Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir". Este verso, que da inicio a su poema El amenazado, parece condensar la paradoja que afrontó durante toda su vida el escritor argentino Jorge Luis Borges, uno de los más grandes artífices de la literatura. La mayoría de sus biógrafos ha coincidido en la escasa fortuna que gozó el autor de El Aleph a la hora de abordar a las mujeres, en las formas inapropiadas que empleó para seducirlas, en su temor al contacto físico, en su resignación a concebir el amor de una manera platónica y en el sufrimiento que le produjeron sus frustraciones sentimentales.A pesar de que vivió rodeado de muchas amigas, como María Esther Vásquez, Estela Canto, Haydée Lange, y de quienes serían sus esposas, Elsa Astete Millán y María Kodama, lo cierto es que muy pocos aseguran que en sus relaciones hubo un verdadero amor de por medio."He cometido el peor de los pecados Que un hombre puede cometer. No he sido feliz... No me abandona. Siempre está a mi lado La sombra de haber sido un desdichado", confiesa en el poema Remordimiento. Algunos de sus versos dejan entrever el agobio que le producía la contradicción de ser grande pero, a la vez, infortunado: "¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño? Estar contigo o no es la medida de mi tiempo".Sin embargo, y teniendo en cuenta la magnitud de su obra, es muy poco lo que en ella se percibe sobre sus reflexiones sentimentales y sólo se identifica a Ulrica como su único cuento de amor. En él Borges narra el encuentro entre Javier Otálora, un profesor colombiano de la Universidad de los Andes, y Ulrica en York. El cuento hizo famosa la frase "ser colombiano es un acto de fe", y termina así: "Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica".Aunque en narraciones como El Aleph y El Zahír aparece la figura de la amada, en ellas la relación física no existe y el relato gira en torno a la muerte de las mujeres. Borges parecía esquivo al contacto corporal, y ello no sólo queda evidenciado en su obra sino en los testimonios que muchas de sus amigas revelaron en entrevistas y biografías.Tal vez una de las confesiones que más resonancia tuvo al respecto fue la que hizo Estela Canto, quien afirmó que Borges era impotente. Según ella, y así lo consignó en el libro Borges a contraluz, muchas veces se besaron y abrazaron aunque no fueron más allá. "La realización sexual era aterradora para él, asegura, sus besos eran torpes, bruscos y eran aceptados condescendientemente".A ello María Esther Vásquez, amiga del escritor, agregó en la biografía Esplendor y derrota: "Cuando Borges se enamoraba era compulsivo, llamaba por teléfono varias veces al día y desarrollaba un asedio que no daba tregua". Ellas dos recibieron propuestas de matrimonio por parte del escritor y ninguna aceptó. La respuesta que dio Estela Canto es conocida: "Lo haría con mucho gusto, Georgie. Pero no olvides que soy una discípula de Bernard Shaw. No podemos casarnos si antes no nos acostamos". Lo cierto es que nunca tuvo relaciones sexuales con ella y muy pocos se han aventurado a asegurar con quién las tuvo realmente, al punto de insinuarse que murió virgen.James Woodall, quien investigó a profundidad este aspecto, asegura que muchas mujeres se sintieron atraídas intelectualmente pero pocas desearon acostarse con él. "Borges no tenía ninguna idea de cómo llevarlas a la cama", escribió en la biografía El hombre en el espejo del libro.La sobreprotección de su madre, Leonor Acevedo, es para muchos la causa de sus fracasos amorosos. Ella estuvo pendiente de lo más mínimo en su vida: su ropa, su alimentación, sus viajes. Se ha dicho que cuando contrajo matrimonio por primera vez, con Elsa Astete Millán, en 1967 (él tenía 68 años), lo hizo para compensar la ausencia de su madre, quien ya estaba vieja y en grave estado de salud. La devoción por su madre llegó a tal punto que en la noche de bodas optó por pasarla en casa de ella sin importar el disgusto que produjera a su esposa. Su relación con Elsa Astete duró tres años y trajo momentos felices a Borges. Al menos eso confiesa en el poema que lleva su nombre: "Elsa, tu mano en la mía, vemos Nieve en el aire y la amamos". A pesar de estar casados la pareja vivió en habitaciones separadas.Nadie ha logrado entender a cabalidad el recelo de Borges hacia el sexo. Estela Canto afirmó que no fue su madre quien "castró" a Borges sino su padre. Quienes apoyan esta afirmación se remontan a la situación que tuvo que afrontar Georgie cuando tenía 18 años. Su padre, Jorge Guillermo Borges, preocupado porque su hijo no tenía aún relaciones sexuales, decidió llevarlo a un prostíbulo. Y no sólo eso, Georgie descubrió