lo que ha sucedido con la Plaza de los Tres Poderes: "Por lo general la plaza está desierta, nadie la cruza ni se encuentra con ella? se tiene la sensación de que la plaza no ha sido utilizada nunca, salvo el día de su inauguración". Este ensayo habla desde el ágora griega, los foros romanos, las plazas en el medioevo y el renacimiento, en el barroco, hasta las fundadas recientemente, incluidas las colombianas. Pero también cómo se ha transformado el concepto de plaza, cómo se planteó su desaparición en la urbanística moderna. Un importante documento, no sólo para urbanistas sino para lectores, viajeros apasionados y también para aquellos empeñados en recuperar los espacios públicos y darles el verdadero significado que deben tener. Más que escenarios para contemplar, puntos de encuentro entre los habitantes, que en últimas es la verdadera razón de ser de las ciudades.