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Un grupo de 400 bomberos luchó por horas contra las llamas. El capellán del Cuerpo de bomberos lideró una cadena humana que salvó muchas obras. | Foto: AP

TRAGEDIA

Notre Dame, o cómo la dama sobrevivió al infierno

El fuego que se apoderó de la Catedral de Notre-Dame, el monumento histórico, arquitectónico y religioso más visitado de Europa, unió a franceses y extranjeros en torno al significado del lugar. Crónica visual de un evento que mantuvo al mundo en vilo.

20 de abril de 2019

Las llamas consumían la parte alta de la catedral de Notre-Dame de París, una construcción gótica asombrosa que 13 millones de personas visitan al año. Mientras tanto Vincent Tremolet de Villers explicaba en el diario Le Figaro por qué se trata de mucho más que un ícono y una cifra. “Vestigio de una época en la que los hombres miraban al cielo, Notre Dame es la casa común, el arco de nuestra historia... y con ella una parte invaluable de Francia fue devastada por las llamas”, escribió. Y quienes la construyeron sí que miraban al cielo. En el siglo XII se propusieron levantar la catedral más imponente, la más alta, y querían que proyectara su sombra sobre todo París. Esa misión explica, en parte, por qué la comenzaron en la segunda mitad de ese siglo pero la terminaron más de 200 años después.

Como le dijo el escritor Juan Cárdenas a la revista ARCADIA, Notre-Dame y otras catedrales góticas tienen la magia de que nacieron de “un ejercicio colectivo, popular, producido en el corazón de los ‘compagnons’, unas cuadrillas de albañiles anónimos: ni el Estado, ni la Iglesia hicieron las catedrales góticas, sino el pueblo”. Símbolo histórico de la inspirada colaboración de sociedad, religión y arte, la posibilidad de perderla por completo tuvo en vilo al planeta. Pero cientos de bomberos comprometidos lograron, tras 15 horas de lucha, detener la destrucción total de Nuestra Señora de París.

"Vestigio de una época en la que los hombres miraban al cielo, Notre Dame es la casa común, el arco de nuestra historia... y con ella una parte invaluable de Francia fue devastada por las llamas".

Pero la obra perdió, y mucho: dos tercios del techo y alrededor del 10 por ciento de las obras de arte invaluables que atesoraba. Pero la estructura se salvó. El presidente Emmanuel Macron anunció que, con base en un esfuerzo que incluirá expertos en todos los campos involucrados, reconstruirán lo perdido. Esto requiere fondos, y los magnates franceses (los Arnaud, los Bettencourt, los Pinault) ya anunciaron 500 millones de euros para una reconstrucción que algunos estiman tomará de 10 a 15 años, si bien Macron lo prometió en 5. La empresa tecnológica Apple también anunció su aporte millonario, lo que probó que el aprecio por este símbolo de la genialidad humana trasciende fronteras y creencias.

Al cierre de esta edición, las causas del fuego aún permanecían en el misterio. Pero una investigación en curso explora la “destrucción involuntaria por incendio. La catedral estaba en proceso de refacción y mantenimiento, y se especula que en medio de esos trabajos se produjo el fuego. Pero no han faltado, sin mucha fuerza por ahora, las teorías de conspiración.

En últimas, a pesar de la zozobra generalizada, el desenlace resultó un milagro. La pérdida total parecía inevitable cuando sucumbió la ‘flèche de Viollet-le-Duc’, la emblemática aguja que marcaba el punto más alto desde 1860. Ese momento dejó una imagen de la dimensión de la caída de las Torres Gemelas y recordó la catástrofe de 2018, en Río de Janeiro, cuando un incendio hizo cenizas siglos de historia consignados en el Museo Nacional de Brasil.

Cuando sucumbió la aguja que marcaba el punto más alto de la catedral, la ‘flèche de Viollet-le-Duc’, la imagen recordó la caída de las Torres Gemelas. En ese momento, la pérdida total parecía el desenlace lógico.

Los parisinos, católicos y no católicos, acostumbrados a verla todos los días desde la infancia, sufrieron un duro sacudón que los conectó de nuevo con uno de sus emblemas. Por eso, mientras los bomberos luchaban aún contra el fuego, muchos hicieron guardia hasta donde las autoridades se lo permitieron. El evento también le recordó al primer mundo entero que si bien se cree más capaz de cuidar el arte (cuando ardió el museo en Brasil lo expresaron de varias maneras), es igual de vulnerable a su pérdida.

