Home

Cultura

Artículo

| Foto: Archivo SEMANA

LETRAS

El descubrimiento de Álvaro Mutis

Este poeta convertido en novelista es, hoy por hoy, el escritor colombiano mas leído en el mundo después de García Márquez.

6 de abril de 1992

Desde que cumplió 16 años, Álvaro Mutis ha escrito religiosamente todos los días de su vida, a pesar de que hace sólo muy poco tiempo pudo dedicarse de lleno a la literatura. Durante 50 años, mientras recorría el mundo desempeñando los más diversos oficios, siempre encontró un lugar y un momento para dedicarse a algo que en todo caso sabía que era su destino final: escribir. Sin embargo, nunca había escrito tanto como en los últimos siete años.

En este lapso no sólo ha logrado dar a la luz seis narraciones -su serie de novelas alrededor de Maqroll El Gaviero-, sino que además ha llegado a ubicarse en los primeros lugares de ventas en Europa. Y en Estados Unidos, la editorial Harper -la misma que lanzó a García Márquez en ese país- publicará próximamente su obra. Sus representantes están tan entusiasmados que lo están comparando con Joseph Conrad.

"La nieve del almirante", "Ilona llega con la lluvia" y "Un bel morir", las tres primeras obras de esta catarata de producción -como califica el propio Mutis su trabajo de los últimos años-, ya han sido traducidas al francés, al alemán, al italiano, al portugués, al inglés y al holandés. Con ellas ha logrado récords como el de hacerse al premio Medicis Etranger (Francia 1989), una de las distinciones literarias más codiciadas de Europa, apenas siete meses después de la publicación de la novela. "La nieve del almirante" convenció tan rápido a los franceses, que sólo en ese país se han vendido a la fecha más de 170 mil ejemplares. Pero también convenció de manera inusitada a los italianos, que le dieron el año pasado el Premio Nonino, y la semana pasada el de la IILA, que se le otorga cada dos años a la mejor novela latinoamericana publicada en Italia. El último en recibir este reconocimiento había sido el mexicano Carlos Fuentes, y en la lista figuran nombres como los de Borges, Cortázar y Vargas Llosa. En general, en Europa existe un gran boom editorial alrededor de su obra.

Pero el premio de la ILA no fue la única sorpresa grata para Alvaro Mutis. Una llamada de la Academia Nobel y un fax de Carmen Balcells, su agente literaria, fueron un nuevo indicio, la semana pasada, de que la obra de Alvaro Mutis está en un innegable ascenso. La llamada de Estocolmo le solicitaba a la editora de Mutis enviarle la totalidad de su obra. El fax de Barcelona, por su parte, reproducía un nuevo contrato: el de la traducción al turco de todas sus novelas. Paradójicamente, a Mutis lo emocionó más el fax de Carmen Balcells que la noticia de la Academia Nobel. Para él, que pidan sus libros de Estocolmo no significa que lo quieran postular al Premio Nobel de Literatura, sino que simplemente desean actualizar la biblioteca. "Nunca he pensado que mi obra tenga el tamaño ni la estructura necesarios como para un Nobel, asegura Mutis. Mis novelas están basadas en personajes que llevan una vida irregular y que ofrecen un ambiente que no se acomoda a los cánones ni a la filosofía que rigen este premio. Lo que ocurre es que mi nombre figura entre el grupo de escritores contemporáneos que está sonando en Europa, y ellos se sienten en la responsabilidad de tener mi obra. Pero allí tienen, así mismo, la obra de muchos que jamás han sido ni serán propuestos para alcanzar este galardón".

