La mezcla parecía extraña, pero en Bogotá probaron por qué se unieron y grabaron disco y salieron de gira. A la solemnidad de Sting le sienta bien el lado reggae y movido de Shaggy. Eso quedó claro durante las dos horas en las que la noche de domingo se olvidó de sí misma y de sus responsabilidades del otro día y se dejó bailar y cantar. ¿Hubiera preferido un concierto de The Police? ¿Uno de Sting solo? Sí, y sí, y precisamente por eso es grato reconocer que fue una gran noche en Bogotá, que lo que hubo fue excelente, sonó muy bien, mezcló hits de ambos y satisfizo hasta a los incrédulos. Toda la noche se complementaron, se entrelazaron, se cedieron el protagonismo… inclinado hacia Sting en la justa medida. Por eso, merecidamente, recibieron un grata dosis de reconocimiento del público bogotano que prácticamente llenó la Movistar Arena en su estreno-estreno. Ya habiendo tenido pre-pre estreno y pre-estreno, vale decir que pasó la prueba. Ingreso y salida organizadas, buen sonido. La salida no añadió al trauma de noche dominical, y eso se agradece. El concierto arrancó a las 9:10 de la noche y cerró casi dos horas después. Englishman in New York se convirtió pronto en Jamaican in New York, comunicando el tono de la experiencia. La voz de Sting, su bajo, son una institución, y solo estar ahí y recordar en vivo sus melodías de voz, y tratar de seguir esas subidas clásicas escuchadas tantas veces en sus casi cuarenta años de vigencia, ya pagaba la boleta. Verlo y oírlo es recordar decenas de momentos, cantar con él es revivirlos emocionalmente. Y hubo más que eso... El diálogo con Jamaica le sumó calor. Es un concierto bien planeado. Al material que tocaron de su disco juntos, 44/786, sumaron unas tandas contundentes. Una hilvanó Message in a Bottle, Every Little Thing She Does Is Magic y Fields of Gold... Otra sumó Shape of My Heart, Walking on the Moon (mi punto más alto de la noche), notas de Get up, Stand Up de Bob Marley y derivó en So Lonely… Impresionante. Otra más mezclada lanzó Hey Sexy Lady, Roxanne y Bombastic.

Sí, muchas veces se les extrañaba a Stuart Copeland, a Andy Summers, pero el baterista hizo un gran trabajo. Los dos guitarristas tuvieron sus momentos pero fueron quizás los protagonistas más pálidos de la noche. Pálidos es duro. No desentonaron pero tampoco brillaron y esa, era en cierta medida, su tarea. Shaggy -quien estaba a horas de cumplir sus 50- lanzó sus hits, que han marcado época en la radio y que tuvieron gran recepción. Sumó su presencia en escenario, con movimientos secos de cadera que fomentaron el delirio de algunas y algunos, y una capacidad de sumar en himnos sin desentonar. La dinámica, que claramente ambos se gozan mucho, dio para todo. En un punto de la presentación incluso actuaron con Sting una especie de coreografía: el británico se puso una camisa de reo, el jamaiquino una peluca de juez, de esas de pelo blanco, y montaron un pequeño juicio. Hacia el final de la presentación Shaggy lanzó su It Wasn’t Me, puso a bailar por última vez a la Movistar y luego dejó el cierre en manos de Sting. Este, que por momentos luchó contra la altura pero le ganó la partida, lanzó una emotiva Every Breath You Take que la gente cantó genial, como la mayoría de la noche. Fue bonito escuchar a Bogotá cantar. Sting presentó a la banda y a su compañero de fórmula. Entonces empuñó una guitarra acústica y cerró con la añoranza entre desgarradora y esperanzadora de Fragile. Un punto emotivo y pensativo para una noche que tuvo muchos matices interesantes, y pasó del júbilo, al fiesteo, a lo sentido. A pesar de las dudas, a veces sumar refresca.

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