En el cruce de caminos entre la historia personal y la historia colectiva comienza la literatura. O puede comenzar: Todo dependerá de la maestría del escritor, algo siempre tan incierto, tan sujeto a las leyes del azar. De eso se tratan las historias del escritor Roberto Rubiano en su libro de cuentos, Vamos a matar al dragoneante Peláez. Como buen colombiano, Rubiano sabe que su tradición, más que pobre _'repobre' diría un muchacho de ahora_ es una tradición hecha pedazos, llena de jirones, un rompecabezas incompleto cuyas piezas todavía se están buscando. Su propósito es, entonces, contar la historia de su vida y la de su generación, pero también la de un país a lo largo del siglo y entender, al fin de cuentas, por qué pasó lo que pasó o, simplemente, para entender, a secas. Para que haya un cierto orden, una tranquila aceptación antes del caos y la oscuridad. Un sentido que se imponga a la histeria y a la confusión. Rubiano es escritor, no es historiador, luego le interesa el detalle, la imagen precisa, sus amigos, su barrio, su universidad: cosas ciertas, no abstracciones. Pero a partir de allí _es la intención que mueve a sus relatos_ quiere ir a hacia algo más grande _como los historiadores, ahí sí_ dejar la puerta abierta para que el lector escuche el rumor de una época, de un país, cualquier cosa que justifique o dé un hilo conductor a la encrucijada de sus personajes. Aunque claro, cuando la respuesta colectiva a la pregunta individual es la historia de Colombia, el resultado, a veces, suele ser terrible: "En la universidad me explicaban que el hombre era un ser social. Lo decían mis profesores, lo aceptaban los compañeros de la guerrilla urbana que salían a matar policías de esquina. Hasta los de la Plaga, que de ideología nada. Pero al observar el vecindario donde nos aventurábamos me sentía al margen de la sociedad del hombre. Miraba el ambiente por donde nos desplazábamos: una caneca de donde salía humo, hombres de feo aspecto que conversaban con mujeres de feo aspecto en la entrada de edificios incalificables. En estos barrios el hombre no podía ser un animal social". El primer relato está fechado en 1900, en plena Guerra de los Mil Días. Luego vienen la década del 30 (auge del movimiento obrero y represión sindical); los 50 (la violencia llega a las ciudades); los 60 y los 70 (amor, revolución, esperanza); los 80 y los 90 (negocios, desencanto, drogas). Y una ciudad como epicentro: Bogotá. Como quien dice: todos los elementos para hacer el bodrio más grande con la historia colombiana del siglo XX de fondo. Pero en cada relato Rubiano tiene el acierto de descubrir algo entrañable o divertido en los personajes o en las situaciones, que será siempre más importante que 'lo histórico', aunque lo incluya. Incluso Bogotá _la fea Bogotá que pocas veces convence en la literatura_ se vuelve una ciudad fantasmal, cinematográfica, deseada, es decir: verdadera. Los colombianos nunca quieren ser colombianos. Porque nunca encuentran de qué manera su destino individual se convierte en un destino colectivo. En este libro, en estas historias, el autor trata de construir ese puente para sí mismo. E invita a los lectores colombianos a que construyan el suyo. n Bogotá se vuelve una ciudad fantasmal, cinematográfica y deseada Novedades Hernán Díaz - Darío Jaramillo Agudelo Bogotá mía El navegante editores, 1999 (Segunda edición) 79 paginas. $36.000 Hay muchos libros sobre Bogotá, pero este es uno especial. No trata de 'embellecer' la ciudad para turistas despistados, ni encontrar algo insólito para los que están aburridos de verla. Sobre todo no busca 'siempre' la gran panorámica, desde la cual trata de disfrazarse muchas veces una mirada falsamente objetiva. Es un libro íntimo,en el que los autores sólo quieren, sin ninguna pretensión, encontrar su propia ciudad. El título no miente: Bogotá mía. Hermosas fotos de Hernán Díaz, muchas de los años 60, nostálgicas, y una cámara que nunca se olvida de la gente de la ciudad, la pareja en el parque, el solitario que llama desde un teléfono público o el profesor Invar, astrólogo. En los poemas de Darío Jaramillo Bogotá es vista y sentida desde la ventana del hotel donde vive hace más de 15 años: "Bogotá mía con los buses más hediondos del mundo, ciudad de burócratas salvada por los urapanes". Jorge Franco Rosario Tijeras Plaza y Janes 1999 (Cuarta edición) 196 paginas. $ 18.000 Rosario Tijeras es una bella e intensa historia de amor. El lector (o la lectora) por obra y gracia del amor devoto del narrador (Antonio) también se enamora de ella, y también siente escalofrío ante esas zonas oscuras y atormentadas de su pasado. Es que la literatura es muy simple: crear personajes, contar bien una historia. Por eso es que es tan endiabladamente difícil hacerla. Y por eso se duda, cuando dicen de Rosario Tijeras que "es sólo una historia bien contada donde el personaje funciona", si se trata de un elogio o de un comentario perverso. Si una historia le gusta a mucha gente, como el caso de esta novela que ya va por su cuarta edición en apenas tres meses, cabe preguntarse, ¿cuál es su fascinación, qué le dice a tanta gente? En Rosario Tijeras hay un amor entre un niño 'bien' y un sicaria, un amor tormentoso pero real, y ya se sabe, el amor iguala.