De cualquier manera, próximo o lejano al Nobel, lo que nadie duda es que hoy por hoy Alvaro Mutis se ha convertido en el segundo escritor colombiano, después de Gabriel García Márquez. Y esto se afirma con mayor énfasis en el exterior que en Colombia. Lo curioso es que detrás de este estrellato compartido está la historia de dos grandes amigos que intercambiaban sus manuscritos y hablaban de novias y de parrandas antes de que la fama los asaltara. Mutis fue el primero, y tal vez el único, que conoció la historia de Aureliano Buendía cuando aún faltaban muchas enmiendas por emprender en "Cien años de soledad". No obstante, en esta amistad de más de 40 años se ha hablado mucho más de eso que García Márquez llama "las cosas que le suceden a la gente", que de literatura. Y es que en este caso, más que en cualquier otro, podría aplicarse aquello de que los opuestos se atraen. Gabo nació en el hogar humilde de un telegrafista de Aracataca. Mutis, en el seno de una familia de aristócratas y diplomáticos. Gabo trabajó a fondo, en su momento, la problemática latinoamericana. Mutis ha tratado siempre de ignorar la realidad. Gabo ha vivido de lo que escribe. Mutis escribió por mucho tiempo en los ratos libres que le dejaban sus trabajos. Gabo ha tomado posiciones clarísimas en materia política. Mutis ha dicho, en varias oportunidades, que siente un asco total por la política. Y si estas diferencias no resultan del todo convincentes, basta con leer la obra de uno y de otro para entender que no las une sino el hecho de ser escritas por colombianos.

Cuando las novelas de Alvaro Mutis empezaron a inundar las librerías europeas, los críticos pensaban que se trataba de otra obra que hablaba de Latinoamérica a través de los plátanos, las dictaduras militares y las mujeres que levitan mientras toman chocolate. O de una obra que se había metido de frente con las secuelas del narcotráfico o de la guerrilla. Pero se encontraron con las aventuras de un buscador de mundos que hablaba de París, de Londres y de Estambul con tanta propiedad como los europeos. Les hablaba de su mundo con mucha familiaridad, y además lo hacía en un lenguaje fluido que no parecía corresponder a una traducción. Descubrieron, entonces, que se trataba de un escritor que si bien era latinoamericano, tenía una profunda formación europea. Y es que Alvaro Mutis aprendió primero el francés que el español. Pero más que eso, desde que tuvo uso de razón se hizo a la idea de que era europeo, y creyó que su vida estaría para siempre entre los puertos bretones y la campiña francesa.

A los 16 años ya tenía en la cabeza una posición definida frente a la humanidad: la detestaba. En esa época ya estaba convencido de la inmensa necedad de las empresas humanas. Y quería decirlo, pero sabía que la imagen de un joven inexperto asegurando semejantes cosas resultaba estúpida. Entonces decidió crear un personaje cuarentón y recorrido al que pudiera achacarle todas sus irreverencias. No dijo cómo era. No dijo de dónde venía. Después de estudiar un nombre que no sonara a nada parecido, que no pudiera ser ubicado en una región determinada, lo llamó Maqroll. Así nació el que se convertiría luego en un caballero andante a su imagen y semejanza. El Gaviero alrededor del cual se desarrolla prácticamente toda su obra. El navegante de mar y tierra que aprendió de Mutis el escepticismo por los hombres. El aventurero que ahora está de moda en Europa, mostrando el trópico a su manera.

Dos mundos 

En Álvaro Mutis se dan cita y conviven dos sistemas planetarios de la literatura: el del poeta y el del narrador. Conviven, se mezclan, entrechocan y con frecuencia destruyen las leyes físicas propias de cada uno, para configurar nuevas y deslumbrantes zonas de creación literaria.

En el principio fue el poeta. El poeta, sin embargo, que se expresa indistintamente en prosa o en verso, pero siempre en poesía. Y desde el comienzo Mutis reveló su desmedido gusto por la palabra, utilizada para expresar lo esencial del corazón del hombre y de las cosas: algo que Octavio Paz definió como la alianza entre el esplendor verbal y el gusto por lo esencial.

