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LA INTUICION DE SOFIA

Dentro de la temporada de ópera ha sobresalido en su papel de Azucena, la mezzo-soprano paisa Sofía Salazar

20 de agosto de 1984

La temporada de ópera se inició con "El Trovador" de Giuseppe Verdi, un drama romántico, en el cual abundan el amor, los celos, el asesinato, el suicidio, la tortura y hasta la brujería y que se ha convertido desde su estreno en algo así como en el arquetipo de la ópera italiana. Por supuesto, los méritos del trovador no están en relación exclusiva con la truculencia, al contrario, la obra se considera una pieza maestra del género por sus valores musicales imperecederos y por las exigencias que plantea en términos de solistas.
Se puede afirmar que "El Trovador" es en todo el mundo un best seller de la ópera y lo propio ha ocurrido en Bogotá, donde ha gozado de inmensa popularidad desde cuando la Compañía Rossina, una de aquellas troupes itinerantes que subían los Andes a lomo de mula, la estrenó con un retraso ínfimo respecto de su primera presentación. Ciento treinta y un años después, "El Trovador" regresó una vez más para emocionar a una afición que a lo largo de cinco funciones ha atiborrado las escasas mil localidades del viejo Teatro Colón; pero en esta ocasión, llegó con un ingrediente de alguna manera sorpresivo y que entusiasmó al público: el retorno, después de dos años, de la cantante antioqueña Sofía Salazar.
En efecto, esa extraña y palpitante secta de iniciados que son los operáticos, vibraron ante una soberbia interpretación de Azucena, uno de los más comprometidos papeles que escribió Verdi para Mezzo-soprano, y Sofia Salazar demostró haber realizado avances vocales importantísimos, que entusiasmaron a la exigente crítica musical. Parafraseando a Illica y Giacosa, libretistas de "La Bohemia", ya que de ópera se trata, se puede decir que la historia de Sofía Salazar es breve, entre btras razones por su juventud.
Nacida en Medellín, desde muy joven se dedicó a la musica vocal y sobre todo al oratorio. En 1977, por iniciativa del maestro Jaime León, se vinculó a la temporada de ópera de Colcultura, no sin algunas reservas, porque como decía ella misma, "no tenía ni idea de actuación". Sin embargo el maestro León le dijo: "ponga usted la voz, nosotros ponemos el resto". Desde el principio la calidad de Sofía impresionó al público de la ópera, y los papeles que interpretó a través del tiempo, se convirtieron en algo así como marcas de superación.
Aún se recuerda la espléndida Ulrica de baile de máscara, o la coqueta Magdalena del último acto de Rigoletto, o la misma Azucena del Trovador, que hace cuatro años estableció una especie de récord operático.
Para algunos una típica contralto, tal vez por la oscuridad de sus notas graves, la propia artista afirma ser una mezzo-soprano dramática completa, con un registro amplio, y de preferencia verdiana; asegura que los papeles del compositor italiano le van de maravilla a su temperamento dramático y a su voz, pero que también ha conseguido grandes éxitos en papeles más líricos, que exigen una gran agilidad vocal como son los de las obras de Rossini y las de Mozart.
A propósito de esta confesión, su Cherubino en las Bodas de Fígaro fue un notable éxito en la temporada de 1982, al igual que una interpretación que realizó de Rossina, en el Barbero de Sevilla, en la ciudad española de Valencia. En la presente estación operática, el público podrá establecer un interesante paralelo entre su interpretación de la Azucena y otra de muy distinto corte, la de Dorabella en Cosi Fan Tutte de Mozart.
Casada desde hace tres años con el tenor español Francisco Ortíz, Sofía Salazar vive en un apartamento en la ciudad catalana de Castelldefels, desde el cual se divisan las aguas tranquilas del Mare Nostrum. Es bien conocida la actividad musical de la vecina Barcelona y ello le ha permitido a Sofía no sólo continuar su formación, sino proyectarse hacia países importantes en el mundo de la música. Allí ganó hace pocos meses, entre más de ciento cincuenta participantes, el premio Ciulietta Simionato, el cual le fue otorgado de manera unánime por el jurado.
En los últimos dos años, la artista colombiana ha actuado en Francia y en España y a partir del próximo otoño, realizará audiciones en Frankfurt y en Paris, que con seguridad, la llevarán a algunos de los más reconocidos teatros de Europa, en vista de que su voz tiene una calidad nada fácil de encontrar en el panorama lírico mundial.
Sofía, con un espontáneo acento paisa salpicado de términos ibéricos, asegura que el público colombiano es para ella, el más importante del mundo: el primero que la aceptó, y el primero que la hizo triunfar; pero la verdad es que si la voz de esta atractiva mujer no hubiese sido tan convincente, ya estaría fuera del escenario. De todas maneras ella asegura que siempre antepondría sus compromisos en Colombia a cualquier otro proyecto, y agrega que si el año pasado no vino, fue porque no había un papel operático para ella y no estaba interesada en cantar zarzuela, y salirse así de un género al cual cree con firmeza pertenecer de manera exclusiva.
Muy estudiosa, cuenta sin embargo que no tiene un profesor en particular; ha recibido clases maestras con la señora Sara Corti, la gran profesora milanesa de canto, pero en los últimos tiempos ha preferido estudiar sola, con un maestro repetidor, bajo la dirección de su marido y con el consejo de grandes figuras de la ópera como el tenor Giuseppe Di Stefano. Esta personalidad, de fama mundial, ha definido a la mezzo-soprano como una cantante que ante todo debe seguir su propia intuición. La verdad es que los resultados de este consejo están a la vista, y cabe preguntarse si nos encontramos, ante un caso insólito de talento vocal y de musicalidad, ante un fenómeno de esos que se dan muy pocas veces, gracias a unas condiciones naturales excepcionales.
Entre los proyectos inmediatos de Sofía Salazar, está el de participar en la temporada de ópera en la ciudad suiza de Zurich, bajo la batuta del gran director Peter Maag. En Madrid le han ofrecido una producción de "La Cenicienta" de Rossini, y para 1985, un proyecto no confirmado aún que pudiera convertirse en el espaldarazo definitivo de esta gran cantante, al menos en términos publicitarios. Se trata de una producción cinematográfica de la ópera "Carmen", concebida por el cineasta español Carlos Saura y por el bailarín Antonio Gades. Después del éxito obtenido por estos artistas con la "Carmen" flamenca, una producción operática de la obra de Bizet seria un suceso indiscutible, y Sofía Salazar en el papel protagonista tendria, en consecuencia, un brillante lanzamiento internacional.
Ojalá este proyecto llegue a concretarse, pero aunque así no ocurriera el futuro de la mezzo-soprano colombiana es halagueño y esperanzador.
Una prueba más de la importancia que tiene la infraestructura operática nacional y de cómo un vehículo de esta naturaleza, se traduce en más y mejores oportunidades para los artistas nacionales y para la cultura del país. -
Fernando Toledo -