Home

Cultura

Artículo

MAS ALLA DE LA ANECDOTA

Un argumento sencillo alrededor de un vendedor clandestino de café y una herencia neorrealista en la última película de Nani Loy, "Café Express"

4 de octubre de 1982

Zavattini, el gran guionista italiano, dijo en una ocasión que le gustaría hacer una película sobre los ochenta minutos de la vida de un hombre al que no le sucede nada importante. Lo afirmaba porque estaba convencido de que bastante importante y revelador podía ser el fluir de la vida misma. Era la época del movimiento neorrealista en Italia.
Muchos años han pasado ya desde ese entonces y, sin embargo, en varias películas italianas de hoy se sigue respirando el aire que dejó dicha herencia testimonial. Muestra de ello es la película "Café Express" de Nani Loy, donde, si bien es cierto que el neorrealismo está superado, no lo es menos el hecho de que se trata de mostrar situaciones reales, interpretadas por personas corrientes, postulado básicamente neorrealista. "Café Express" cumple con el deseo de Zavattini. En la película no sucede nada extraordinario fuera de las peripecias cotidianas de alguien que lucha por conseguir el sustento. Un argumento sencillo, trivial quizás, pero no por eso menos apasionante para el espectador que le gusta escarbar más allá de la anécdota que cuenta cada película.
Un napolitano, de nombre Michéle, se gana la vida vendiendo café dentro de los trenes que recorren su país. Esta actividad comercial está prohibida por el ministerio italiano, pero el ingenio del vendedor le ha permitido burlar, durante mucho tiempo, la vigilancia de las autoridades ferroviarias. Durante el día y la noche recorre los diferentes vagones, cargando en uno de sus brazos un cesto lleno de termos, mientras ofrece con gran agilidad verbal su producto a los pasajeros.
Este sencillo planteamiento argumental sirve para que el director se dedique a mostrar con la cámara los diversos caracteres sociales que se reúnen dentro del tren, a la vez que utiliza el recurso del humor para mantener el ritmo de la película.
Cada vez que Michéle ofrece su café a cualquiera de los viajeros, se produce una situación jocosa en la que lo humorístico no se consigue a costa de manipular en forma alienante el gusto popular, con situaciones forzadas y abstractas, como en cualquier comedia mexicana, sino a partir de hechos concretos: la monja que viaja con los huérfanos, la pareja de contrabandistas, los desempleados, los amantes, los carteristas, los empresarios, en fin, la variada gama de viajeros que lo único que tienen en común es que comparten el mismo tren.
Sin embargo, más allá del humor que conlleva cada una de esas situaciones, existe en ellas una intención crítica con respecto a la realidad italiana, que ha sido encerrada, por arte del cinematógrafo, dentro de un tren. Las diversas situaciones constituyen, miradas en su conjunto, el cuadro de una Italia pobre en la que los individuos tienen que mentir constantemente para poder sobrevivir. Miente Michéle cuando ofrece su café; miente el contrabandista para poder ocultar su mercancía, miente el limosnero para poder conseguir una moneda; mienten los amantes para poder estar juntos; miente el empresario para poder conseguir un jugoso contrato y hasta mienten las autoridades ferroviarias y el enviado ministerial.
El humor corrosivo que brota de Michéle se convierte en el eje estructural de la película, sobre el cual se va mostrando una situación social deprimente. El espectador no se ríe a costa de la miseria de los personajes, sino que, por el contrario, la miseria muestra su cara cuando la utilización del humor la saca a flote. De repente, el espectador en mitad de una carcajada, es detenido bruscamente por la gota de amargura que conlleva cada situación. Poco a poco, a medida que avanza la proyección, la sospecha de que algo anda mal en la sociedad, se convierte en certeza para los espectadores cuando la película se aproxima a su final. En él, la incapacidad del gobierno para resolver el problema de la venta ilegal de café --y con éste, cualquier otro problema-- queda patentizada cuando sus respresentantes optan por eludirlo, con lo cual la vida sigue igual para cada uno de los protagonistas: Michéle seguirá vendiendo ilegalmente café y las autoridades ferroviarias seguirán "tratando" de atraparlo. Rafael Parra Grondona