Su primer libro importante de poesía, "Los elementos del desastre", se publica en 1953 y esta es también la fecha de nacimiento de Maqroll El Gaviero. Este navegante de todos los mares se mueve cómodamente por los bajos fondos del contrabando y de la prostitución; su gran pasión es la historia, conoce al dedillo los enredos dinásticos de los Austria y su sueño es haber sido consejero político y militar de un Paleólogo en Nicea.

A "Los elementos del desastre", siguen "Los trabajos perdidos" (1965), "Summa de Maqroll El Gaviero" (1973), que reúne la poesía de Mutis escrita entre 1948 y 1970 y "Un homenaje y siete nocturnos" (1987). A pesar de la forma como Mutis ha organizado su producción poética, que da la impresión de ser no muy amplia, se trata de una obra vasta y riquísima. Y en ella se revela como el escritor que se pasea a sus anchas y con toda sabiduría por el inmenso mundo cultural de América, Europa y Oriente. Camina tan cómodo por una calle de Córdoba o de Amberes, como por el cañón de Aracuriare o por un cafetal de tierra caliente, sobre el que cae la lluvia nocturna; dialoga lo mismo con archidiáconos y monjes de un monasterio ruso que con el Borgia, príncipe de Viena, o Felipe II o Marcel Proust o una ciega del Valparaíso que cantaba en las plazas; pasa sin parpadear del Renacimiento, al siglo XIX, a la Edad Media, a nuestro mísero siglo XX, y de la épica, a la elegía, a la lírica; conoce los misterios del alma de Príncipes Electores, de capitanes de la Guardia Imperial y también de los marinos que naufragan en las Islas Lastimeras. Así es Mutis, el poeta.

El otro Mutis, el narrador en prosa, tiene su comienzo con un libro testimonial, "Diario de Lecumberri", publicado en 1975; luego viene una de sus obras más deslumbrantes: "La mansión de Araucaima" (1978), que él mismo subtitula "Relato gótico de tierra caliente": un escrito delirante de lujuria, violencia, agonía, y putrefacción, escrito en un lenguaje lleno de voluptuosidad y esplendor. Después hay un conjunto de relatos, en el que se destaca como pieza maestra "La muerte del estratega", texto digno de figurar en cualquier antología universal del cuento. Y, finalmente, comienza en 1986 el ciclo de Maqroll, con "La nieve del almirante", el cual merece el premio Medecis en Francia en 1989.

Este ciclo consta hasta el momento, de cinco libros. además del ya mencionado: "Ilona llega con la lluvia" (1987), "Un bel morir" (1988), "La última escala del Tramp Steamer" (1989), "Amirbar" (1990) y "Abdul Bashur, soñador de navíos" (1991). En ellos se relata la errancia vital de Maqroll por todos los puertos y mares y por todas las tierras y experiencias del cuerpo y del alma: por selvas y pantanos podridos en búsqueda de un aserradero; por puertos, entre contrabandistas y en bares y prostíbulos de mala muerte; en un buque destartalado que se pasea, con una historia de amor a bordo, de Helsinki a Barranquilla, a Dakkar, a Leningrado, a Madeira; a través de llanuras y montañas para llegar a una fantasmal mina de oro, donde casi muere de abandono y miseria. Van y vienen por esas páginas aventureros de toda laya, asesinos, traficantes, mujeres apasionadas, seres soñadores y generosos, y entre ellos está siempre Maqroll con su sabiduría y su purificante pasión por la vida.

