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CON UN SIGLO A CUESTAS

Un libro apasionante: las memorias de Luis Buñuel.

23 de agosto de 1982

MI ULTIMO SUSPIRO, de Luis Buñuel. Plaza & Janés, 1982.
Un muchacho provinciano llega a Madrid acompañado de sus padres. Ellos, preocupados por su hijo, buscan un sitio para alojarlo mientras realiza sus estudios universitarios. Como no tienen problemas económicos encuentran en la Residencia de Estudiantes, sitio de alta categoría, el lugar apropiado. En realidad el muchacho no sabe qué hacer de su vida; sólo hay algo en claro: no quiere quedarse en España. Quiere irse a París, a pesar de la oposición de su padre para complacerlo comienza a estudiar Ingeniería agronómica. Lo suspenden en matemáticas pues es incapaz de seguir los vericuetos de una demostración. Cambia de carrera e inicia ingeniería industrial. Pero puede más su aversión por las matemáticas, por lo que el padre accede a dejarlo que estudie Ciencias Naturales. una de sus aficiones. Pasan los años y da un nuevo viraje; abandona las Ciencias Naturales y opta por la licenciatura en Filosofía. Este muchacho que va de una carrera a otra es nada menos, que Luis Buñuel quien finalmente no sería filósofo sino director de cine.
Los años en la residencia le sirven para hacer amistades de toda la vida. La mayoría de los residentes de esa época serían después figuras ilustres de las letras, las ciencias o las artes. Allí también viven Lorca, Dalí, Alberti, entre muchos otros. Los momentos juveniles que pasaron juntos sigue siendo lo que con más emocionado sentimiento evoca Buñuel.
Muere su padre y por fin puede viajar a París. Allí comienza a ir a cine con frecuencia, hasta tres veces al día, y escribe críticas para algunos periódicos. Sólo hasta cuando ve "Der mude tod" de Fritz Lang, comprende sin la menor duda que su vocación es el cine.
Cuando expresa sus deseos a la madre, ella casi rompe en llanto. El cine es considerado como una diversión de feria, algo propio de la plebe, vulgar. Para convencerla, tiene que intervenir el notario de la familia, quien le dice que con esa actividad se puede hacer bastante dinero. Sin embargo, se niega a ver la película que ha hecho su hijo y que ella financió: "Un perro andaluz". Escribió el guión en menos de una semana, en compañía de Dalí, siguiendo sólo una regla: no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional. No admiten más que las imagenes que los impresionan, sin tratar de averiguar por qué. Trabajan con los métodos del surrealismo, la escritura automática, la exploración del inconsciente, los sueños...
Man Ray y Aragón, son los primeros en ver la película. Impresionados, organizan una proyección para el resto del grupo surrealista: Max Ernst, André Breton, Paul Eluard, Jean Arp, Maxime Alexandre, René Magritte, Tristan Tzara, René Char, Pierre Unik, Ives Tanguy. A esa nueva proyección también asiste la flor y nata de París, Picasso, Le Corbusier Cocteau, Christian Bérard. Buñuel recuerda: "Muy nervioso, como es de suponer yo me situé detrás de la pantalla... Me había puesto unas piedras en el bolsillo para tirárselas al público si la película era un fracaso. Tiempo atrás, los surrealistas habían abucheado 'La coquille et le clergy-man'... que a mí, no ostante, me gustaba. Yo esperaba lo peor. No necesité las piedras... oí grandes aplausos"
Este y muchos otros recuerdos recoge Buñuel en "Mi Ultimo Suspiro", recientemente editado en España. El único libro del director español atrapa al lector por el encanto irresistible del relato inesperado. En sus páginas se asiste al correr de una vida que, entre tanta conciencia sobornada y tanta claudicación, aparece como una suerte de brisa honesta. Es precisamente esta brisa la que hace que el libro sea leído de un tirón.
Pero no sólo están sus recuerdos del París lleno de mitos culturales, libertarios y afrodisíacos. También, página tras página, van apareciendo Hollywood, la Guerra Civil, el exilio, México, la Palma de Oro, el Oscar, el "Obscuro Objeto del Deseo", toda una vida en la que la voluntad de supervivencia íntegra se mantiene a todo trance.
Para este hombre que representa lo más vivo e inconformista de la cultura española, la edad no ha sido el obstáculo que le impida seguir en su propósito de demoler toda clase de prejuicios. A los 77 años filmó su última película y hoy con 82 Buñuel -nació con el siglo--, soportando la alegría, la pena, el dolor, su fortaleza sigue siendo excepcional. Aún tuvo alientos para escribir este libro apasionante en el que "tal vez subsista, a pesar de mi vigilancia, alguno que otro falso recuerdo. Lo repito, esto no tiene mayor importaneia. Mis errores y mis dudas forman parte de mí tanto como mis certidumbres. Como no soy historiador, no me he ayudado de notas ni de libros y, de todos modos, el retrato que presento es el mío, con mis convicciones, mis vacilaciones, mis reiteraciones y mis lagunas, con mis verdades y mis mentiras, en una palabra: mi memoria". Rafael Parra Grondona