En sus 850 años de existencia, la catedral ha visto pasar por ella eventos fundamentales, cambios sociales y políticos, epidemias. Por algo se dice que enterrará a París. En épocas de la Revolución francesa, como recuerda Eric Nagourney en The New York Times, antimonarquistas entraron a la fuerza a la Galería Real y con sogas tumbaron estatuas de lo que creían de reyes para sacarlas a la plaza contigua y someterlas a la misma guillotina con la que ultimaron a sus monarcas. Nadie tuvo la prudencia de advertirles que se trataba de antiguos reyes de Judea, pero poca diferencia hubiera hecho.

En sus 850 años de existencia, la catedral ha visto pasar por ella eventos fundamentales, cambios sociales y políticos, epidemias. Por algo se dice que enterrará a París.

Napoleón Bonaparte se coronó en ella, y la proclamó símbolo de su patria al asegurar que “el águila con los colores nacionales volará de campanario en campanario hasta las torres de Notre-Dame”. Casi un siglo después, registros de la compañía de cine de los hermanos Lumière la muestran esplendorosa en el corazón de la vida parisina a tan solo cuatro años de la llegada del siglo XX. La dama, siempre ahí, como musa y testigo de la historia que atravezaba la Ciudad luz.

Notre-Dame coronó a Napoléon y veló a Charles de Gaulle.

Una de las plumas más célebres de Francia, Víctor Hugo, sumó su cuota de misticismo al hacerla escenario de su novela Nuestra Señora de París (1831), una historia que Disney llevó a la pantalla grande en El jorobado de Notre Dame. Curiosamente, el autor francés describe escenas que el lunes 15 resultaron premonitorias: “Todos los ojos se elevaron hacia lo alto de las torres. Lo que veían era extraordinario. Al borde de la galería más alta, más alta que la roseta central, una llama enorme se elevaba entre los dos campanarios, con torbellinos de destellos, una gran llama desordenada y furiosa...”. Muchos otros autores también la han interpretado y leído. Su valor como fuente de inspiración es incalculable.

Patrimonio cultural del mundo, la catedral sufrió uno de sus peores días y, de paso, unió a millones en torno a su importancia simbólica. Tanto así que líderes de todas las orillas políticas, incluidos los polémicos Donald Trump y Jair Bolsonaro, expresaron su solidaridad y dolor. No hay que ser católico para llorar por Notre-Dame, ni para alegrarse de que, a fin de cuentas, haya sobrevivido su peor momento en sus 850 años de historia.

La escena que dejó el fuego impresiona pero, a la vez, muestra que la cruz del altar principal quedó intacta.

Lo que se salvó

Gracias a la labor de los bomberos, en especial de su capellán Jean-Marc Fournier, que organizó una cadena humana para salvar muchas de las obras (y ya había sido un protagonista positivo en la tragedia del Bataclán), el balance no fue tan catastrófico.

Se salvó la corona de espinas que se dice usó Jesús de Nazaret en el momento de la pasión. También la Túnica de San Luis, un jubón que habría pertenecido a Luis IX (1214-1270), último rey europeo que se embarcó en una cruzada para recuperar Jerusalén.

Las 16 estatuas de cobre que adornaban el chapitel y representan a los doce apóstoles y los cuatro evangelistas, escaparon el desastre pues las habían retirado como parte de los trabajos de restauración que probablemente causaron el fuego. Igual cosa habría pasado con las icónicas gárgolas. Talladas y añadidas al edificio durante unas obras de restauración realizadas entre 1843 y 1864, con el fin de desviar las aguas lluvias, se convirtieron en una imagen clásica de Notre-Dame

Los impresionantes vitrales con forma de roseta en las fachadas norte, sur y occidental, que datan de los siglos XII y XIII, parecen haberse salvado también. Entre el calor extremo los expertos temían que se hubiera derretido el plomo que las une, lo que habría dejado irrecuperables las placas de vidrio.

Según el restaurador Bertrand Cattiaux, el órgano principal sufrió, pero se salvó. Data del siglo XV, en el siglo XVIII llegó a su estado actual, e impresiona con sus cinco teclados y más de 8.000 tubos. Según la página web de la catedral, sorteó sin daños la Revolución gracias a “la interpretación de músicas patrióticas”.

Lo que el fuego se llevó

La pérdida más sensible desde el punto de vista estructural está en el techo de madera, uno de los más antiguos de Europa, construido con unos 1.300 robles cortados en la edad media.

La aguja cayó y, con ella, el gallo que marcaba su punto más alto a los 96 metros. Este símbolo galo apareció seriamente averiado. Y se estima que la catedral perdió el 10 por ciento de sus pinturas.

Por último, el fuego se llevó la posibilidad de conocer este hito arquitectónico durante los próximos cinco o seis años, el tiempo mínimo que según Macron va a estar cerrada la catedral al público.