El resurgimiento vigoroso de la cultura alemana es un hecho hace tiempo consumado. En pintura y música, teatro y literatura, cine y ballet, Alemania hoy parece situarse en el frente de la vanguardia cultural europea. Los escritores y artistas alemanes han extraído nuevas fuerzas del pasado, superando el recuerdo de la barbarie nazi. El director de cine Werner Herzog lo expresó así: "Somos una generación que no ha tenido padres, pero sí abuelos". Se refiere es claro, a los artistas, escritores y directores de cine de la época del expresionismo alemán. De allí, hoy toma su fuerza, pero también de un pasado aún más remoto: del romanticismo. A la nueva generación de directore de cine -Fassbinder, Herzog, Win Wenders, Schroeter, Alexander Kluge, Scholondorff- corresponde, en la escena literaria, una serie de escritores que va modificando, en esta década, el curso de las letras alemanas: Peter Schneider, Magnus Ezensberger, Peter Handke y Botho Strauss. Ellos en una Alemania renovada renuevan también una tradición tutelar, la de Thomas Mann, Ernst Junger, Gunter Grass, Heinrich Boll: ya no la novela tradicional, burlesca y barroca, crítica y sombría, no más el relato novelesco, la intriga de personajes. Ahora la construcción literaria se desentiende de los problemas de la novela, y, así, los libros de Peter Handke y los de Botho Strauss -por ejemplo- ya no pueden encerrarse en un género preciso y determinado. ¿Novela, poesía, biografía, autobiografía, cuaderno de apuntes, diarios de viaje, reflexiones? Algo de todo esto. En esta dirección de la escritura, el libro de Botho Strauss "Parejas, transeúntes" -que excepcionalmente llegó a Colombia en la edición pulcra de Alfaguara- es verdaderamente ejemplar. El libro de Botho Strauss está compuesto por pequeños relatos y reflexiones, cosas vistas y oídas o vividas por el autor, al azar de las circunstancias y rememoradas bajo la luz de una escritura diáfana y precisa, que resulta tan deslumbrante que a veces recuerda al propio Goethe.La visión penetrante sobre la vida y los seres que lo rodean, expuestos estos y aquellas, sin intriga ni rodeos, le dan a su escritura una consistencia preciosa. Es como si descubriéramos tras el rápido escrutiño de la mirada, lo esencial que mueve y transforma a parejas y transeúntes. Fragmentación y dispersión en un horizonte cultural y urbano en donde la cotidiana experiencia, tan punzantemente expresada, resulta demasiado compleja para ser entregada a las leyes de un relato convencional.