que la mujer que lo esperaba era amante de su padre desde mucho tiempo atrás. Sin duda este hecho lo marcó demasiado y en el cuento El otro se insinúa este pasaje en la conversación que sostiene un Borges maduro con un Borges joven sobre una extraña cita.Borges platónico Borges vivía de amores platónicos. Alguna vez Silvina Ocampo, esposa de Adolfo Bioy Casares, se refirió sobre el tema: "Borges ama a las mujeres hermosas especialmente si son feas porque así puede inventar más libremente sus rostros". Algo que lo corrobora es una anécdota que sucedió cuando Borges escribía en la revista Hogar. Una mujer lo llamó para elogiarlo y después de varias conversaciones telefónicas decidieron verse. Por su voz, Borges pensó que se trataba de una mujer fea, pero cuando la conoció se sorprendió ante su belleza. En adelante su amor por ella fue desmedido y, según Canto, el libro La historia universal de la Infamia es un homenaje a esa mujer: "Dedico este libro a S.D, inglesa, innumerable y un ángel".Fanny Uveda, su ama de llaves durante casi 40 años, ha revelado que Borges no sólo guardaba dinero dentro de sus libros, sino también retratos de mujeres que no podía ver por su ceguera y que imaginaba según la descripción que la propia Fanny hacía de ellas. Pero tal vez uno de los pasajes más importantes al respecto se dio en Bogotá. Una tarde citó con urgencia a Alvaro Castaño en el Hotel Intercontinental, donde se alojó en su visita a la capital colombiana en la que participó, entre otras cosas, en la inauguración de los equipos de la emisora HJCK. Castaño acudió al encuentro preocupado por el afán del escritor, y preguntó qué pasaba. Borges le respondió: "Sucede que estoy enamorado".Quiso aprovechar que su madre no estaba en ese instante para escribir un poema, el cual no quería que ella leyera. Castaño tomó el dictado y el testimonio que quedó allí es contundente a la hora de analizar la posición de Borges frente al amor: "Oh destino el de Borges, haber navegado por los diversos mares del mundo o por el único y solitario mar de nombres diversos haber sido una parte de Edimburgo, de Zurich, de las dos Córdobas, de Colombia y de Texas... haber envejecido en tantos espejos, haber buscado en vano la mirada del mármol de las estatuas, haber examinado litografías, enciclopedias, atlas... y no haber visto nada o casi nada sino el rostro de una muchacha de Buenos Aires, un rostro que no quiere que lo recuerde. Oh destino de Borges...".El poema está fechado en 1963. Su confesión es tan reveladora como otro de sus versos: "Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach". Bioy Casares muchas veces le aconsejó no tomar tan en serio sus relaciones, pero era inevitable. Su amigo José Clemente también fue testigo de sus decepciones cuando en una ocasión quiso suplantar el dolor espiritual por el físico, y así lo contó al diario El Clarín hace algunos años: "Vengo del dentista. Me fui a sacar una muela y le pedí que lo hiciera sin anestesia. Estoy triste porque una mujer me abandonó. Quería olvidar el dolor, Clemente. Pero no puedo olvidarlo".Y es que no sólo Estela Canto y María Esther Vásquez rechazaron sus propuestas matrimoniales. También lo hicieron Cecilia Ingenieros, Haydée Lange, Concepción Guerrero y Elvira Alvear. Concepción fue una de las que más amó en su juventud. Su unión se vio truncada con el viaje a Europa de la familia Borges cuando el joven literato tenía 21 años y ella 16.Para muchos su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires, no sólo hace referencia a la capital argentina sino también a la figura de la muchacha. El poema Despedida, que hace parte del libro, lo insinúa: "Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros No habrá sino recuerdos... Definitiva como un mármol entristecerá tu ausencia otras tardes".En cuanto a Elvira hay quienes aseguran que los personajes Beatriz Viterbo y Teodelina Villar, protagonistas de El Aleph y El Zahír, fueron inspirados en ella aunque se sabe que el primero fue dedicado a Estela Canto. María Kodama, la más popular de todas sus acompañantes, no fue tal vez su romance más intenso pero sí se convirtió en su refugio perfecto en el ocaso de su vida. Aunque se casaron cuatro meses antes de su muerte, vivieron varios años de viajes y de confesiones intelectuales. Atrás quedaron decenas de mujeres a las que admiró y amó de una u otra forma.Su verso Oh destino el de Borges será recordado no sólo por su belleza sino también por su carácter biográfico. En el centenario de su nacimiento el mundo vuelve a revivir a este gigante de la literatura, pero también al fantasma que nunca lo dejó en paz: "Me duele una mujer en todo el cuerpo".