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APARECIO EL DALI COLOMBIANO

El "Elefante Surrealista", un misterioso eslabón del escándalo Dali--Pujol.

23 de mayo de 1983

Como otras de sus sensacionales excentricidades fue calificado inicialmente por muchos el descubrimiento de que por lo menos 600 cuadros atribuidos desde 1975 al pintor español Salvador Dali no eran, en verdad, de Salvador Dali, sino de un genial imitador de su estilo, un catalán de nombre Manuel Pujol Baladas, que inundó el mercado con sus propias creaciones.
El escándalo, uno de los más comentados de los últimos años por la magnitud económica de la estafa y por la incertidumbre a la que redujo a centenares de coleccionistas de arte, que a estas mismas horas aún ignoran si el Dali que tienen colgado en las salas de sus casas es más bien un Pujol, no ha logrado aún aclararse del todo, pues por un lado el imitador afirma que él no estaba al tanto de la "utilidad" que estaba dándosele a sus falsificaciones, y por el otro sugiere que comenzó a imitar a Dali por encargo de su hoy fallecida esposa, Gala.
Apenas hubo explotado el escándalo, se corrió velozmente el rumor de que algunos falsos Dali habrían aparecido en el Museo Dalí de Cleveland, en la galería inglesa "Sotheby's" y en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Y fue tal la reacción que produjeron estos rumores que el único hombre que podía confirmarlos o negarlos, Manuel Pujol Baladas, se vio obligado a romper el silencio con el que había protegido su secreto durante cerca de seis años. Lo que reveló, sin embargo, es tan inverosímil como su propia capacidad de imitar el estilo de Dalí.
LO QUE CONTO PUJOL
El imitador conoció a Dali en 1975, cuando se proyectaba hacer una carpeta con obras originales de cuatro pintores catalanes en conmemoración del 75 aniversario del Club de Fútbol de Barcelona. "En una de estas reuniones Gala se mostró muy interesada por conocer mi pintura" recuerda Pujol. "Y me sugirió que le enviara algunas diapositivas de mi obra, con la promesa de que si mi pintura estaba de verdad a un nivel, me podría ayudar, lanzándome como había hecho con otros anteriormente. Pocas semanas después", continúa Pujol, "Gala aceptó que en mis trabajos había calidad, pero apuntó que carecían de posibilidades comerciales; me aconsejó dejar mi estilo expresionista y hacer un tipo de pintura más figurativa aún, con un sentimiento realista o surrealista".
Pujol inicialmente se negó a modificar su estilo porque consideraba que era una forma de venderse, al ceñirse de tal forma a los criterios de otra persona. Pero no eran aquellos tiempos fáciles para el pintor, que apenas ganaba lo suficiente para vivir, y por ello un día, a finales de 1975, se sintió tentado por una nueva oferta. Esta provino de George Val, un marchante y amigo íntimo del secretario privado de Dalí, Enrique Sabater, que supuestamente le habría dicho a Pujol: "Gala me ha comentado que eres un gran pintor. ¿Por qué no haces alguna cosa para él? (Dali) Es un hombre que está físicamente mal y se tendría que ayudar colaborándole. A mi me gustaría saber si realmente eres capaz de hacer algo sobre la temática del maestro".
Dalí, efectivamente, estaba enfermo. Desde esa época contrajo el "mal de Parkinson" y su pulso, por ese motivo, se ha ido aflojando con el tiempo. Se rumora, además, que al haber disminuido su ritmo de trabajo habían también mermado sus entradas económicas, y por ello supone Pujol que Gala habría podido usar a Val, a través de su amistad con Sabater, para promover indirectamente las imitaciones. "Me considero un profundo admirador de Dali y una de las personas que mejor conoce su pintura. Por eso imitarle, incluso en la firma, porque mucho cuadros salían de mis manos con la rúbrica de Dali, no tenía ningún secreto. En realizar un guache o una acuarela solía tardar tres horas y un óleo me llevaba un par de días".
Lo que finalmente se supone que sucedía era que Pujol le vendía su "Dalí" al marchante Val por un precio más o menos moderado, y este lo revendía posteriormente, quizás en complicidad de Sabater y de la misma Gala. No se explica, sin embargo, que Pujol ignorara el complot, como en repetidas ocasiones lo ha afirmado.
