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"COMPAÑIA ILIMITADA"

En medio de un mercado saturado de música extranjera, un conjunto colombiano hace rock "en español".

5 de noviembre de 1984

Al entrar, impacta la mezcla generacional. La vista deja a las niñitas quinceañeras junto a señores mayores y recorre el escenario donde relata una extraña combinación de elementos clásicos y modernos: dos oscuros pianos de cola separados por una reluciente batería. En torno yacen tiras de colores, globos, pantallas y más instrumentos. Es 22 de septiembre en el auditorio Skandia y son casi las nueve de la noche.
El público ocupa sus puestos. Desvanece la luz y queda el auditorio hundido en la oscuridad. Entonces comienza el rugido. Es un sonido confuso, creciente; salpicado por furtivos reconocimientos: respiración, tráfico, un avión que aterriza, un estrellón, gritos, gime una ambulancia, pasa un tren, un niño balbucea -los músicos entre sombras toman sus posiciones- mientras gira frenético un láser rojo. El ruido crece hasta volverse insoportable cuando de pronto, en medio del caos, una voz susurra: 1,2,3,4, y como por ensalmo la bulla aturdidora cede al inicio nitido, fuerte, de una erizante canción y de "Tiempos de música", un concierto de música moderna cuya distinción no sólo es su arte sino el hecho de ser en español. Buen rock en español.
El simbolismo era evidente. Se desechaba una suma de confusión y mediocridad, un revoltijo de música pobre en calidad para ser reemplazado por algo nuevo, diciente, talentoso. La primera canción anunciaba la llegada de "un futuro más allá", "un sueño a punto de despertar", y estos jóvenes, promedio 23 años, parecían traerlo. En realidad, no era la primera vez que se hacia este tipo de esfuerzo pero el efecto logrado debido a la seridad, determinación y habilidad, lo destacaba como un caso inaugural. El público, quizá sin saberlo, presenciaba el parto largamente esperado de un sonido "nuestro", contemporáneo, con un nivel de calidad lo suficientemente alto como para respetarse en cualquier lugar del mundo.
¿Quiénes son los responsables de este parto? Principalmente el conjunto Compañía Ilimitada, integrado por Camilo Jaramillo y Juan Manuel Pulido,quienes componen respectivamente la letra y música de las canciones. Luego, los músicos acompañantes: Fernando Saenz, Juan Luis Restrepo, Santiago Rodríguez, Germán Toro y Einar Scaff, en quienes se aprecia un profundo conocimiento musical y una relación personal y seria con su instrumento. Junto a éstos contribuyeron 45 personas más con un costo total de 400.000 pesos y, por último, es la primera obra de "Moviola", un incipiente movimiento artístico que busca gestar un espacio en el cual sea posible crear obras de calidad.
Pero y ¿cuál es el éxito de esta gente su música? Las voces de Camilo y Juan Manuel, suaves y cálidas, obligan a que el espectador se acerque, y al hacerlo queda sujeto a la hermosura de la letra y a los arreglos musicales. Las canciones constan de una interesante unión de raíces colombianas con influencias foráneas, lo cual le imprime un carácter exclusivo y auténtico. En contraste el hard rock de hoy, comparte una cualidad propia de grupos como Los Beatles o Simon & Garfunkle: son canciones "cantables"; el público se puede apropiar de ellas y así de ser música externa para convertirse en un elemento privado, una compañía. La letra de Camilo, íntima y emotiva, no sólo es pensada sino sentida y ante todo significativa: "dice" algo. "Se me desgarra el alma a golpes y dentelladas y cae como pedazos de una noche fragmentada"
Sin embargo, más que delicioso el espectáculo fue importante. Fue una lección de seriedad, de un compromiso artístico-vital asumido a fondo, respetando un elevado nivel de exigencia. Fue un guantazo a lo que más abunda en el medio artístico colombiano: los charlatanes; los "escritores" que no conocen una hoja en blanco, los "cineastas " de Kodak instamatic, los "pintores" y "músicos" de fin de semana. Su calidad fue una crítica a la sociedad de mutuos elogios; una lección de capacidades, destreza y disciplina.
Lo curioso del concierto es que surge en un momento de aparente falta de necesidad. Ahora en Argentina, abunda el rock nacional creado en gran parte por el cierre a música en inglés, resultado de la guerra de Las Malvinas. En Colombia el mercado está repleto de música moderna extranjera y ésa es la moda. Este conjunto desafió ese concepto y, además, exitosamente.
Pero las canciones tienen otra cualidad esencial: apuntan a las dudas, temores e ilusiones de una nueva generación colombiana; una indefinida, dividida entre antiguas creencias religiosas y visiones modernas de mundos desarrollados. Es una juventud que carece de artistas que reflejen sus problemas y esperanzas; una gente más cercana a Sábato o Cortázar a nivel existencial que a cualquier artista colombiano. La pregunta ¿quiénes somos? cala cada vez más hondo en nuestras conciencias al tiempo que héroes importados, aunque gusten, no son la respuesta. Es posible que Compañía ilimitada tampoco lo sea; tal vez no son el añorado descubrimiento, pero tienen el mérito de señalar un camino por construir: el comienzo de una identificación, de la creación de nuestros espejos. Por ejemplo, el "Himno a la Nación" denota lo que puede significar algo tan abstracto y concreto como es Colombia para un joven citadino: "Me duele la Patria voraz el hijo herido que cargo dentro". Se dice qué ocurre al enamorarse, al sufrir el abandono: "Y es mi ventana quien la llora Llueve, mientras usted me olvida y el resto del mundo se enamora". En fin, no sólo demostraron que se puede hacer música moderna en español, sino que abrieron puertas para estimular a otros más escépticos: apuntaron a una "posibilidad". Así, el momento más conmocionante del concierto fue cuando, al interpretar "El vendedor de globos". apenas comenzada la música, las voces líderes repartieron globos entre el público, dándole uno a cada persona, como si entregarán fragmentos de su creación, de la posibilidad que ofrecían.