Cuando la cámara comienza a dar vueltas alrededor de una cantante de burdel en una sola toma larga y llena de la euforia que se produce la última noche antes de ir a la guerra y meterse en un submarino, uno sabe que el director Wolfgang Petersen, en "El Barco" no va a regodearse en la claustrofobia que este tipo de aparatos produce. Sin embargo, no bien la cámara penetra en el submarino por primera vez, el espectador va a sentir, como los mismos marineros, el mareo, la enfermedad del mar. Pero como ellos, poco a poco se irán acostumbrando y no afectará al resto de la película. Resulta increíble la forma como "El Barco" se filmó. Se utilizaron varias versiones del mismo, a distintas escalas, desde miniaturas de 2.40 metros, hasta una réplica de tamaño natural para exteriores y otra para interiores, con muros móviles, los cuales no se utilizaron porque el director manejó la cámara con tan buen tino que no hizo falta. Uno se da cuenta, cuando ésta corre como loca a lo largo del barco, en ambas direcciones sin que haya rieles que la soporten. Realmente la lleva un hombre que debió practicar en el set hasta conocerse a la perfección el corredor por donde debía desplazarse con más personas adentro. Ellas debieron también ensayar para no tropezar con la cámara. Por eso es fácil ver cómo los hombres cuando son seguidos por la cámara, caen al suelo. Es una manera creativa de darle paso al hombre que filma, apoyando así la acción y dándole el movimiento que se requiere para no sumergirse en el estatismo de un submarino. Petersen es uno de los pocos directores alemanes contemporáneos que han podido traspasar la barrera norteamericana. "Das Boot", como se llama en alemán, se estrenó este año en Nueva York, con buena crítica y buen público, lo que no sucede con algunos otros directores. A propósito. El Festival Internacional de Cine de la ciudad de Nueva York se abrió con la última película de Fasbinder y se cerró con "Fizcarraldo", la última de Herzog. Lo interesante del festival es la acotación que se produce del reconocimiento mundial al nuevo cine alemán, quizás el más importante del momento. "El Barco" costó casi 700 millones de pesos, siendo la película más costosa de Alemania. Duraron cuatro años en preparar su rodaje y uno filmando. En la preparación se escogieron actores noveles y sólo Jurgen Prochnow como profesional. Entre sus películas anteriores figuran: "La Consecuencia" una aproximación fuerte a la liberación de las relaciones homosexuales realizada también por Petersen y "Katharina Blum" de Sholondorf. "Quise hacer una película alemana de guerra con total honestidad hacia nuestro pasado", dice el director. "No ha habido una película como esta en Alemania desde la guerra. 'El Barco' muestra el desperdicio, la desmoralización de los hombres. La tragedia no está en los hombres que murieron, sino en aquellos que sobrevivieron. Es inimaginable lo que se le ha hecho a esta gente. Fueron explotados y torturados". El "Barco" es, si se me permite decir, una hermosa pieza "de cámara", un concierto donde la acción se convierte en una meditación sobre la guerra. Así, quienes esperen superacción, violencia y guerra se van a encontrar con un conocimiento profundo de la vida en un submarino podrán reconocer el miedo de los bravos hombres de mar y no les va a importar que sean o no alemanes. La película apenas está fechada a una nación pero creo que igual debe suceder en un submarino norteamericano.