"Todo esto lo hice acuciado por la necesidad y sin tener constancia del uso que se estaba haciendo de mi obra de imitación", afirma contradictoriamente. Sin embargo, Pujol imitaba a conciencia el estilo de Dalí y luego lo sellaba con una falsificación de su rúbrica. No resulta entonces lógico que ignorara el uso que se le estaba dando a su prolífico talento, porque sus imitaciones no podían tener otro objetivo que el de suplantar a Dalí, como efectivamente sucedió.
"A partir del setenta y cinco, en todo el mercado mundial hay más obras sobre papel (acuarela, guaches y dibujos) mía que de Dali. Estimo que fueron unas 400 las piezas que salieron de mi mano en esos seis años, contra unos cien aproximadamente que haya producido el propio Dali". Pero quizás donde las sospechas de Pujol se tornan más espectaculares es en lo que se refiere a los motivos que existen tras el hecho de que no todas sus imitaciones se han sacado al mercado. "Las retienen con vistas a la revalorización que sin duda sufrirá su obra (la de Dali) cuando se muera (...). ¿Muerto Dali, quién va a decir qué obra es válida y cuál no? ".
En opinión de la revista española Cambio 16, uno de los medios que con más ahínco ha investigado el escandalo, lo que Pujol hizo sin saberlo fue "equilibrar" el déficit de Dalí existente en el mercado a partir de una cierta época. "Era como si estuvieran trabajando dos empresas simultáneamente: una continuaba produciendo, pero estaba condenada al "crac" porque su maquinaria no se podía renovar, y por ello se creó otra paralela, subsidiadia de la anterior".
EL DALI-PUJOL COLOMBIANO
Colombia no fue ajena a las falsificaciones del estilo de Dalí. Insistentemente se afirmó que uno de estos cuadros. "El elefante surrealista", habría estado depositado durante algunos días en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, rumor que fue confirmado por Pujol y luego por la directora del mismo, doña Gloria Zea de Uribe.
Los periódicos colombianos, y en general, los medios de comunicación, intentaron fervientemente seguirle la pista al supuesto Dalí falsificado y lograron establecer equivocadamente que la obra había llegado al país procedente de España hace cerca de dos años, presuntamente adquirida por el coleccionista de pinturas Marcos Tello, quien la habría depositado en el museo con el objeto de venderla por varios millones.
SEMANA logró establecer finalmente que el supuesto "Coleccionista Marcos Tello" es en realidad el abogado Mario Eduardo Tello Pardo, quien adquirió el Dalí en la galería "Nouveau Artists Ltd." de Nueva York por una suma cercana a los 800 dólares. El abogado le reveló a SEMANA que sí intento vender el cuadro, aunque no por los millones que se le achacaron al supuesto intento de transacción, y que al no haber logrado efectuar dicha venta le obsequio "el elefante surrealista" a una amiga suya, para sacarlo de circulación en vista de los rumores que lo vinculaban con la estafa protagonizada por Pujol Baladas.
Este último habría descrito el cuadro como un "óleo con un elefante emergiendo de un horizonte marino y un tronco de parra y una pared en primer plano". "El elefante surrealista", sin embargo, no concuerda del todo con esta descripción, ya que se trata de una litografía en la que, como el lector podrá comprobarlo a través de la reproducción fotográfica que aquí hacemos de la misma, no existe el horizonte marino, ni el tronco de parra ni la pared, aunque sí el elefante, que efectivamente es bastante surrealista.
Cabe la posibilidad, entonces, de que el cuadro sea auténtico, tal como lo certifica la galería "Nouveau Artists" de Nueva York; pero dado el hecho de que el mismo Pujol Baladas afirma tener conocimiento de que una de sus falsificaciones había estado depositada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, y teniendo en cuenta que "El elefante surrealista" fue el único cuadro de Dalí que en la época correspondiente al escándalo pasó por el Museo, también cabe la posibilidad de que se trate del mismo cuadro al que alude Pujol, quien pudo haber olvidado los detalles concretos del mismo, posibilidad bastante lógica si se piensa que el pintor trabajó en más de 400 piezas "dalinianas" en el término de seis años, por lo que bien pudo haber confundido el escenario de "El elefante surrealista" con el de alguna otra de sus obras.
El abogado Tello, en todo caso, aclara que no es ningún coleccionista ni menos aun un traficante de arte, y que si el Dalí que él adquirió resulta, en verdad, un Pujol, su circunstancia será la misma de otros tantos que cayeron en el engaño de este sofisticado complot.
