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EL IDIOMA QUE HABLAMOS

23 años de investigaciones terminan con la publicación del primer Atlas Linguístico Colombiano. Obra única en lengua castellana adelantada por el Instituto Caro y Cuervo.

9 de agosto de 1982

Esta es una época de controversias para las instituciones encargadas de promover la cultura entre los colombianos. Por una parte, se denuncian crisis presupuestales en Colcultura y la prensa conservadora acusa a este organismo de esta publicando obras pornográficas y de dejar la interpretación de la historia colombiana en manos marxistas. Por otra parte, la misma prensa conservadora defiende la labor"callada y notable" del Instituto Caro y Cuervo, mientras un periódico liberal lo tilda de ser excesivamente conservador y elitista.
En medio de una y otra discución, necesaria en un país cansado de seguir tragando entero, una y otra institución se esfuerzan, con sus anémicos presupuestos, por hacer un poco de lo mucho que hay por hacer en la vida cultural colombiana.
Una de esas obras notables es la que acaba de terminar el Instituto Caro y Cuervo con la publicación del primer Atlas Linguístico Colombiano, después de una investigación de más de 23 años, la más larga que se haya hecho jamás en el país.
El orígen de este gran proyecto, el primero de su especie en lengua castellana, data de 1959, cuando el Departamento de Dialectología del Caro y Cuervo inició una investigación que debía durar 17 años, pero que por falta de presupuesto sólo se pudo terminar a principios de 1982, cinco años más tarde de lo proyectado. En la planeación del Atlas tomó parte un equipo central de 5 personas orientado por el director de dialectología, Luis Flórez, y decenas de científicos y colaboradores que, a lo largo de estos años, aportaron sus conocimientos para culminar una obra cuya mayor virtud es la de ser fiel al espíritu colombiano.
El objetivo central del Atlas era reunir científicamente los distintos modos de hablar de los colombianos en las diferentes regiones del país. Para eso se elaboró un cuestionario sobre temas, léxico, fonética, gramática y onomástica. Se visitaron 262 poblaciones campesinas de la Costa, los Andes, los Llanos y Leticia y se entrevistaron más de 2.000 hombres y mujeres, la mayoría de ellos iletrados, pero representantes típicos del modo de hablar de esas regiones. El resultado final fueron 300 mil respuestas, cientos de cintas magnetofónicas grabadas, miles de fotografías y decenas de instrumentos para el uso de la agricultura, la ganadería y la vida familiar de las zonas rurales, que será el depósito inicial para el Museo Etnográfico Colombiano, fundado por el ICC en su sede de Yerbabuena, a unos 30 kilómetros de Bogotá.
Después de terminada la recolección de datos se procedió a un estudio comparativo que llevó a conclusiones que tácitamente conocen los colombianos, pero que sólo hasta ahora estarán contenidas de un modo metódico y más o menos preciso en el Atlas de 6 tomos, 2.100 páginas y 1.400 mapas. Las conclusiones generales son: exceptuando la zona selvática de los Territorios Nacionales, poblada por comunidades indígenas que no hablan español, el país geolinguístico colombiano se divide en dos grandes áreas: la costa, cuyo principal radio dialéctico en el Caribe es Cartagena y sus alrededores, y la zona andina, cuyo epicentro es Bogotá y en mayor escala Cundinamarca y Boyacá. Hay otras áreas menores con usos linguisticos diferenciales como Nariño, Tolima, Chocó, Cauca, Antioquia, el viejo Caldas y otros donde se encuentran, sin embargo, raíces y acentos dialécticos semejantes.
Hasta el momento sólo se ha publicado el primero de los seis tomos, pero se espera tener terminado el resto de otro en un año. Cuando se ojea el primero de estos tomos, empastado en una gruesa cartulina de cuero rojo y de un tamaño de 70 por 60 centímetros, se tiene la impresión de asistir a un diálogo con los distintos hombres y mujeres que pueblan los campos y esos pequeños pueblos olvidados de todos. Sorprende, por ejemplo, ver que en el país hay 410 nombres diferentes para ese alimento esencial de estas tierras como es la yuca.
Un simple recolector de café puede ser, según la región donde se encuentre, un galoniador, un chapolero, un cogendero, un seguidor, un destajero, un cafetero o simplemente un tarerista. Y una simple vasija para recoger el arroz puede ser, según el caso, una bagaña, un chinje, una falca, un joca, un mate o tal vez un tibungo. Por medio de mapas diseñados con gran paciencia, se va señalando con símbolo de distintos colores el sitio donde se dicen, de un modo u otro, cosas que para el habitante de las grandes ciudades son simplemente un reloj, una mazorca de maíz, un banano o un bulto de panela.
El encargado del proyecto durante estos 23 años, el doctor Luis Flórez, afirma, orgulloso con esta excepcional investigación que: El Atlas es una contribución importante cuando se trata de conocer cómo hablan el español gentes incultas o semicultas de campos pueblos y ciudades pequeñas que son quienes en última instancia expresan mejor el alma auténtica de lo colombiano. El español que se habla en Colombia tiene procedencias distintas según la región de donde venían los peninsulares por la natural influencia indígena en algunas zonas y por elemento africano que ha predominado en las costas: Con el tiempo, estas formas y modos de habla han derivado en dialectos propios de las distintas áreas, formando un mosaico de expresiones típicas.
Por el momento sólo serán impresas 2.000 copias de cada uno de los 6 tomos, debido a los altos costos de producción que superan los 25 millones. El primer tomo del Atlas Linguístico ya está disponible para el público en la librería del Instituto en Bogotá.--
Valentín González