Es muy diciente una frase que pronunció Ernestine Anderson cuando le preguntaron si se sentía satisfecha con su manera de cantar: "En realidad, respondió, me gustaría tener la voz de Ella Fitzgerald, y manejarla como la de Sarah Vaughan". La idea expresada es que cada artista escoge sus influencias y, aunque suene paradójico, es así como termina por construir una identidad propia. Ernestine suena a veces como Ella y otras veces como Sarah, pero justamente por eso suena siempre como Ernestine. En un medio en el que circulan con abundancia los discos, las canciones, las maneras de componer, resulta cada vez más fácil dejarse influir. Lo importante es pasar de la simple imitación al estilo propio: allí, en ese simple acto, se van fraguando las propuestas originales y se van distinguiendo las buenas voces.En Colombia, durante los últimos meses, las voces femeninas han hecho una impresionante avanzada. Han enriquecido el medio musical con canciones que son dueñas de una estética y una sensibilidad únicas. Estas mujeres cuidan cada detalle: desde los versos hasta la producción sonora, pasando por carátulas que expresan la esencia de su arte. La era de la cancionera ha llegado, y SEMANA presenta a sus lectores el perfil de tres de las figuras más importantes, cuyos discos ameritan ser escuchados con total atención.Inés Gaviria: corazón de rock Todas sus canciones exhiben la rebeldía de esa "inolvidable melena leonina" (como la llamó una revista farandulera) que la hace inconfundible. Inés es roquera de corazón y por eso en su disco las guitarras tienen tanta fuerza. Las canciones de A mi manera versan sobre amor, pero no son idílicas; más bien retratan esos momentos en que el amor se vuelve un campo de batalla. Esa presencia fuerte y esas letras directas llamaron la atención de uno de los sellos independientes más prestigiosos de Miami. Respek Records la grabó y se ha encargado de distribuir el álbum en varios países, incluido el nuestro. De paso, sabemos lo que significa estar con un sello independiente: hay más libertad para el artista, menos presión para acoplarse a formatos establecidos. En ese sentido, estamos frente a un disco tan genuino como rebelde.Mónica Giraldo: la poesía de todas las cosas Cualquier tema parece ser pretexto para cantar y, de paso, descubrirnos su poesía inherente. En el nuevo disco de Mónica hay una canción dedicada al viento y su interpretación es tan suave, que nos arrastra. Otra es capaz de ver en la figura del chatarrero (tan urbano, tan gris) una presencia vital de nuestras calles. Todos los temas están expresados con sencillez y con calma, como si cantar fuera para Mónica un ejercicio cercano a la meditación.Desde luego, uno puede descubrir en Muy cerca influencias de la bossa nova y esa alma de blues en español que es legado de los Presuntos Implicados. Pero la creación de Mónica está más comprometida con nuestra realidad. La pieza final, a ritmo de bullerengue, pero sin demasiada extroversión, termina siendo una mirada muy propia al folclor y a sus posibilidades más dulces.Lucía Pulido: canto de la raza Ningún disco de Lucía se parece al anterior. Hace 10 años lanzó un trabajo de fusión con ritmos colombianos que lastimosamente fue incomprendido por los promotores: la cantante se había adelantado a su tiempo. Luego vinieron unos discos que en Colombia, sencillamente, no circularon. Hace poco reapareció con un disco dedicado a la música de despecho; pero extrañábamos su interpretación de cantos de litoral.Songbook I viene a llenar ese vacío. A pesar de que se repite un tema del primer disco (La hoguera), es imposible compararlo: Lucía dejaría de ser Lucía si no optara por el experimento y la sorpresa. Ahora los arreglos corren por cuenta de un músico argentino, más versado en jazz que en folclor. Por ello la audición puede ser un poco ardua al comienzo, pero es algo que siempre sucede con el arte que mira al futuro.