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LOS NOMADAS DE LA MISERIA

Nuestra sociedad ha dado origen a una sub cultura, la de los vagabundos erraticos que recolectan los desechos que arrojamos para forjar su propia arquitectura y delimitar su singular universo.

30 de mayo de 1983

La presencia de recolectores actuales en el medio urbano contemporáneo, en el caso específico de Bogotá, o de cualquier otra ciudad grande colombiana, encarna la cultura del reciclaje en su más bajo y elemental nivel. Se manifiesta y se deja leer con respecto al medio urbano, y se desarrolla como un peregrinaje interminable en pos de aquellos desperdicios que conservan todavía alguna capacidad para ser utilizados. Ellos serán buscados tanto en grandes basureros municipales como de puerta en puerta, a lo largo de andenes, por entre bolsas y canecas de basura que nítidas amas de casa pertenecientes a otros estratos socio-económicos, sacan diligentemente de sus casas a la calle.
Poco piensan esas damas en que aquello que a ellas les sobra y estorba por inútil, por basura, a otros muchos en la misma ciudad y al mismo tiempo les representa la base del sustento. Porque antes que aparezca el camión, llegarán quienes han de seleccionar papeles, botellas, latas, cartones, empaques, ropas, desperdicios de alimentos, etc., para llevarlos a expendios donde dichos materiales serán comprados masivamente por algún que otro intermediario, quien los habrá de transformar, o los venderá de nuevo para su eventual reconversión.
Los procesos de recolección utilizados son tan lentos y artesanales todavía, que exigen que individuos y familias enteras dediquen a esta actividad todo su tiempo disponible. Para ello se transportan con niños y utensilios domésticos en animales de carga o en vehículos que son también espacios de habitación. Allí se han de llevar a cabo toda una serie de funciones que componen la existencia misma de estas gentes a lo largo de un desplazamiento nómada por la ciudad, siguiendo rutas que conocen perfectamente, ya que las han establecido con claridad para diferenciar territorios que se limitan con respecto a otros, vecinos y ajenos, dominados por más recolectores.
Ante el paso y frente a la presencia de estos individuos, o tribus, o gérmenes de hordas, la ciudad contemporánea que se ha enorgullecido de su avance tecnológico y que ha hecho profesión abierta de adelanto y bienestar, queda convertida en un simple hecho de paisaje: los automotores, las personas que pertenecen a otras culturas urbanas, los edificios, la infraestructura del funcionamiento de la ciudad, los puentes, las avenidas, los sistemas de iluminación y de transporte etc, quedan transformados, como si fueran hechos absolutamente naturales, que sirven apenas de fondo, o de escenario a las actividades de la recolección. Y ante dicho escenario, los mismos ejecutantes de la ocupación que ahora nos interesa, a su vez evocan la figura de antiguos habitantes del yermo original.
Los que se dedican a estas actividades deambulan como lobos solitarios, salvajes, verdaderos escrutadores, o como organizadas familias que mantienen una cierta aglutinación y en las que, por razones evidentes, predomina el matriarcado como estructura organizativa, con jefe mujer, que es madre, que domina la institución y los hijos, y que generalmente puede sobrevivir sin la ayuda de un hombre.
Los vehículos utilizados se mueven sobre rodachinas, están fabricados de madera y han sido "engallados" y decorados con distintos tipos de inscripciones o emblemas que constituyen lo que pudiéramos llamar la intervención artística del recolector sobre su principal herramienta de trabajo. Dicho arte seguramente intenta calificar e individualizar el carro, y también augurarle una mayor efectividad. Y es posible que aquí se dé, como sucede con el arte paleolítico, un pacto con fuerzas superiores a las que se acude en busca de ayuda a través de prácticas proto-religiosas, animistas y fetichistas. Pero estos carros tienen que ser vistos también como una muy interesante forma de espacio habitable y móvil; como elemental pero eficiente manifestación de arquitectura sin arquitectos; como anteproyecto, o preidea para una arquitectura de habitación sin posible cuota inicial.
En estos carros, el recolector transporta su colchón y sus útiles de cocina que a veces quedan colgados por fuera, a la vista, para así formar parte de su decoración. También estos vehículos contienen espacio para almacenar la mercancía que se ha de recolectar, y espacio para que duerman o descansen los niños mientras los mayores trabajan. Pero el colchón es la presencia que más claramente indica la función habitacional del carro, pues se lleva enrollado, visible y listo para abrir cuando sea necesario establecer el campamento y dormir.
En el descanso nocturno intervendrán los plásticos, producto de la tecnología contemporánea, recogidos de entre las basuras e incorporados a la vida de este nómada contemporáneo con mucha efectividad y verdadero sentido de la economía: los plásticos permiten, a un ínfimo costo, aislarse de la lluvia y del frío para pernoctar en cualquier tipo de lugar con un cierto margen de confort .
No esta de más aclarar que, de manera intencionada, lo que aquí se narra establece un paralelo bastante evidente con situaciones nomádicas prehistóricas, como algunas de las descritas en fuentes literarias primordiales. En la Biblia y otros libros básicos de la historia de la civilización se alude, etapa por etapa, a la evolución de los grupos humanos que aún no se habían posesionado de un territorio específico. Dichos grupos vivían dedicados a ocupaciones pastoriles y atravesaban amplias regiones en busca de bienestar, todo ello a partir del marco de referencia de condiciones climatológicas adversas y de recursos muy precarios. Lo anterior es evidente en lo que sucede en la ciudad colombiana actual.
Aquí se quiere señalar el caso de los grupos nómadas en nuestro medio urbano porque ellos exhiben características culturales que los señalan y distinguen debido a sus muy interesantes manifestaciones. Pero estas líneas también intentan llamar la atención sobre los que constituimos el resto de la sociedad que les ha dado origen y que, además, no se ha dignado a tenerlos en cuenta, ni a tomarlos en serio, ni a estudiarlos detalladamente. Antes bien, si nos han interesado para algo, ha sido con el fin de diseñar las técnicas sociales con qué abolirlos; con qué actuar para causar su desaparición de entre los otros grupos que constituyen la complejidad actual de nuestra sociedad.
La existencia de nómadas recolectores entre nosotros asi como de otros primitivos actuales, constituye un punto fundamental de referencia para que podamos entender la significación, las implicaciones y las relativas calidades, o deficiencia de calidades, de nuestra sociedad.