De todo este conjunto, la última obra, publicada hace apenas unos días, es "Abdul Bashur, soñador de navíos". En ella Mutis reasume su trabajo de cronista de la vida de El Gaviero. Y en su afán de investigarla, reconstruye varios episodios que Maqroll vivió con su gran amigo Abdul Bashur. Aquí Bashur encarna la filosofía última de la aventura vital de El Gaviero como queda evidente en el diálogo final entre ambos personajes, diálogo por cierto que constituye uno de los buenos logros literarios de Mutis. Este amigo se enreda en toda clase de asuntos de dudoso código moral con un único fin: tener los medios económicos para adquirir un barco, donde pueda pasar el resto de su vida, navegando por todos los mares: el barco nunca aparecerá y a él le da lo mismo porque -dice- "Ya aprendí y me acostumbré a derivar de los sueños jamás cumplidos sólidas razones para seguir viviendo". Maqroll acepta y lo aclara con sus propias palabras: "Una caravana no simboliza nada. Nuestro error consiste en pensar que va hacia alguna parte o viene de otra. La caravana agota su significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los caravaneros...". Estas escuetas palabras sintetizan la filosofía vital de Maqroll y, podría decirse en consecuencia, de toda la obra de Mutis.

A este escritor de 68 años, erudito, reaccionario y monárquico, le ha sucedido algo que no es muy común en el mundo moderno. Sólo obtuvo el reconocimiento de toda una vida de esfuerzo en los últimos cinco años. Antes no era más que un ratón de biblioteca con reputación de poeta, pero más conocido por ser el íntimo amigo de Gabriel García Márquez que por cualquier otra cosa. En los últimos años dio el salto que habría de cambiar su vida. Abandonó la poesía y se dedicó a la novela. Retirado, sin otra pretensión que la de dedicarle su tiempo a su afición de siempre, las letras, su obra comenzó a calar. Como le sucede con frecuencia a los colombianos, desde García Márquez hasta César Rincón, le tocó triunfar primero en el exterior para que lo reconocieran en su patria. Y con un premio internacional de categoría por año, todo parece indicar que el fenómeno Mutis está apenas despegando en Colombia.

Cronología de su obra

1948: Publica sus primeros textos: "El miedo", en el suplemento del periódico "La Razón" que dirige Alberto Zalamea.
"La Balanza", cuaderno de poesía.

1953: "Los elementos del desastre", Editorial Lozada, México.

1959: "Reseña de los hospitalarios de Ultramar", en la revista Mito.

1960: "Diario de Lucumberri". Universidad veracruzana.

1964: "Los trabajos perdidos", en Era de México. Conferencias sobre Valery Larbaud, Joseph Conrad y Marcel Proust; publicadas en la revista de la UNAM, de México.

1973: "La mansión de Araucaima", Editorial Sudamericana. "La Summa de Maqroll el Gaviero", Seix Barral, España.

1977: Inicia su columna semanal "Rincón reaccionario" en el periódico "Uno más uno", que después continuará en "El Sol de México" y en el diario "Novedades".

1978: "La mansión de Araucaima", junto con cuatro relatos, entre ellos "El último rostro". Seix Barral, España.

1981: "Poesía y prosa" publicado en Colombia. Recopila sus libros anteriores e incluye primeros poemas. "Caravansary", libro de poemas, y "Los Emisarios". Fondo de Cultura Económica de México.

1985: "Crónica Regia" y "Alabanza del reino", Editorial Cátedra.

1986: "Un homenaje y siete nocturnos". El Equilibrista, México. "La nieve del almirante", primer volumen de la trilogía "Empresas y tribulaciones de Maqroll El Gaviero". Alianza Editorial, España.

1988: "Ilona llega con la lluvia", segunda parte de la trilogía. Mandori, España. "Tras las rutas de Maqroll El Gaviero", que reúne importantes estudios críticos. "La verdadera historia del flautista de Hamelin". Revista literaria Gradiva, España.

1989: "Un bel morir", tercera parte de la trilogía. Mandori, España. "La última escala del tramp Steamer". Alianza Editorial, España.

1990: "Amirbar". Editorial Norma, de Colombia y Editorial Siruela, de España.

1991: "Le Dernier Visage" dedicado a Alejandro Obregón. Editorial Grasset

1992: "Abdul Bashur, soñador de navíos". Editorial Norma.