No deja de ser curiosa la afirmación de Pujol Baladas en el sentido de que en alguna oportunidad un marchante amigo, como Val, de Enrique Sabater, le habría comentado que "yo debía producir más porque en Sudamérica hay un gran mercado casi intacto". No tiene nada de raro, entonces, que varios de estos "Dalí-Pujol" hayan sido adquiridos por colombianos, que en estos momentos guardan un firme silencio ante la posibilidad de aceptar que también cayeron en la trampa de uno de los mayores escándalos pictóricos del siglo.-
DALI: ENFERMO Y SOLITARIO
Dalí está próximo a cumplir los 79 años encerrado en su castillo de Pubol, en España. Para nadie es un secreto que el pintor se encuentra enfermo y que sus finanzas tampoco van de lo mejor. Cuidado por dos enfermeras día y noche, su cuerpo sigue adelgazando, su piel se ha cubierto de manchas negras y su cabello gris cae como almidón de una cabeza ya rasa. Su ojo, sin embargo, sigue intacto. Continúa pintando aunque mucho más lento y solitario que nunca. Tras la muerte de la "divina Gala", quien fuera su compañera inseparable y un elemento significativo de casi todas sus obras, Dalí se ha encerrado en su castillo y afirma: "Todo lo que hago ahora se enfoca en el fenómeno de las catástrofes. Antes, apenas me ocupaba de ello, pero con la vejez me ha llegado la hora de encarar este tema". Sí, el célebre pintor catalán ha cambiado su pintura, según él "ya no es uná imaginación puesta al servicio del capricho o del sueño, ni del automatismo, sino unas significaciones que son la conclusión de mi propia existencia, de mi enfermedad y de todos mis recuerdos" A la cantante andrógina Amanda Lear, quien fuera su musa durante casi veinte años, le dijo hace algunos meses: "He acumulado demasiadas vivencias como para terminar mi existencia de esta manera. Es la última vez que le habló. Estoy pagando hoy toda una vida de sarcasmos." No es sólo la arteriosclerosis, agravada por una gran fatiga física, lo que hoy pesa sobre Dalí, sino más bien las vivencias de todo un siglo. Han quedado atrás los fogosos años veinte vividos en La Residencia de Estudiantes, en Madrid, junto a quienes fueran sus grandes amigos de ese entonces: Federico García Lorca y Luis Buñuel.
En esos años era un muchacho tímido, con una voz grave y profunda, el pelo largo, una viva irritación hacia las exigencias cotidianas y un atuendo extravagante con el que causaba la impresión de que se vestía así por afán de provocación.
Recordando esa época que compartió con Dalí, Buñuel afirma: "No puedo explicar día a día lo que fueron aquellos años de formación y encuentros; nuestras charlas, nuestro trabajo, nuestros paseos, nuestras borracheras, los burdeles de Madrid (los mejores del mundo sin duda) y nuestras largas veladas en la Residencia". Gran amistad juvenil que se rompió con la publicación del libro "La vida secreta de Salvador Dalí" escrito por el mismo Dalí, en donde queda patente su manía de la publicidad personal del exhibicionismo y la búsqueda frenética de gestos o frases originales.
El 6 de noviembre último, desde su castillo, Dalí dirigió un telegrama a Buñuel quien vive en México, donde le decía: "Querido Buñuel, cada diez años te mando una carta con la que no estás de acuerdo, pero insisto. Esta noche he concebido un film que podemos realizar en diez días. A propósito no del demonio filosófico sino de nuestro querido diabloncillo. Si te da la gana, pasa a verme en el castillo de Pubol. Un abrazo. Dalí".
La película trataría de un hombre que siempre está cantando en una estación de Metro a las afueras de una gran ciudad. Transcurre el tiempo y sin embargo, el hombre queda ahí esperando su agonía, cantando esa misma letra toda su vida.
Un segundo telegrama insiste: "Espero telegrama tuyo y mi dirección, que había olvidado, es: castillo de Pubol, provincia de Gerona. Dalí".
