Es como meterse en el túnel del tiempo para viajar hacia el pasado y despertar hace cien años en esa época de caminos de herradura, romanticismo en decadencia, colonización antioqueña, tranvía de mulas, olor a pólvora de las guerras civiles aún humeantes y de la letra "G" que debutaba en sociedad, aunque todavía en los cartelones se insistía en hablar de jeografía.Ese túnel tiene en total mil quinientos metros cuadrados, repartidos en tres pisos, en 40 vitrinas y en 200 paneles y en él se meten adultos y niños, hombres y mujeres, desde el fin de semana pasado cuando se inauguró la exposición que muestra cómo era, qué pasaba, qué se hablaba y se tomaba y se comía y se hacía en Colombia en 1886 cuando se discutió, redactó y aprobó la Constitución que aún rige.No se trata de una exposición simple-y a la simpleza, en estos casos, viene pegada la aburrición-, sino, más bien, de una ambientación de la época, una exposición escenográfica, podria llamarse, para la que se tuvieron en cuenta los detalles más reveladores de lo que era aquel tiempo donde las mujeres hacian crecer sus caderas con rellenos de trapo para lucir más sexy y los hombres se dejaban patillas de próceres, tal vez porque muchos de ellos eran próceres o porque los próceres no eran figuras de libros de historia sino personajes tan recientes que estaban a tiro de recuerdo.La exposición "Colombia 1886", como se llama oficialmente, comenzó a imaginarse hace seis meses cuando se incluyó dentro de los programas de celebración de los cien años de la Constitución y para ella el Banco de la República dispuso de las salas de exhibición de la Biblioteca Luis Angel Arango, de Bogotá, donde permanecerá hasta el 30 de septiembre. Posteriormente, en 12 afiches-resumen, esta misma exposición viajará por todo el país. La imposibilidad de trasladar todos los objetos exhibidos y las con diciones de sus dueños y de las compañías de seguros, obligaron a optar por esa forma de llevar la exposición por el pais entero. Pero para que hasta ese recinto, que será visitado por cerca de 200 mil personas, llegara la sala de la casa de una familia burguesa de hace un siglo con sus espejos y sus arañas y sus canapés; el escrito rio aparatoso de Rafael Núñez; los cañones y los fusiles de las últimas guerras civiles; el tranvía bogotano y las máquinas apaga-incendios de entonces, para que llegaran estos y muchos otros enseres, fue necesario, primero, hacer una investigación de veras exhaustiva de cómo era el país de hace todo ese tiempo y, en segundo lugar, averiguar dónde estaban y cómo se conseguían los elementos para respaldar la información."Lo primero fue meterse a fondo a investigar lo que sucedia en el pais mientras se discutía y redactaba la Constitución, en un trabajo que logró su objetivo: reunir la mayor información posible de la época", cuenta Santiago Londoño, el curador de la exposición que de tanto escarbar bibliotecas públicas y archivos privados logró dominar el siglo XIX."No planteamos una exposición hiperrealista, sino evocadora", describe, y ese es el primer logro de esta muestra libre de cánones tradicionales y acartonados, en la que se logra dar una idea del país de hace cien años y donde, si hay interés del visitante por aproximarse a la realidad de la época, mirando todos los objetos y leyendo toda la información, podrá salir de la exposición con una idea muy cercana a lo que sucedía entonces.DE LA EPOCA A LA CONSTITUCION No es, pues, una exposición aburrida ni para especialistas, sino una muestra con la que se pretende que el mayor número posible de gente entienda a ese país remoto de hace un siglo, en el que se dio la llamada Carta Magna, en el que sucedieron muchos acontecimientos, en el que se inició el despegue de la economía al salir prácticamente de la prehistoria y en el que se forjaron muchas de las cosas que hoy siguen en vigencia. Por la forma en que está distribuida, por la escenografia montada, por la información en carteles y por las mil curiosidades de esta "Breve historia de todas las cosas", como también se ha llamado, lo que se busca es que a ella concurran desde niños y hasta ancianos y, por eso, hay previstas visitas guiadas y audiovisuales que pondrán ante los ojos de los espectadores a la Colombia del siglo XIX.En la distribución de los espacios y en el montaje general, bajo la dirección del arquitecto José María Rodríguez, se refuerza la idea de que sea una muestra entretenida, clara y útil.Una cronología de lo ocurrido en la penúltima década del siglo pasado, es la encargada de abrir la exposición.La distribución de la población colombiana entonces (Jesús María, en Santander, por ejemplo, tenía más habitantes que Cali) y los sistemas de comunicación, con sus telarañas de caminos de herradura y la masiva tala de bosques en la ribera del Magdalena para el transporte fluvial, revelan después el estado en que se encontraba el pais en esos tiempos, con sus divisiones políticas y el paso del federalismo al centralismo. El surgimiento del ferrocarril como factor de progreso, la colonización de amplios territorios por parte de antioqueños armados de hachas y de ganas de dinero, la situación de la moneda (comenzaban a circular los primeros billetes), los trajes que se usaban, el estado de la me dicina, la importancia del oro, la quina y el café, cuyas exportaciones apenas se iniciaban, forman ese primer recorrido por "Colombia 1886".En el mismo primer piso se ofrece la posibilidad de entrar en casa ajena: cómo era una sala de recibo de una familia de alta alcurnia, adornada con espejos ahumados e iluminada con lámparas-araña y cómo era una casa de pobres, con un ambiente unico donde todo lo hacían (dormir, trabajar, comer, jugar), son dos de los montajes, desde los cuales se puede ver el espacio dedicado a los servicios públicos con, por ejemplo, los primeros sistemas de acueducto y alcantarillado y de ahi se pasa a la, digamos, parte cultural: la decadencia del costumbrismo pictórico y del romanticismo literario, en beneficio del nacimiento del arte académico y del modernismo con el apogeo de José Asunción Silva.Los dos pisos superiores de este túnel del tiempo están dedicados a la documentación de la época, con las caricaturas políticas que se hacían en el celebre periódico satírico El Alacrán al gobierno de la Regeneración; los cambios que ha sufrido la Constitución a lo largo de este siglo, los más claves sellos filatélicos; las fotografías de conocidos personajes del momento, hasta llegar al borrador de la Carta hecho por Miguel Antonio Caro, al libro de actas del Congreso Nacional de Delegatarios, a la Constitución caligrafiada y lista para entrar en vigencia, con la advertencia clara que se trata de un documento dictado "En nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad".Toda esa evocación del 1886, esa Colombia recién nacida, sus costumbres, sus dificultades y sus pequeñas victorias, está en esta exposición original, que, como es habitual, controvertirán los ortodoxos de las artes plásticas, pero que, con certeza, cumplirá su objetivo de comunicar con eficacia en qué andaba Colombia hace un siglo. --