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EL ULTIMO SUSPIRO

Pese al éxito de "Kalimán", las radionovelas viven en Colombia sus últimos días.

23 de agosto de 1982

Hoy son sólo ocho. Ocho tristes radionovelas, transmitidas por Todelar, es todo lo que queda de un pasado radiante, --la década de los 60--, en que este octavo arte, acaparó tanto la atención de los colombianos, que llegó a haber hasta tres cadenas transmitiendo simultáneamente 20 radionovelas.
¿A qué se debe esta decadencia, esta pobreza, repentina después de tantos años de gloria? ¿Dejaron de interesarse las radio escuchas colombianas, por los folletines de amor y de dolor, que ayer las hicieran llorar? Desgraciadamente, la respuesta a estos interrogantes, no se encontrará "en el próximo capítulo", como diría en cualquier obra del género. Hay que buscarla simple y llanamente, en la televisión.
Ha sido la televisión la que, con la imagen y sus mayores recursos económicos y técnicos, ha terminado por desplazar a la radionovela, como género popular, en la audiencia colombiana.
A pesar del cuadro clínico crítica que presenta la radionovela colombiana, aún no está del todo muerta. O mejor dicho, está muerta, pero no completamente enterrada. La prueba: "Kalimán", del mexicano Víctor Fox, que desde hace 17 años, se transmite por Todelar, y que ya ha completado la cifra récord de 3.500 capítulos. Kalimán, una especie de Uri Geller de la India, posee poderes mentales extraordinarios, que le permiten transformar el mal en bien, y combatir así, a Kharma, demonio del Tíbet. Kaliman no sólo es tan hermóso que ha conquistado el alma de la noble Panyani, sino que además, es tan bueno, que jamás recurre al crimen, ni siquiera contra sus peores enemigos, a quienes prefiere convencer por medio de enseñanzas y métodos pacíficos. En la vida real, Kalimán es simplemente la voz de Manolo Villarreal, hombre de pésimo genio, quien, a imagen y semejanza del personaje que encarna, es alto y apuesto, aunque muy blanco y no amarillo, como deben soñar las radioescuchas, a su héroe oriental.
Las razones del éxito de "Kalimán" son difíciles de explicar. Su mundo de aventuras fantásticas y orientes lejanos, nada tiepe que ver, aparentemente, con el prosaico ajetreo de los cientos de amas de casa de clase media y popular que son quienes siguen arrobadas sus episodios. Sea como sea, "Kalimán" es la fórmula mágica que ha mantenido la supervivencia de este género en decadencia. Ha significado además un hit económico para Todelar, a donde llueven avisos no sólo de jabones y electrodomésticos, para ser transmitidos durante la radionovela, sino sobre todo de quirománticos que ofrecen su gestión a módico precio para adivinar un principe azul en el futuro de la aburrida ama de casa.
Todelar, seguramente amparado por el mágico efluvio de "Kalimán", ha logrado sostener otras radionovelas con un nivel aceptable de sintonía, como "El Abismo", "Amor Prohibido", "Quién Morirá Mañana"y una de corte distinto, "Solución a sus Problemas", que es la dramatización de los enredos personales que envian por carta las radioescuchas más asiduas. Pero no es esa la suerte de las demás cadenas. Otras como Caracol y RCN, han dejado de lado completamente las radionovelas, para reemplazarlas por información deportiva y noticieros, amenizados con música, con el consecuente despido del elenco de actores. Parece que Kalimán no hay sino uno, y que sólo beneficia a su patrocinador.
SE ACABAN LOS ESCRIBIDORES
Tres o cuatro escribidores nacionales se disputan el disminuido mercado de guiones de radionavela, con la legión, más viva y activa que nunca, de escribidores mexicanos. "Kalimán", por ejemplo, es de autór mexicano. y curiosamente, en ese país, al contrario de lo que sucede en Colombia, las radionovelas siguen en pleno furor. Una sola cadena mexicana XCW, transmite 12 radionovelas diarias, y para satisfacer semejante demanda existen escuelas especializadas en preparar a los actores, como la famosa de Caridad Bravo Adams.
Entre los poquísimos colombianos que aún le meten el hombro al ingrato negocio de escribir guiones en este país, está Enrique Jordán, bogotano de 48 años, elegante y de modales finos, quien tiene en su haber la cifra de 75 títulos de radionovelas, entre ellas, la adaptación de "El Conde de Montecristo", que batiera récords de sintonía 25 años atrás. Jordán se inició en el oficio en México y Guatemala, desarrollando temas clásicos como "La Dama de las Camelias". Hoy día ha actualizado su enfoque y su lenguaje, para llegar mejor al público, y sus protagonistas ya no languidecen de tuberculosis y de penas de amor, sino que quedan fríos por sobredosis de drogas o se escapan de la casa, por los abusos de unos padres sobreprotectores y represivos.
Jordán opina que no hay que meterse con ambientes sórdidos, ni hablar de hambre y de miseria. El gran público de las radionovelas, que de apuros económicos conoce suficiente, prefiere enterarse de los dramas de la gente con plata; la corrupción, los odios, los excesos sexuales de los ambientes distinguidos. La próxima obra, que ya tiene en mente, es sobre un triángulo amoroso y se llamará "Regina, Gerardo y Fabiola".
Jordán, que es el mejor remunerado de los escribidores, recibe en Colombia, 12 dólares por capítulo, mientras que por el mismo material, con las adaptaciones del caso, obtiene en México ó en Venezuela, hasta 20 dólares, diferencia que lo desmoraliza y lo hace candidato a "cerebro fugado". Por lo pronto, de donde se va a fugar seguro, es de la radio --donde debe moler de las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, sin parar--, para pasarse al trabajo más muelle de la televisión donde puede cobrar 100 dólares y más por un guión de media hora.
Más triste aún, es la historia de Germán Salas, quien ha dedicado 40 de sus 62 años, al arte de la radionovela, sin que hoy pueda recoger laureles ni gloria. "La línea de la radionovela, fue mala escogencia. Si me hubiera dedicado a la crónica déportiva, estaría mucho mejor, y no matándome trabajando en una compañía de riego, que tengo con mi hijo" son las dolidas confesiones de este filósofo --lo es en serio, con todo y título universitario que lo acredita- que hoy reconoce que no sólo por vocación, sino también por falta de remuneración, ha tenido que trabajar toda su vida "por puro amor al arte"
El gran orgullo de este escribidor, es su castellano clásico, sin neologismos que lo manchen, y su tema favorito es lo macabro, las situaciones escabrosas. Sus obras más célebres son "Infierno en la Tierra", sobre exorcismos y cacerías de brujas, y "La Vida de José Gregorio Hernández". En una oportunidad, conoció a Vargas Llosa en Barcelona, y más tarde se sorprendió gratamente al reconocerse en "La Tía Julia y el Escribidor", en la figura del gran Camacho. Sesenta radionovelas escritas no han sido recompensa suficiente en la vida del veterano Germán Salas, quien hoy, amargado y desencantado, reconoce que él es uno de los últimos "mohicanos", de un oficio en vías de extinción.
Los escribidores, hábiles inventores de sueños, tramadores de historias de amor y artífices de suspenso por entregas, tienen por delante un capítulo inconcluso, el de su propio oficio, y a pesar de su larga práctica, no están seguros de poder darle a éste un final feliz.