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EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Arturo Ripstein logró una buena adaptación de la novela del Nobel colombiano.

29 de noviembre de 1999

AL igual que en la novela, el coronel (Fernando Luján) visita todos los viernes el correo con la
esperanza de que por fin llegue la pensión que ha esperado durante años luego de combatir en una guerra de
la que muy pocos se acuerdan y de la que él aún se siente orgulloso.
También, como en el libro, el coronel se aferra a su gallo de pelea como la única tabla de salvación para que ni
él ni su esposa (Marisa Paredes) mueran de hambre. Habla con él como si fuera una persona y lo cuida en
medio de una resignación total en la que no sólo predomina la desolación sino el luto por su hijo. Los
personajes principales de la novela también están presentes, como don Sabas (Ernesto Yáñez), mientras que el
papel de la novia del hijo del coronel, interpretada por Salma Hayek, adquiere en la cinta una dimensión
especial a pesar de que conserva su rol secundario.
Si algo se ha criticado a los directores que se han aventurado en adaptaciones de la obra del Nobel
colombiano es el afán de recrear a Macondo. Pero esta vez Arturo Ripstein deja esa preocupación en un
segundo lugar. La historia se ciñe al texto original pero no necesariamente con la intención de dar una visión
concreta de los escenarios que dibujó García Márquez y que muchos lectores tildan como intocables.
Por ello gran parte del filme transcurre en interiores. Se sabe que llueve mucho, que hace calor, que el
pueblo está cerca a un gran río, del cual proviene cada semana la pequeña embarcación que trae el correo,
pero Ripstein, quien hace 32 años adaptó el texto del Nobel Tiempo de morir, no insinúa si se está en
Colombia, México u otro país. Ni siquiera cuando el coronel rememora su participación en la guerra habla
del mítico Aureliano Buendía, como sí pasa en el libro.
En la película la relación del coronel y su esposa conmueve por la unión incondicional de los dos ante las
adversidades que conlleva la crítica situación. Y, como en la novela, el final es contundente. Además queda
clara la sensación de un hombre que se niega a desfallecer. Al fin y al cabo, como él dice, "ser coronel me
tiene que servir para algo".


Todo sobre mi madre
En apariencia, la más reciente película de Pedro Almodóvar es la historia de Manuela (Cecilia Roth), quien
ha ocultado siempre a su hijo de 17 años la identidad de su padre con la excusa de que ya está muerto. Pero
una trágica situación la hace caer en cuenta sobre la injusticia que ha cometido y decide buscar al padre en
Barcelona para contarle, de paso, que tuvo un hijo hace muchos años.
Sin embargo, y como ha sido costumbre en las producciones del director español, hay mucho más detrás
de la historia. Las primeras ideas de la cinta le surgieron con la imagen de varias mujeres hablando en un
camerino de teatro pues, para él, no hay mejor origen de la ficción en medio de una escena cotidiana. Tal vez
por ello en la cinta son frecuentes estas escenas: mujeres y actrices hablando en el camerino.
"Mi idea al principio fue hacer una película sobre la capacidad de actuar de determinadas personas
que no son actores", comentó Almodóvar poco después del rodaje. Y en este propósito acude a varios
personajes, entre ellos Agrado (Antonia San Juan), un travesti que no oculta su condición: "Una mujer es
más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma". Pero él no es el único travesti ni el
único pretexto para hallar al actor que es cada persona.
Con Todo sobre mi madre Almodóvar obtuvo el premio a mejor director en el pasado festival de Cannes y
el filme sirvió para su reencuentro, después de 13 años cuando se filmó Qué he hecho yo para merecer esto,
con Cecilia Roth, conocida en Colombia por su participación en Un lugar en el mundo y Martín Hache. Como
suele pasar con Almodóvar, es posible que el espectador ría y llore a la vez, pues nunca se sabe si tomarlo en
serio. Pero es posible que halla una reflexión, no sólo sobre el amor maternal sino también del anhelo oculto,
para muchos, de ser padres.