La respuesta de Buñuel, fechada el dos de diciembre es escueta:
"Recibí tus dos telégramas. Estupenda idea sobre el film diabloncillo. Pero estoy retirado del cine hace cinco años y ya no salgo de casa. Lástima. Abrazos. Buñuel.". Parece como si Dalí hubiera quedado condenado a quedarse solo los últimos años de su vida, pero poco le importa, como tampoco le preocupa el escándalo actual sobre las falsificaciones de sus obras, declarando con un tono seco: "De vez en cuando aparecen cosas ilegítimas. Hay gente que se ocupa de ello". Unicamente espera el momento de volver a reunirse con Gala. La última vez que visitó su tumba le susurró: "Hasta pronto. No te enfades, vendré enseguida" .
PICASSO Y EL "SNOBISMO" EN EL ARTE
El escándalo Dalí-Puiol ha puesto en ridículo a varios incautos que quízás se vieron tentados a invertir su dinero, más que en una obra de arte, en una firma famosa y cotizada. Por eso vienen al caso las ideas que en alguna oportunidad expresara otro famoso pintor español, Pablo Ruiz Picasso, a la revista L'Association Populaire des Amis des Musees en 1963: "Muchos de entre nosotros síguen siendo artistas y ocupándose del arte por unas razones que tienen muy poco que ver con el verdadero arte, sino por espiritu de imitación, por nostalgia de tradiclón. por inercia, por el gusto de la ostentación, del lujo, de la curiosidad intelectual, por moda o por cálculo. Viven todavía por costumbre y por "snobismo", en un reciente pasado, pero la gran mayoría de ellos, en todos los medios, no tienen ya una pasión sincera por el arte, al cual consideran todo lo más, como una diversión, un ocio, un ornamento".
"Las nuevas generaciones, amantes de la mecánica y del deporte. más sinceras, más cínicas y brutales, irán dejando el arte, poco a poco, relegado a los museos y a las bibliotecas, como una incomprensible e inútil reliquia del pasado. En el momento en que el arte ya no es alimento de los mejores, el artista puede exteriorizar su talento en toda clase de tentativas de nuevas fórmulas, en todos los caprichos y fantasías, en todos los expedientes de la charlatanería intelectual. El pueblo ya no busca ni consuelo ni exaltación de las artes. Y los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quinta escencia buscan lo nuevo, lo extraordinano, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Por mi parte, desde el "cubismo" y más lejos aún, he contentado a esos señores y a esos críticos con las múltiples extravagancias que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las han comprendido, más las han admirado. A fuerza de divertirme con todos esos juegos, con todas esas paparruchas, esos rompecabezas, acertijos y arabescos, me hice célebre rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza". Eso, quizas, fue también lo que buscó y obtuvo Manuel Pujol Baladas cuando quizo suplantar la celebridad de Dali.
PUJOL: ¿UN GENIO O UN FALSIFICADOR?
Además de la expectativa obvia que crea el hecho mismo de la falsificación del estilo y de la firma de Salvador Dalí, los críticos de arte y la gente, en general, han llegado a la conclusión de que Manuel Pujol Baladas posee un especialísimo talento, quizás equiparable a la genialidad que hizo famoso a Dali.
Es comúnmente aceptado que cualquiera, hasta un pintor mediocre, puede copiar a un genio, pero para suplantarlo se necesitan cualidades muy especiales, que Pujol Baladas parece tener de sobra.
Nació en la localidad barcelonesa, de Vich, en el año de 1947, y desde muy pequeño demostró su habilidad artística, cuando a los ocho años ganó un concurso que le permitió entrar como "free lance " a Walt Disney para colaborar en la elaboración de dibujos animados.
A los diez y siete años practicaba la bohemia y le dedicaba algunos ratos a trabajar en oficinas de publicidad. Poco después realizó el primer intento de independizarse, consagrándose tiempo completo al caballete, y organizó su primera exposición a los 19 años. Sin embargo, no logró causar la impresión esperada y tuvo que regresar al trabajo de la publicidad. En 1973 intenta nuevamente independizarse mediante la elaboración de una carpeta de originales de pintores catalanes, oportunidad que le permitió conocer a Salvador Dali y embarcarse, algunos meses después, en esta escandalosa aventura que aún no termina de comentarse, aunque el mismo Pujol afirme a manera de defensa: "Yo nunca copié a Dalí. Mis imitaciones eran originales, con motivos pintados por mí hasta el punto de que estoy por afirmar que en el mercado existe una cierta etapa de Dalí, con unos motivos que son una composición de mar y las montañas de Port Lligat con una reverberación de rostros, que son una creación exclusivamente mía".