Mutis y El Gaviero: vidas paralelas

A los 68 años, Álvaro Mutis reconoce que se ha ido convirtiendo en Maqroll, el personaje de su obra literaria y que hoy, el uno y otro se confunden. Como él, ha tenido un espíritu de viajante eterno desde la infancia. Por razón de la actividad diplomática de su padre, pasó gran parte de su niñez en Bruselas. Allí se apasionó por la literatura francesa y sobre todo por la historia, que le fue delineando su carácter escéptico frente a la especie humana. Cuando regresó a Colombia, debido a una baja en los precios del café que obligó a la familia a ponerse al frente de las fincas donde cultivaban el grano, su afición por la lectura era ya una locura irremediable. Tanto así que no pudo terminar el bachillerato porque "andaba metido en la Batalla de Lepanto y no podía darme el lujo de perder el tiempo estudiando".

En consecuencia, Mutis debió enfrentarse a los más diversos oficios. Estuvo metido un buen tiempo en una finca tolimense de su familia. Allí nació su interés por la aventura, su pasión por descubrir a dónde conducen los caminos perdidos. Y de ahí nació, así mismo, esa manía por emprender cualquier travesía que no ofrezca una meta segura. Pero Mutis prefirió estar más cerca de la cultura que de los cafetales. Terminó redactando notas bibliográficas en una revista literaria, hasta que el destino lo puso al frente de la Radio Nacional, en reemplazo de Jorge Zalamea. Allí conoció a algunos de sus más grandes amigos, como Alvaro Castaño y Gonzalo Mallarino, y luego a Alejandro Obregón y a Gabriel García Márquez. Fue locutor de noticias y actor de radionovelas. Lo que vino después fue un largo recorrido por diversas empresas, de las que fue relacionista, asesor, vendedor y hasta gerente. Finalmente se dedicó a colocar en el mercado latinoamericano películas de la Twentieth Century Fox y de Columbia Pictures, hasta alcanzar su jubilación hace unos pocos años. Pero siempre, al margen del puesto que estuviera ocupando, Alvaro Mutis alimentó a diario su oficio de escritor, ese que lo fue convirtiendo en uno de los más reconocidos poetas del país.

Así como su personaje, Maqroll, se le ha medido a cualquier empresa y las tentaciones también lo han acechado con frecuencia. Sobre todo la de darle rienda suelta a su espíritu de burgués. Alguna vez cayó en la tentación, cuando se desempeñaba como gerente de relaciones públicas de la Esso en Colombia. Se excedió en celebraciones y en patrocinios para las quijotadas culturales de sus amigos -como tantas veces se ha excedido Maqroll a la hora de ayudar a los suyos- y una demanda en su contra lo tuvo preso durante 15 meses en la cárcel de Lecumberri, en México, a donde había partido en busca de un nuevo presente. Y se quedó en México, por cierto, aunque sigue siendo colombiano hasta la médula.

La historia de Maqroll y la de Mutis se parecen tanto que el personaje se inspiró en la realidad de su creador, quien cuando vivía en Europa viajaba periódicamente al país en esos barcos que han quedado en las novelas. Y que muchas veces emprendió el novelista al lado de un capitán sibarita que se encargaba de emborracharlos a todos con esa deliciosa mezcla de champaña y cerveza. "Me he ido volviendo un Maqroll, pero él tiene su propia vida. Uno no se da cuenta al comienzo, pero llega un momento en que los personajes exigen que se les respete su personalidad. Hace unos días quería poner en sus labios una frase sobre la muerte más mía que suya. Y Maqroll saltó, y me hizo ver que eso no cuadraba con su carácter. Es cierto, cuando empecé a escribir lo utilicé para decir lo que yo quería, pero hace tiempo que él sólo dice lo que se le antoja".

Son tan parecidos porque, como lo dice él mismo, "el oficio de gaviero y el de poeta son la misma cosa: ambos están anunciando lo que viene". Y Mutis, que ante todo es un poeta, seguirá luchando hasta el fin de sus días con las palabras, aunque sabe, como Maqroll, que "la palabra, ya, en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable".