Título original: The Killing of a Sacred DeerPaís: Inglaterra, Irlanda, Estados UnidosAño: 2017Director: Yorgos LanthimosGuion: Yorgos Lanthimos y Efthymis FilippouActores: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry KeoghanDuración: 121 minLa experiencia de ver El sacrificio de un ciervo sagrado es especialmente difícil de capturar en palabras. Hay una historia, claro, pero hablar de ella no termina de dar una idea de la frialdad con la que todo sucede, de los diálogos banales, entonados entre didáctica y neutralmente, con los cuales se comunican los personajes.Hay también algo oscuramente cómico que burbujea por ahí abajo y que tiene que ver, de nuevo, no con la trama, sino con momentos singulares, con los actores famosos que participan (un Colin Farrell densamente barbado, una Nicole Kidman especialmente distante) y que se prestan a este ejercicio de intensificación atenuada, para llamarlo de alguna forma.Porque todo acá está lavado, desteñido, emocionalmente neutralizado, como si a todos los que aparecen les hubieran explicado a grandes rasgos cómo se mueven y hablan y sienten los humanos sin haberles mostrado uno jamás. Y ese aire de extrañeza, que logra mantenerse en equilibrio entre lo secamente cómico, lo absurdo y lo perturbador, queda resonando mucho después del final.El sacrificio de un ciervo sagrado abre con la imagen impactante de un corazón palpitando del que la cámara se aleja imperceptiblemente. Al ver ese órgano en acción piensa uno que hay algo alarmado en sus movimientos musculares y también algo indecente en estar viéndolos, como si ese órgano no estuviera hecho para salir a la luz, sino para estar oculto y secreto, en la oscuridad que le ofrecen los huesos, músculos y capas de grasa que lo protegen.Se podría pensar que ese corazón es un anuncio de lo que vendrá, un viaje a los mecanismos internos más secretos, pero no. A nivel emocional, ese corazón es el clímax de la película.A diferencia de La langosta, la anterior producción de Yorgos Lanthimos que se situaba en una especie de colonia vacacional donde quienes no encontraban el amor eran transformados en animales de su elección, El sacrificio parece suceder en algo cercano al mundo real: hay hospitales muy limpios con fachadas de vidrio, restaurantes discretos, casas elegantes.Los personajes centrales son el cardiólogo Steven Murphy (Farrell);su esposa, Anna (Kidman); y sus hijos Bob (Sunny Suljic) y Kim (Raffey Cassidy); y la trama tiene que ver con un adolescente (Barry Keoghan) que perturba las relaciones internas y que termina por poner al doctor frente a una decisión imposible.Pero si bien los escenarios son naturalistas, las actuaciones, diálogos y la música disonante de violines se conjugan para crear una atmósfera de tensión abstracta, subrayada por movimientos de cámara lentos y fluidos.La forma en que Lanthimos usa todo esto hace pensar, más que en un dramaturgo, en un coreógrafo que entiende que, al darles un pequeño giro a movimientos cotidianos, es posible lograr un efecto profundamente inquietante. Aunque a nivel narrativo podría uno hablar de las tensiones que vienen con la desigualdad social, sus logros no están en el análisis sociológico o psicológico, sino en las decisiones formales extrañas, distantes y estilizadas que son las que la hacen memorable. CARTELERARodin ***½Retrato biográfico del escultor francés que deja lugar a las ambigüedades e incertidumbres del proceso artístico.La bóveda *½Mitad película de asaltos bancarios, mitad de terror, en una combinación sin mucho sentido.Zama ***Adaptación de una novela histórica dirigida por la argentina Lucrecia Martel que reflexiona sobre la incertidumbre de ser americano.El joven Karl Marx **Cinta convencional centrada en la creación de El manifiesto comunista de Marx y Engels.