Los poemas del invierno. Mario Rivero Arango Editores, Bogotá, 1996. $7.500 o hay vuelta de hoja: Mario Rivero es un señor poeta y, a mi parecer, uno de los grandes de la literatura colombiana de todos los tiempos. Tal es la impresión que queda al leer su último libro, Los poemas del invierno, publicado a fines del 96. Ese conjunto es el eslabón de una trayectoria poética plena de coherencia y que avanza, verso a verso, hacia una madurez espléndida. Recordemos que Rivero, con Poemas urbanos (1966), irrumpe audazmente con una poesía prosaica, amétrica, de anécdota. Los temas eran la ciudad del proletariado urbano y de las clases bajas: sus entornos callejeros, su pobreza triste, sus conflictos, sus gozos, sus amores. Esa poesía ha ido cambiando a medida que cambia el corazón del poeta. Con las Baladas (1973) se torna narrativa y enumerativa de unas realidades degradadas, las cuales revela valiéndose de todas las formas contemporáneas de comunicación: la televisión, el 'collage', el graffito, el cine, el bolero, el titular del periódico... Y llega hoy _con Los poemas del invierno_ a la solitaria, sombría y desnuda recta final. Así ese Rivero sensual que miraba su entorno con avidez y gozosamente lo escribía, ese Rivero que amplió nuestro universo poético introduciendo con todo desparpajo las palabras más prosaicas, ese Rivero irreverente que, como señaló Gonzalo Arango, "dice cosas metafísicas y solemnes mientras come maní o se atraganta con una grasosa chuleta de cerdo", ese Rivero se ha retraído a la expresión más decantada y esencial. O sea, se ha puesto a mirar hacia dentro, hacia su alma. Ahora es un poeta eminentemente lírico, que ha desnudado hasta los huesos la palabra y, escéptico y melancólico, reflexiona sobre temas trascendentes: el tiempo, la muerte, es una poesía triste pero hermosísima. Y, no temo decirlo, está tocada por esa gracia tan rara que solo le es dada a los grandes poetas. n