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EN SERIO Y EN PROSA

En una serie de ensayos, Pedro Salinas defiende viejas y tradicionales formas de cultura.

12 de marzo de 1984

"El Defensor" Pedro Salinas. Alianza Tres.
Alianza Editorial. Madrid 1983, 327 páginas.
Traductor de Proust, poeta y ensayista original, Pedro Salinas tiene en su divulgada obra poética su gran obra literaria. Así, a Salinas se le conoce a través de la lírica, y esta intimidad exquisita con la poesía ha ocultado, o por lo menos ha desplazado a un lugar muy secundario, una parte enormemente vivificante de su obra: su prosa. Su prosa alerta, descriptiva, franca y amena que recorre, sin alambiques ni embrujos linguísticos, sus ensayos, llevados a términos felices en un libro que ha editado Alianza Tres: "El Defensor".
Nacido en Madrid en 1881 y muerto en Boston en 1951, Salinas, que vivió la juventud cosmopolita de un europeo de la belle époque, fue siempre un "transterrado" como lo recuerda Juan Marichal en el prólogo del libro. En 1939 Salinas se hace profesor en el Wellesley College -cerca de Boston- y luego ocupa la cátedra de lengua española en la John Hopkins University, en Baltimore. En 1942 se traslada a Puerto Rico en donde encuentra las mejores condiciones para la creación literaria. Precisamente en esta época la producción intelectual de Salinas es una de las más fecundas. Obras de teatro, novela, estudios de historia literaria, van acompañando el itinerario poético de Pedro Salinas. De esta época surge también "El Defensor", colección de ensayos con los que Salinas, con su avidez intelectual, hace una ardorosa defensa de las formas culturales que atraviesan por una crísis, o que ya francamente han sido abolidas por las nuevas tendencias prácticas de nuestra época. La carta, la lectura, las minorías literarias; la defensa, implícita, de los viejos analfabetos y la defensa del lenguaje, no son para Salinas simples temas de distracción literaria puesto que no son meras curiosidades, ni vestigios estereotipados de otras culturas; son para repetir sus palabras "la preocupación por el riesgo en que se ven hoy día algunas formas tradicionales de la vida del espíritu".
En la defensa de la carta ("La defensa de la carta misiva y de la correspondencia epistolar") por ejemplo, más allá de una defensa de esta forma de comunicación humana, Salinas compone su verdadero elogio, en el que comprobamos cómo no sólo se ha perdido la ocasión propicia, sino también el gusto por ella. Entre el deber enojoso, y el declarado laconismo de una comunicación se debate hoy día el destino de la carta. El espíritu de la relacion epistolar, su sentido más personal ha enmudecido y nos ha privado, con su doble silencio, del placer de enviar las cartas y del no menos grato de recibirlas.
El rasgo común en estos ensayos de Pedro Salinas es la presencia de su enorme capacidad para escapar de la estrechez y de los prejuicios en los que es tan fácil caer cuando el ánimo de una defensa -o un ataque- empuja con vehemencia el transcurso de una idea. Salinas escapa de ello gracias a su espíritu universal, que se ocupantes que de las grandes desiluciones y de las negatividades que ofrece la historia, de los amplios panoramas de perspectivas culturales, en donde vemos tantas veces a la historia terciando en la crónica, como acudiendo al llamado del autor para responder por un testimonio o por una anécdota, sin los cuales sus episodios se verían privados de esa encantadora trama que realza su prosa, que la autentica y que la alienta.
La nota culta y ejemplarizante, la petit histoire, la interpretación de un episodio o de toda una novela, las citas sugestivas, se van entrecruzando en los ensayos de Salinas en una prosa desenvuelta y clásica, orientada más al recuento de los hechos que a la erudición expositiva. Así, este libro que es escenario de sus defensas, es una prueba palpable de que si Salinas en la producción poética dejó lo mejor de su expresión, en la prosa dejó lo más minuciosamente razonado de su pasión por algo que encuentra en una etapa postrera: las formas más cultivadas de la cultura. La vigencia de los ensayos de Salinas está realzada por su doble condición de poeta y ensayista, o como diría Guthrie: "el hecho de ser poeta le sirvió para ser mejor ensayista".